HARARI: OTRA FORMA DE HACER HISTORIA (PARTE I)
HARARI: OTRA FORMA DE HACER HISTORIA (PARTE I)
HARARI: OTRA FORMA DE HACER HISTORIA (PARTE I)
Lo que hace Arari a la hora de ver la historia es destacar las grandes marcas históricas aprovechando la ayuda de todas las Ciencias Sociales posibles: Antropología, Psicología (la revolución cognitiva, por ejemplo), Geografía, Lingüística, Historia, Economía, Sociología, Política e incluso aportaciones de la Biología y la teoría evolutiva con vistas a buscar elementos explicativos complementarios.
Para Harari, la base adaptativa de los sapiens se centra en la revolución cognitiva. Los neandertales eran más robustos físicamente y mejor dotados para la lucha cuerpo a cuerpo, aunque sin estrategias para llamar a los otros a la participación y por ello sucumbieron ante el enorme poder adaptativo de los sapiens. La gran virtud de los primeros es el haber sido una especie que puso los cimientos para la unidad de los grupos en relación con una causa común intuida simbólicamente. Este es precisamente el poder del mito y su fuerza ideológica: desde el tótem con esa conciencia funcional de un mismo origen, hasta toda una representación que refuerza los lazos colaborativos teniendo como referente toda una simbología religiosa, política, económica y social. Valga como ejemplo muy actual el lenguaje catalán de los “lazos amarillos” y la capacidad de aglutinar ideas, creencias y valores.
Parece razonable que la variedad étnica y cultural entre los antiguos cazadores-recolectores fuera asimismo impresionante, y que los 5-8 millones de cazadores-recolectores que poblaban el mundo en los albores de la revolución agrícola estuvieran divididos en miles de tribus separadas, con miles de lenguajes y culturas diferentes. Después de todo, esta fue una de las principales herencias de la revolución cognitiva. Gracias a la aparición de la ficción, incluso personas con la misma constitución genética que vivían en condiciones ambientales similares pudieron crear realidades imaginadas muy diferentes, que se manifestaban en normas y valores distintos. A ello habría que sumar los simbolismos, las ficciones mentales como las leyes, los códigos en la búsqueda de la colaboración con los semejantes y las posibilidades de la paz y la justicia obligaba a los hombres a respetar su unidad de origen y cohesión social, los mitos religiosos, políticos, sociales, económicos, de conocimiento, etc.
Harari defiende al igual que Nietzsche que la pluralidad de dioses tiene un sentido más democrático, de cultura local y de verdades complementarias. No todos los Imperios impusieron una religión universal, algunos imperios respetaron los cultos regionales… Pero con la mirada puesta en el Uno-todo, los monoteístas han sido mucho más fanáticos y misioneros que los politeístas. Con ellos se ha dado todo un reguero de guerras de religión aún no superadas totalmente, usando una actitud que reforzaba desacreditar las demás religiones como falsas. Y con una convicción de exterminio de toda oposición.
Los mitos de la libertad y la igualdad ha rondado la cabeza de muchos estudiosos, hasta que Rousseau influiría mucho en la idea de conciliar ambas ideas recogidas posteriormente por el marxismo. Aun así ni una cosa ni la otra. Mientras ser libre es bello, más bello es ser igual. Pero mientras la libertad nace de nuestras entrañas, la igualdad es casi siempre forzada por la sociedad para el aprovechamiento de unos pocos. La URSS es un ejemplo no muy lejano de ese tipo de igualdad, ridiculizada por G. Orwell en una granja animal.
La simbología de la libertad y el equilibrio de la naturaleza estuvieron en los primeros grupos de cazadores-recolectores. No hay propiedad privada y se vive en plena armonía con el medio a la sombra de creencias animistas. Si destrozas un árbol frondoso como una higuera, el espíritu de esta te perseguirá para siempre. Cuando el hombre desarrolló la revolución agrícola, aparece el sedentarismo, se consiguen excedentes productivos y nace la propiedad privada y el comercio. Primero mediante el trueque hasta el mito de la moneda reconocida por todos con un patrón: desde el oro hasta un gobernante que se reconoce en la moneda o en el posterior billete. Tal fue la importancia del aval de reconocimiento para las operaciones de compra venta en la antigüedad los comerciantes indios ya admitían el dinero romano en las transacciones de la seda y, sabedores del valor del oro, se dedicaron a comprar este metal para subir los costes del comercio a su favor.
Otra cuestión de gran relevancia fue el desarrollo de la ciencia en el conocimiento del mundo. Los científicos proporcionaron al proyecto imperial saberes prácticos, justificación ideológica y artilugios tecnológicos. Detrás del ascenso meteórico tanto de la ciencia como del imperio acecha una fuerza particularmente importante: el capitalismo. Casi nadie conoce esto mejor que la propia cultura judía.
Ya desde una perspectiva de grandes períodos históricos incluidos los Imperios y sus conquistas sitúa de forma adyacente el estudio de diversas ciencias como la Lingüística, la Botánica, la Geografía y la Historia. Seguro que con una justificación mucho más solvente que la del mero fanatismo religioso, la del Rey de Castilla o la ambición desmedida hacia el oro que usaron Hernán Cortés y Francisco Pizarro. Con la ciencia (Cook, Darwin, William Jones,…) se daba a las empresas conquistadoras un carácter más progresista y positivo y se vendía la imagen de los imperios como actitudes altruistas en defensa de las razas no europeas. Pero también el imperio inglés mostró “La carga del hombre blanco”, con violencia y exterminio a finales del siglo XVIII, caso de la muerte de unos diez millones de bengalíes en situación calamitosa. Aun así a los imperios no se les puede meter en el dilema de buenos o malos: mejoraron las condiciones de los nativos con avances como los medicamentos, logros en las condiciones económicas y una mayor seguridad. Pero la ciencia aportó el lado funesto de la superioridad de la raza blanca, amparadas en pruebas biológicas, e incluso lingüísticas. Un caramelo envenenado en manos de los nazis que, afortunadamente, el tiempo se ha encargado de desmitificar.
Pero ahora que se producen las entradas masivas de inmigrantes, los antropólogos e historiadores han cambiado el “beni sanguini” por el “beni culturalis”. Ya no se utiliza lo de “sangre” en el sentido biológico sino lo “cultural” (los que vienen del exterior son de otra cultura). La nuestra lo es de valores democráticos y de tolerancia e igualdad de género. Lo que no podemos olvidar que detrás de los desarrollos imperiales está la ciencia, pero inconcebibles uno y otra sin el papel primordial del capitalismo. El verdadero papel del dinero en la política y en la ciencia ha sido bastante contradictorio. Se han dado casos de levantar imperios y sucederse decadencias hasta llegar a la más escabrosa ruina. Para hacer un análisis comparativo de la economía, debemos usar el concepto de crecimiento.
Ahora bien, para ver en qué realidad se sustenta el dinero, debemos volver a los mitos. El mundo real es muy distinto de lo que creemos que es. Casi nunca coincide el dinero depositado con el dinero para préstamos, es decir, con lo que realmente tiene el banco. Para Harari lo que permite a la economía en general y a la banca en particular sobrevivir es nuestra confianza en el futuro. En el pasado el dinero sólo representaba la realidad presente, pero esto no permitía la circulación, por tanto, impedía el crecimiento. Mientras en el pasado la economía permanece congelada, la economía moderna descubrió un nuevo sistema basado en el futuro. Con ello aparecen bienes imaginarios como es el caso del crédito. Con la consigna del “Compre hoy y pague mañana”, construimos el presente a expensas del futuro.
¿Nadie antes pensó en esto? Ya desde el imperio Sumerio existían los avales crediticios, pero muy pocos confiaban que el futuro fuera mejor que el presente. Es decir, creían que la capacidad de riqueza era limitada o por lo menos menguante. Asimismo, este tipo de creencias se generalizaron a otros mitos como las disputas entre Estados: si el rey de Inglaterra se enriquecía era a costa del rey de España. Y la propia Biblia recoge la sentencia de que “Es más difícil que un rico entre en el reino de los cielos…” Con perdón de Harari, los judíos no fueron tan lejos como la nueva secta cristiana. Si el pastel se mantenía en el mismo tamaño, no había espacio para el crédito.
¿Y quién cambió esta forma anquilosada de ver el mundo? Pues bien, la era de la Ilustración, el nuevo mito de que la ciencia podía sustituir el oscurantismo de las religiones. Una nueva creencia en la idea de progreso. O lo que es lo mismo la orientación de los deseos al futuro. El más destacado baluarte de este cambio fue la revolución científica y con ella Newton a la cabeza. El que crea en el progreso se alía con los descubrimientos geográficos, los inventos tecnológicos, el comercio y la inversión, así como en la producción y la riqueza humana. A tanto llega la fe en el progreso que la misma ciencia combate a modo de arma ideológica a la misma religión que se orienta hacia la muerte como culminación de la vida. Sin embargo, la ciencia médica con la ayuda de las nuevas tecnologías lucha cada vez y con más denuedo para convertir al hombre en inmortal. Se cumple así el tan anhelado sueño de pasar “De animales a dioses”.
Marcelino Díaz, a 4 de septiembre de 2018.