No hay música, no hay movimiento.

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Hoy paseando por el centro de mi ciudad me ha dado por reflexionar con las noticias que están apareciendo en prensa que los centros de las ciudades plagados de tiendas languidecen. Una sangría constante de cierres y traspasos que no es raro el día que una persiana se cierra para no volver a abrir más. 

Que sí, que uno de los motivos es el de los precios elevados de los alquileres. Propietarios que no se bajan de la burra. Propietarios que prefieren tener el local vacío a no alquilarlo. Propietarios que argumentan que el hecho de tener un local en un arteria comercial principal tiene un alto precio que hay que pagar. Propietarios que no saben que la ubicación ya no es sinónimo de éxito.

Que sí, que la apuesta de muchas corporaciones municipales de fomentar los macrocentros comerciales en todas sus variedades y colores alejados de los centros de ciudades por motivos tales como el precio del suelo, los accesos a vías de gran capacidad y el de poder llegar con tu coche a la puerta del establecimiento y, ¡encima!, poder aparcar y tener que andar poco. Macrocentros con las mismas franquicias que se puede resumir en: "visto uno, visto todos". Todo esto es una realidad imperante.  

Que sí, que los hábitos de compra se han modificado y están en una constante evolución que ha pillado a muchos de los establecimientos con el paso cambiado. 

Qué sí, que el apoyo institucional es poco y si lo hay se realiza con medidas o modelos que quedaron ancladas en décadas pasadas que no se ajustan a una realidad de un 2020, atípico, pero 2020 al fin y al cabo con un consumidor muy pero que muy distinto. 

Que sí, que la culpa también la tienen los titulares de los establecimientos con modelos de negocios que no buscan una innovación constante y una mejora continua. Titulares que piensan que como les va bien para qué cambiar… hasta que les va mal y ya es tarde.

Que sí, que la culpa también la tenemos nosotros, los consumidores, que preferimos pagarles un dinero a un “desconocido digital” que ni me saluda cuando entro a la tienda ni me muestra una sonrisa pero me conoce muy bien que sabe mi nombre y justo me ofrece lo que yo quiero. ¡Ay malditas cookies! 

Que sí, que preferimos y somos libres de dar nuestro dinero al que queramos pero luego no te lamentes que no hay nada en tu ciudad pues algo de culpa tienes tú. 

Esto es, haciendo un símil al campo turístico que es el que conozco por profesión. El turismo de pulsera ha hecho posible la universalización y el acceso a las vacaciones pero donde se implanta este tipo de modelo en la totalidad de su planta hotelera es un destino directo a una muerte anunciada. El turista no sale del hotel porque todo está incluido en su interior pero claro, justo un día de sus vacaciones decide y apuesta por salir y quiere ir a un bar… pero claro el bar ha cerrado porque no puede vivir con la venta de 3 cervezas mal contadas y el turista se enfada porque no hay nada fuera del hotel por lo que se aburre… y se va, y el hotel se queda sin clientes. Hotel sin clientes, cierre del mismo. Pues lo mismo le está pasando a los centros de las ciudades, los cierres de locales reducen los flujos de visitantes con la consiguiente estampida de los pocos valientes que terminan por echar el cierre al verse inmerso en una espiral negativa y sin un soporte esperanzador que hasta al más optimista termina por perder cualquier atisbo de esperanza y luz al final del túnel. Volviendo al turista. Sí, se va de ese hotel, de ese destino pero como el turista es el único que tropieza en la misma piedra, se va buscando otro destino de pulserita y ¡vuelta a empezar!

Y, ¡encima! si no fuera poco, va y nos llega el COVID acelerando todo. Dando la puntillita a aquellos “ establecimientos enfermos” que van empeorando por momentos, muchos en estado crítico casi terminal. Ahí no tenemos culpa nosotros o, tal vez sí, pues somos tan egoístas que solo nos gusta mirarnos el ombligo.

Tiempos donde habría que darles una colleja a los políticos pues valoran más su partidismo, colores, siglas, el de pagar favores, poner palos en las ruedas... que buscar consensos y soluciones a los problemas de la ciudadanía. ¡Ilusos! que no saben que si la ciudadanía “muere” quién les va a votar y revalidar en el cargo.  

Estas son solo las cartas de una baraja aún más compleja que hace que la partida se gane o se pierda. 

Resumiendo mi tristeza de manera muy escueta:

“Todas las mataron y ella sola se murió”

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