Hoy añoré mi vida universitaria
Aún no ha pasado ni un año desde que egresé de la carrera de Ciencias de la Comunicación en la Universidad Privada Antenor Orrego, sin embargo, siento una especial añoranza por mi época universitaria. Es difícil de explicar pues, personalmente, fue un camino lleno de altibajos emocionales.
Por una parte el miedo al qué vendrá mañana más tarde, teniendo en cuenta que el mercado laboral presentaba ciertas deficiencias. Esa continua preocupación solía motivar mi esfuerzo y otras tantas veces me inmiscuía en una eterna crisis profesional.
¿He elegido la carrera correcta? ¿Debería haber estudiado en una universidad de Lima? ¿Sin argolla no podré conseguir desempeñar mi talento y pasión?
¡Qué preguntas para más cansinas!
Ahora, mirando en retrospectiva, me gustaría decirle a la Elena de hace unos años que no se preocupe. Que no haga mucho caso a los comentarios negativos sobre el mercado laboral, que siempre tenga presente que cuando uno da todo de sí, de corazón, el éxito se consigue. Que se centre en las historias de éxito de quiénes dentro de un contexto muy similar al suyo lograron grandes cosas.
Le diría también que preste atención a todos sus cursos, sí, incluso a los de edición. Que se tome más que en serio cada proyecto, cada trabajo, cada actividad. Le diría también que estruja el conocimiento de sus profesores, que aproveche sus asesorías al 100 %. Le diría que cada iniciativa, por mínima que parezca o por mucho que algunos quieran minimizar... Suma. Todo va a sumar, Elena.
Además, le aconsejaría que no estudie inglés solo para conseguir el bachiller. Que no es necesario ir a Harvard para hacer cosas importantes profesionalmente. Que confíe en su talento y que no juzgue a sus compañeros que no eran los mejores presentando informes, pues la iban a sorprender gratamente.
Le diría tantas cosas a esa Elena, sin embargo, innecesariamente, porque no existe más. Sin embargo, aunque aprendí todas estas enseñanzas fuera de la vida universitaria, no es tarde para ponerlas en práctica.
El valor de los sueños y el poder de convertirlos en objetivos tangibles y medibles. La valentía de hacer oídos sordos a los comentarios negativos, esquivarlos como si de un obstáculo dentro de una pista de atletismo se tratase. Esas enseñanzas las aprendí después de cinco años y las comparto aquí por si le sirven a alguien más.