¡No huyas talento!
Resulta muy llamativo ver cómo desde todos los ámbitos de los RRHH se está manifestando una creciente preocupación a propósito de la retención del talento en las empresas. De una manera o de otra, asistimos al uso generalizado de términos como engagement, salario emocional, vinculación, identificación del trabajador con la compañía, etc.
Por supuesto, ser capaces de retener el talento es muy ventajoso; no se pierde conocimiento, que de otra manera habría que volver a adquirir con los consiguientes costes, sino que además no se mueve a la competencia.
A priori, tampoco parece “muy difícil” de conseguir (irónico): salarios por encima de la competencia, mejoras sociales, buen ambiente de trabajo, horarios y cargas de trabajo que permitan la conciliación, perspectivas reales de crecimiento profesional y reconocimiento. ¿Verdad?
Pero parece “muy fácil” perderlo (nada irónico): sueldos poco atractivos, ambiente estresante, horarios irracionales, cargas de trabajo y planificaciones poco realistas, escasa o nula posibilidad de promoción y ausencia de circuitos de recompensa.
Y la solución es…
Bueno, pues ya que todos estamos de acuerdo, es el momento de confesar que ni tengo la solución, ni visos de tenerla. Lo que sí puedo, es trasladaros una experiencia personal reciente que me ha llamado la atención y me ha hecho reflexionar.
Hace unas semanas tuve la ocasión de compartir un rato de buena conversación con dos profesionales del sector de las tecnologías educativas que trabajan para la misma compañía. El contenido de la conversación no es el motivo de este post, lo fueron dos frases en las que ambos coincidieron, más o menos como siguen:
La verdad es que el ambiente de trabajo es muy enriquecedor, no solo por la actividad que desarrollamos, también por las personas con las que trabajamos, tanto compañeros como clientes y todos nuestros colaboradores.
Es que, además, sin menoscabo de cualquier otro sector, considero que llevamos a cabo una actividad de alto impacto en la sociedad y en las personas; trabajamos con el conocimiento y su difusión, y nuestra misión es facilitar la educación y la formación de las generaciones presentes y futuras.
¡Quédate talento!
No conozco qué políticas de retención del talento está llevando a cabo esa compañía, si pagan bien o mal, si hay mesa de pingpong o cafetera, si facilitan guardería o plan de pensiones, cómo son sus horarios, si desarrollan un plan de mentoring o de coaching, o si reparten beneficios por objetivos. Lo que sí tengo claro es que cuando un trabajador se convierte en el mejor embajador de la empresa, se va por el mejor de los caminos.
Si piensas que tu trabajo diario te enriquece a ti y a los que te rodean, que deja huella en la sociedad y que eres una pieza de un mecanismo que genera cambios reales en los demás, a lo mejor no necesitas ser el mejor pagado de tu sector, no te importa ser el más valorado, ni tampoco hacer un esfuerzo extra cuando sea necesario.
Tan solo quería compartir esta reflexión. Quizá últimamente se habla mucho de las medidas para que el talento se quede en la empresa (y para atraerlo), y puede que a estas alturas el debate deba dar un giro y pararse un momento para incorporar términos como “Misión” o “Valores”, y tomarnos en serio que no deben ser solo frases junto a un logotipo.
Nada nuevo, en definitiva.