Ictus, cómo prevenirlo
En la entrada anterior veíamos cómo reconocer un ictus, y la importancia de actuar con rapidez para reducir los daños, o incluso revertirlos. Hoy nos centraremos en qué podemos hacer para reducir las posibilidades de sufrir uno. Independientemente de que se trate de la persona de la que cuidamos, o de nosotros mismos.
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Y como éste es un blog práctico, pasaremos por alto los consejos bienintencionados y vacíos sobre llevar una vida y dieta saludables, que ya estamos cansados de oír por todas partes, ¿verdad? Vamos al grano: repasaremos sólo los factores de riesgo en los que podemos intervenir.
1.- Hipertensión arterial. Si en varias medidas separadas en el tiempo pasa de 140/90 mmHg, el riesgo aumenta entre 3 y 5 veces. Así que convendrá seguir pautas que ayuden a bajarla, como hacer ejercicio físico acorde a las circunstancias personales (¡y con los que disfrute!), introducir cambios en el estilo de vida, y como último recurso, medicarse.
2.- Obesidad. Tanto la obesidad general como la abdominal (más frecuente en hombres), incrementan el riesgo de tener un accidente cerebro vascular. Si dividimos el peso en kg entre la estatura en metros al cuadrado (multiplicada por sí misma), debemos quedar por debajo de 30. Si no es nuestro caso, conviene asesorarse bien, empezando por el médico de familia, por ejemplo. Siempre y cuando veamos que está actualizado, y no se limita a darnos una fotocopia antigua de su cajón hablando de la pirámide de los alimentos, que pone el acento en comer 5 o 6 veces al día, y que la mayor parte de las calorías debe provenir de los carbohidratos. Todo esto son indicios de que se ha quedado anclado a principios de los 80, justo cuando empezó a convertirse en epidemia la obesidad en occidente, siguiendo esos consejos.
3.- Diabetes. Si la glucosa en la sangre venosa, en ayunas, en al menos 2 ocasiones está en 126 mg/dL, o más, el riesgo de sufrir un ictus se triplica. Y hay que acordar con el médico la estrategia para dejar de ser diabético, empezando por cambiar la dieta y la actividad física, y dejando atrás la obesidad y el sobrepeso. Y si esto no es suficiente, habrá que recurrir a fármacos, o incluso cirugía.
4.- Tabaco. Aumenta el riesgo de padecer ictus hasta en los fumadores pasivos. Se considera que una persona es fumadora si ha fumado al menos un cigarrillo diario durante el último mes. Si es el caso, de nuevo, un buen punto de partida es pedir ayuda al médico de familia, y comprometerse con él en dejar el hábito en una fecha concreta. Es de las intervenciones en salud con mejor balance riesgo/beneficio, merece mucho la pena.
5.- Consumo de alcohol. El consumo elevado incrementa el riesgo de enfermedad vascular y del ictus en particular. Se entra en la categoría de alcoholismo si el consumo diario es superior a 2 copas de vino (200 mL), 2 cañas de cerveza (400 mL), un combinado de whisky, ron o coñac (50 mL), 2 copas de jerez, vermut o cava (100 mL). De nuevo, sería interesante asesorarse empezando por el médico de familia.
6.- Consumo de otras drogas. Se sabe que la cocaína, las anfetaminas y la marihuana se asocia a mayor riesgo de ictus, en cualquier cantidad, y está detrás de que cada vez haya pacientes más jóvenes con esta dolencia.
Bueno, y hasta aquí por hoy, en la próxima entrada veremos qué cabe esperar si, a pesar de toda esta prevención, nos vemos ante un ictus. ¡Muchas gracias por leer! ¿Te animas a comentar, compartir o suscribirte?