Imaginación radical y esperanza activa: antídotos frente a la ansiedad apocalíptica
Por Mónica Roa
En búsqueda de sentido
Tengo la necesidad de darle sentido a estos tiempos, y de gestionar mi propia ansiedad ante las incesantes crisis que nos rodean, sabiendo que este malestar es compartido por muchas personas a mi alrededor. Mientras las elecciones estadounidenses se ciernen sobre un telón de fondo de estructuras que se desmoronan -la política pierde legitimidad, la democracia se erosiona, los derechos humanos se vuelven ineficaces, la filantropía se enfrenta a una crisis de identidad, el planeta está en emergencia climática, el capitalismo resulta insostenible y la dignidad humana se desvanece mientras la gente lucha por sobrevivir-, la crudeza de este momento me obliga a escribir. Quiero hacer explícita para mí misma, y para compartir con los demás, la historia a la que decido aferrarme. Este es mi intento de anclarme en una narrativa que pueda resistir la incertidumbre y el cinismo, y canalizar nuestra energía para imaginar y construir un futuro de dignidad, justicia e interdependencia.
El poder de las historias con propósito
El trabajo narrativo consiste en elaborar historias que nos ayuden a interpretar el mundo y nuestro lugar en él. Es una práctica que consiste en identificar y articular los valores, las luchas y las aspiraciones que conforman no sólo lo que somos, sino también lo que defendemos y nos esforzamos por alcanzar. Esta labor es especialmente importante en momentos de profundas crisis, en los que la confluencia de diferentes retos hace que muchos se sientan desarraigados, inseguros y sin rumbo. Trabajar en la construcción de narrativas que nos ayuden a situarnos en estos tiempos, nos ofrece una forma de reducir el ruido, conectar con otras personas que recorren caminos similares y explorar cómo podemos canalizar las ansiedades compartidas hacia un sentido colectivo de esperanza y propósito.
Para quienes trabajamos por la justicia social, estas historias son mucho más que ideas abstractas: son los relatos que guían nuestras acciones. Reflexionar sobre nuestra historia como defensores de la democracia, los derechos humanos y la justicia significa examinar en qué creemos realmente, cuál es el cambio que pretendemos crear y por qué estos objetivos son tan trascendentales. Se trata de preguntarnos: ¿Quiénes somos y qué papel elegimos desempeñar para afrontar los retos que tenemos ante nosotros?
¿Quiénes somos?
Sin embargo, la pregunta de quiénes somos como agentes de cambio no es nada sencilla. Las narrativas autoritarias a menudo encuentran fácil agruparnos como una amenaza unificada a su visión del mundo. Para nosotros, sin embargo, la realidad es mucho más compleja.
Nuestro reto a la hora de definir quiénes somos reside en reconocer los hilos que nos conectan a través de diferentes movimientos, roles y agendas. Cada una de nuestras causas refleja un compromiso más profundo con un mundo basado en la dignidad, la justicia y la interdependencia. Sin embargo, a menudo nos cuesta vernos como un movimiento global unido capaz de potenciar los esfuerzos de los demás. Esta falta de cohesión puede debilitar nuestras iniciativas, permitiendo a las fuerzas autoritarias explotar las divisiones percibidas o reales.
Desde mi perspectiva como feminista latinoamericana, estas complejidades van más allá del binarismo tradicionales entre derecha e izquierda. En nuestra región, algunos gobiernos supuestamente progresistas exhiben prácticas autoritarias que socavan los principios democráticos y los derechos humanos, contradiciendo nuestra visión de justicia. Al mismo tiempo, las expresiones conservadoras del feminismo limitan su activismo a definiciones estrechas de la naturaleza de la mujer, ignorando las luchas más amplias por la justicia interseccional y las múltiples formas en que el género se entrecruza con otras formas de opresión.
La pregunta de quiénes somos es difícil de responder y hacerlo exige una actitud proactiva que deje claros cuáles son los límites. Somos un mosaico de movimientos, cada uno distinto en sus objetivos, pero todos unidos por un compromiso con la democracia, la dignidad, la libertad, la igualdad y la justicia. Reconocer estas conexiones exige algo más que solidaridad: requiere el corage de afrontar nuestras contradicciones, abordar los vacíos existentes dentro de nuestros movimientos y comprometernos con una visión que sea a la vez integradora y basada en valores. Construir un piso común para contrarrestar el auge del autoritarismo es esencial, y requiere esfuerzos sostenidos para crear y fortalecer un nosotros más amplio, basado no sólo en aquello a lo que nos oponemos, sino en una visión propia y convincente.
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En mi trabajo con Puentes y junto a la comunidad global de trabajo narrativo, buscamos continuamente formas de destacar la urgencia de practicar una esperanza activa y crítica como disciplina intencional. Parte de este trabajo consiste en invitar a otros a crear historias que ilustren cómo podría ser el mundo si todas nuestras causas tuvieran éxito. Es una práctica que consiste en asentar nuestra visión en la resiliencia y la determinación, un enfoque que nos permite hacer frente a la oscuridad en lugar de limitarnos a observarla.
En las últimas semanas, me han llamado la atención los trabajos más recientes de pensadores como la feminista Judith Butler y el filósofo Byung-Chul Han, que nos instan a imaginar y construir activamente futuros alternativos, para que nos sirvan de brújula que nos ayude a navegar entendiendo nuestro papel y nuestras responsabilidades en estos tiempos de desolación.
Por ejemplo, Butler pronunció una conferencia titulada “Pasiones fascistas en el marco de la guerra” el lunes 24 de octubre de 2024 en la Universidad Libre de Bruselas. En su charla, hizo hincapié en la necesidad de crear un contraimaginario, una visión lo suficientemente fuerte como para hacer frente a la desolación con una voluntad colectiva. Ella nos insta a resistir la noción generalizada de que "todo es oscuro y terrible" atreviéndonos a imaginar un futuro mejor. Para Butler, cultivar el coraje utópico es hoy en día una verdadera responsabilidad: nos llama no sólo a criticar sino a crear, no sólo a desmantelar sino a imaginar.
Butler nos desafía a considerar cómo podemos encender el deseo de un mundo organizado de forma diferente, uno en el que la justicia, la libertad, la igualdad y la no violencia no sean meros ideales, sino realidades cotidianas. Ella nos recuerda que estos principios cobran vida cuando nos preguntamos: ¿Cómo sería el mundo si estos valores se materializaran plenamente? Esta es una pregunta que solemos plantear a nuestras comunidades en Puentes, porque creemos que imaginar un mundo así es esencial para cautivar los sentidos de la gente y crear una visión que nos impulse a ser solidarios y pasar a la acción.
Según Butler, las utopías proporcionan un marco para imaginar un mundo que inspire el deseo de movilizarse y organizarse para el cambio. A diferencia de las pasiones fascistas que erosionan los derechos de las personas y fomentan una mentalidad en la que algunas vidas se consideran prescindibles o indignas de dolor, nuestras utopías nos invitan a imaginar la coexistencia, las fronteras abiertas, la desmilitarización y formas de democracia que rechazan la discriminación por motivos de género, raza, religión u origen. Nuestras aspiraciones pueden ayudarnos a imaginar un mundo que deje atrás el individualismo, y se base en la interdependencia entre los seres humanos, otras criaturas y los procesos vitales de la Tierra.
La perspectiva de Byung-Chul Han sobre la esperanza coincide estrechamente con esta visión, al presentarla como una práctica transformadora. Para Han, la esperanza no es un deseo pasivo -eso sería un optimismo ingenuo-, sino una postura activa contra las fuerzas aisladoras del miedo. Sostiene que la esperanza une a las personas, nutre a las comunidades y les permite imaginar un futuro común y trabajar por él. En su opinión, la esperanza es esencial para afrontar las ansiedades apocalípticas de nuestro tiempo. Tener esperanza implica imaginar un futuro deseado y planificar cuidadosamente su realización, previendo los obstáculos pero sin rendirse ante ellos. Esta forma de entenderla sugiere que la esperanza puede cultivarse y fortalecerse.
En su nuevo libro, “El espíritu de la esperanza”, Han explora cómo la esperanza puede animar a las comunidades que enfrentan crisis mundiales, entendiéndola como un músculo que debe ejercitarse a través de la acción intencional. Para Han, la esperanza nacida de la resiliencia -el compromiso de persistir, imaginar y actuar- se convierte en el antídoto contra la desesperación impulsada por el miedo, fomentando la unidad frente a las fuerzas que se alimentan de la división y la impotencia.
Buscar la luz
A partir de estas reflexiones, propongo una historia en la que hacemos frente a la desolación con imaginación radical y esperanza activa, lo que nos permite tejer un nosotros más grande. Al plantearnos cómo queremos que acabe esta historia y qué caminos alternativos podemos crear, nos vemos obligados a forjar activamente nuestro futuro colectivo, transformando la desesperación en propósito y el miedo en un compromiso con el cambio compartido.
Este momento exige algo más que la mera denuncia de la oscuridad; nos llama a buscar la luz y a comprometernos a imaginar un mundo que encarne nuestros valores compartidos, para que se convierta en una invitación imposible de resistir. Es un llamado a hacer de la conexión, la imaginación y la esperanza agentes activos en nuestras vidas, forjando una contranarrativa lo suficientemente fuerte como para que nos sirva de brújula y nos guíe a través de estas crisis, hacia un futuro transformador. Aunque no tengamos garantías de nada, podemos estar seguros de que actualizar y conectar nuestras utopías compartidas establece la base necesaria para desafiar la desolación e iluminar el camino a seguir; porque sólo podemos construir lo que hemos imaginado antes.
Co- Directora de Emmana Social, A.C.
1 mesMe parece célebre tu análisis y tu propuesta y te tomo la palabra Mónica. Conozco tu trabajo y sé que es excelente. Cuenta conmigo . Yo trabajo ahora en dos niveles, a nivel comunitario con cooperativas de mujeres de base, muchas de ellas en la pesca artesanal y sustentable y a nivel global a través de la alianza Global por los Cuidados. En ambos terrrnos estamos construyendo esperanza. Abrazos y gracias por tu artículo.