De apocalípticos, cronistas, miopes e irresponsables
En el contexto de los acontecimientos recientes de ataques perpetrados al interior de un país entre facciones políticas diferentes, de una coalición a un tercer país, de las voces globales a propósito de lo sucedido, de las advertencias y amenazas veladas y no tan veladas, observo a mi alrededor diversos comportamientos; ni mejores ni peores, simplemente diferentes.
Por un lado, está la posición apocalíptica. Esta es esa postura que con poca data o incluso con alguna referencia, la persona lleva el límite de la existencia humana a un período de minutos; toda vez, que es capaz de visualizar una serie de reacciones y alianzas en segundos, determinar qué es lo que va a pasar, como se va a afectar el comercio, la crisis de alimentación, y empieza incluso a sugerir que es tiempo de sembrar, porque muy pronto por esta guerra del mundo comeremos nada más lo que sembremos. Más allá de deslegitimar lo planteado, indicar la no pertinencia de algunas de las alianzas emergentes sugeridas, hacer observaciones acerca de geopolítica y tiempos de respuesta, es más, de advertir la ley de la cosecha, etc. lo cierto es que hay algunas personas que abrazan el mensaje apocalíptico. Frente a este mensaje algunos eligen el camino de proclamar una invitación a salvarse espiritualmente ante el advenimiento de tiempos finales, otros, de salvar cuerpo, bienes, familias mediante estrategias de imaginar refugios y acumular bienes frente al apocalipsis en ciernes.
Otros, de este lado del mundo obviamente, se enfrentan al fenómeno desde la mirada del estudioso; de ese que ha investigado, que experto o no en geopolítica, gusta de reflexionar acerca de los temas. Son capaces de ensayar una hipótesis del origen del conflicto, yendo muy pero muy atrás en la historia. Pueden referirse a los orígenes político, social, religioso de la situación, citar fechas, señalar personajes, etc. todo desde la distancia, como que aquello no tiene que ver conmigo, afecta al mundo, quizás a mí en algo, pero su mirada es distante, evasiva, conveniente.
Los hay también híbridos. Algunos híbridos de los dos anteriores que hacen pronósticos desde su expertisse, y al hacerlo llegan a decir que “seguramente puede llegar a afectar a esta parte del mundo” con tranquilidad, serenidad, un profundo dominio propio. Dentro de estos, hay una especie particular, los comentaristas parciales que toman partido por alguno de los grupos de manera deliberada, sea como perseguidores o como víctimas. Aquellos que justifican del todo una acción, y aquellos que claramente la satanizan… todos detrás de un micrófono, como yo detrás de una nota, y a miles de kilómetros de distancia.
Hay otra postura que es la que llamaría predictivo – apaciguadora. Esa es la que dice “pronto pasará”, “otra vez lo mismo”. Esta puede vestirse de rigurosidad académica con argumentaciones de que dado equis, considerando ye, lo que va a suceder es, y por tanto todo volverá a la normalidad. Otra más absoluta, propone “todo va a pasar, siga tranquilo”. En ambos casos la clave es la normalidad, adonde no sé de qué se trata tal cosa. Como si al dejar de mirar la miseria la misma desaparece.
Finalmente, hay millones que no distinguen la naturaleza, alcance, significado de eso que sucede en este momento en el medio oriente.
¿qué es lo que hay detrás de cada mirada? ¿qué mueve a ese observador? ¿Cuál es la emoción predominante? Puede ser miedo, rabia; puede haber víctimas o perseguidores; de pronto hasta rescatadores. Acaso el miedo de ser impactado gatilla cuestionar, gatilla hacer distancia, gatilla declarar que nada pasa para evitar enfrentar temores más grandes.
Pero, la manera en que reflexionamos acerca de estos eventos, tiene que ver con nosotros, no con los eventos, y es la forma en que habitamos otros espacios, en la que nos movemos en nuestras relaciones.
Independientemente de que usted elija ver los hechos como (según sus propias posturas, creencias e información):
· un resultado natural,
· como consecuencia de una tensión de otro nivel que revienta de esa forma,
· como la manifestación de profundas diferencias que no entendemos por nuestra occidentalidad,
· una respuesta adecuada del mundo ante las atrocidades de un régimen,
· un acto de barbarie frente a otro de lesa humanidad,
· etc.
lo cierto es que la manera más sencilla de relacionarse con el fenómeno es viéndolo como eso, separándolo de las personas que se ven tocadas por lo que sucede en esta región del mundo, ver el dolor humano como una consecuencia, como una referencia al pie de página pareciera que nos exime de pensar en la tragedia humana, y con ello hacer distancia, de una manera que en ocasiones podría parecer conveniente. ¿eso mismo haces en tu cotidianeidad? ¿eso mismo haces frente a los desafíos país? ¿esas mismas posturas tomas respecto a aquello que se propone institucionalmente?... al final podemos elegir qué posición seguir tomando, espectadores de circo, cronistas apocalípticos, evasores, o, asumir el protagonismo que como especie humana nos corresponde, que como ciudadanos estamos invitados a asumir.