Imagino un mundo
Donde la compasión brota como flores en primavera, donde cada alma es acogida sin máscaras, sin temor a ser despojada por la crueldad del juicio.
Un mundo que se teje con los hilos suaves de la aceptación, donde el temor al rechazo ha quedado enterrado en las sombras de tiempos ya vencidos. Un lugar donde el amor no se cuestiona, donde el abrazo de una mirada es tan poderoso como el silencio compartido.
Allí, en ese rincón etéreo, el bienestar emocional es un bien común, un susurro de paz que todos respiramos.
Imagino un mundo donde las heridas encuentran refugio en el calor suave de la empatía, donde el amor ha dejado de ser una palabra desgastada para convertirse en la esencia misma de nuestro lenguaje. El idioma que todos hablamos, sin barreras, en las noches más oscuras, y en los días de mayor dicha. En ese mundo, cada lágrima derramada se eleva como un emblema de fuerza, y nunca es motivo de juicio. Allí, cada ser humano se convierte en el espejo del otro, cada vida se entrelaza en un canto compartido, y en esa sinfonía de almas, nadie teme más.
Pero despierto.
Y en este despertar amargo, la realidad se presenta como un vasto y frío abismo donde reina la codicia, donde los sueños se miden en cifras y el valor de cada uno en posesiones. Aquí, el afán de acumular se ha vuelto el pulso de nuestros días; el deseo insaciable de tener más nos empuja a pisar sin remordimiento, a ocultarnos detrás de muros de indiferencia, a elevar nuestras conquistas a costa de lo que sea, incluso del alma. Miro a mi alrededor y solo veo rostros atrapados en máscaras de sonrisas fingidas, vidas que pasan de largo, vacías de toda verdad.
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En este mundo, la bondad se ha vuelto una amenaza, y la inocencia, un pecado capital.
Despierto, y encuentro que cada uno de nosotros sostiene en sus manos pequeñas trincheras de afecto, protegidas por temor a que en algún descuido sean devoradas. Porque hay ojos que se ocultan entre las zarzas, rostros desconocidos que acechan con las fauces de la codicia, esperando el menor signo de debilidad, para lanzarse sobre aquello que aún consideramos sagrado. Me pregunto cómo llegamos a un punto donde hasta lo más puro se vuelve una presa, donde hasta los suspiros deben cuidarse para que no sean arrebatados.
Pero aun así, en este mundo agrietado y voraz, abrazo la esperanza. Abrazo la filosofía de la bondad como un náufrago que se aferra a su último trozo de madera. Creo, a pesar de todo, en la humanidad como un eco de quienes soñaron antes que nosotros. Quizás no sepamos cómo construir ese mundo que idealizamos, quizás la bondad parezca un resplandor tímido en medio de tanta oscuridad, pero aún es posible imaginar.
Porque si alguna vez compartimos un sueño, una idea, un susurro de compasión, quizás, aunque sea por un instante, podamos tocarnos en esa utopía.
A ti, que sueñas con un lugar donde el respeto no sea una excepción, te digo: no renuncies a ese anhelo. Porque, aunque en la vigilia el mundo parece impenetrable, queda la esperanza, tenue y frágil, de que algún día la bondad sea el estandarte que sostengamos con orgullo, como un faro en la tormenta de nuestra humanidad perdida. Miguel Alemany
Miguel Alemany, tu sabiduría es un recordatorio de que, a pesar de las dificultades y los días grises, existe la posibilidad de reconectar con lo mejor de nosotros mismos y ser fuentes de amor y empatía en un mundo que a menudo parece desmoronarse. Simplemente, gracias. Gracias por hacer de cada mañana una oportunidad para iluminar nuestra vida y la de quienes nos rodean. Esperamos con ansias tus palabras, que son semillas de esperanza en un terreno que necesita ser regenerado con amor y compasión.
Gracias, maestro ... Muchas gracias
Tus enseñanzas, Maestro Miguel Alemany, viajan más allá de las fronteras y son recibidas en los cinco continentes con un espíritu abierto y un corazón dispuesto. Lo más significativo es que tus mensajes llegan, se comprenden y resuenan profundamente en cada rincón donde encuentran refugio.
Que manera única de comunicar tus pensamientos y reflexiones. Miguel Alemany eres un gran maestro para todos nosotros. Gracias.
Técnico Economia
1 mesHola Miguel Alemany, gracias por su enseñanza, amanecer con amor en nuestro interior hace que el mundo exterior sea mejor sintiéndo felicidad, poder compartir siendo bondadosos nunca cambiar nuestra esencia aunque nos rodee la falta de empatia de otras personas.