Importancia del “gasto” en educación (en medio de la pandemia)

Grandes enseñanzas nos dejó la pandemia, entre ellas que el tiempo no aprovechado para la educación de los menores, jamás se recupera. Existe una forma poco usada para definir a la persona, “un ser que nunca deja de aprender”, Kant y Sheler explican que cuanto más se educa, la persona es más “persona” y este es un proceso que nunca debería de terminar. Dejando a un lado que nuestra constitución otorga el derecho a todo mexicano a una educación de calidad y a que existe un sistema educativo nacional que atiende a millones, es una verdad innegable que opciones de “calidad educativa superior” en México implican, la enorme mayoría de las veces, un gasto familiar adicional, es decir que si las familias mexicanas buscan mejores opciones de educación para sus hijos tendrán que dedicar mayor cantidad de recursos. Tristemente las escuelas mejor “rankeadas” son las más costosas y cada año decenas de miles de estudiantes no alcanzan un lugar en espacios públicos de educación.

Según los estudios internacionales, cuanto más “pobre” sea un país, mayor proporción del ingreso familiar es destinado a educación, esto hace suponer que existe un componente de costo fijo mínimo que permanece en todos los países. En México, de acuerdo a los datos del INEGI, las familias mexicanas destinan en promedio el 22% de su ingreso familiar, mientras que en países más pobres, como por ejemplo Haití, supera el 70%. En cambio, en países de la Europa desarrollada, el gasto familiar en educación se reduce significativamente, pues en algunos, hasta la Universidad es gratuita, de alta calidad y con espacios suficientes. Lo anterior implica que en los países más ricos el estado atiende con mayor eficacia las necesidades de educación de la población y en consecuencia las familias no necesitan buscar otras opciones en la educación privada. Múltiples estudios han demostrado la correlación entre el nivel de estudios de la población con sus niveles de ingreso, es decir que está razonablemente demostrado que la pobreza de una nación es directamente proporcional al nivel de estudios de su población. Debemos llegar a la conclusión de que existe una relación directa entre el nivel educativo y los índices de pobreza de las familias y de un país.

La inversión en educación se constituye como un mecanismo “razonablemente” eficaz para lograr la movilidad social y reducir los índices de pobreza de las familias y de los países. Pero la mirada hacia la educación sólo para reducirla hacia un propósito puramente pragmático (tener condiciones de vida lo más dignas posibles) no cumple con la visión de los señores Kant y Sheler de edificar a la persona, porque la condición de persona incluye un conjunto de valores y virtudes humanas que conducen no sólo a la vida digna sino también a una vida más feliz y más plena.

Durante los momentos más críticos de la pandemia en México, vimos como todo el sistema educativo mexicano experimentaba desde una parálisis total, en algunos centros educativos y comunidades que no tenían recursos alternos para continuar las clases, hasta mecanismos que en teoría permitirían la continuidad de los estudios, pero que, en honor a la verdad, no pudieron mantener el mismo estándar de calidad mediante el uso de recursos digitales de internet, por la sencilla razón de que profesores y alumnos no se encontraban preparados para enfrentar esas condiciones. Claro que es mejor una continuidad imperfecta de la educación, que ninguna en lo absoluto, lo que refuerza la idea de que es necesario seguir invirtiendo recursos en educación, tanto a nivel familiar como a escala nacional.

En conclusión, me permito afirmar que la pandemia sólo ha venido a exponer la falta de inversión en recursos educativos alternativos y la importancia que tiene para las familias dedicar suficientes fondos a la educación de sus hijos. Si hoy aún no se tienen hijos, pero se tiene planeado tenerlos en un futuro cercano, también conviene anticipar la forma de satisfacer las necesidades financieras para su educación, mediante fondos de ahorro e inversión educativa a futuro.

Por: Marco Alvarado, Vicerrector

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