IN-GROUP BIAS; DANA Valenciana

IN-GROUP BIAS; DANA Valenciana

Las recientes tragedias en Valencia, donde más de 800.000 personas se han visto afectadas por inundaciones devastadoras, han puesto en evidencia una realidad alarmante: el ser humano parece solo sentir el dolor cuando le toca directamente. Los damnificados claman por no ser olvidados, pidiendo que las autoridades autonómicas y nacionales se hagan cargo de su situación, mientras los voluntarios, que llegaron al principio con una energía desbordante, siguen presentes, pero quizás con menos ímpetu. En este escenario, se alza una pregunta inquietante:

<< ¿por qué no sentimos igual el sufrimiento de los demás, incluso cuando las tragedias son de magnitudes similares? ¿Qué pasa cuando el dolor no es nuestro? >>


El fenómeno humano: Empatía selectiva

El ser humano ha desarrollado una sorprendente capacidad para la empatía, esa facultad de sentir el dolor ajeno como propio. Sin embargo, esta empatía no siempre se extiende más allá de lo que nos afecta personalmente. En psicología social, existe un concepto conocido como "empatía selectiva", que señala cómo tendemos a conectar emocionalmente con aquellos que se encuentran cerca de nosotros, ya sea por proximidad física o emocional. En este sentido, los habitantes de Valencia, por ejemplo, sienten un dolor profundo al ver su comunidad afectada por las inundaciones, pero no necesariamente la misma reacción frente a tragedias como el volcán Cumbre Vieja de La Palma o el terremoto de Lorca, que aunque devastadoras, no les tocaron directamente.

Estudios sobre el in-group bias (sesgo de pertenencia al grupo) confirman que las personas somos más propensas a preocuparnos por aquellos que percibimos como parte de nuestro grupo, ya sea por cercanía geográfica, cultural o social. Los valencianos, al estar directamente afectados, viven el sufrimiento con intensidad, mientras que los recuerdos de desastres ocurridos en otras partes del país o del mundo tienden a desvanecerse con el tiempo.


ANÁLISIS DESDE LA FILOSOFÍA:

La filosofía también ofrece una mirada interesante sobre esta limitación en nuestra empatía. Arthur Schopenhauer, uno de los grandes pensadores sobre la compasión, señalaba que el sufrimiento humano es el motor que nos permite entender el dolor ajeno. Sin embargo, también advertía que esta compasión es fugaz, ya que una vez que el dolor propio se alivia, olvidamos rápidamente a quienes aún sufren.


<< La experiencia del sufrimiento ajeno se vuelve abstracta y distante cuando ya no forma parte de nuestra realidad inmediata. >>


Por otro lado, Friedrich Nietzsche, en su análisis de la moralidad, explicaba cómo el ser humano tiende a normalizar la tragedia y retomar rápidamente su vida cotidiana. Esta habilidad de adaptarse al sufrimiento, aunque vital para la supervivencia, nos aleja de la reflexión profunda sobre el dolor ajeno. Según Nietzsche, la empatía genuina es difícil de mantener, ya que la vida sigue su curso y el ser humano busca rápidamente la estabilidad emocional. Y Hannah Arendt, en su estudio sobre la banalidad del mal, describió cómo las distancias físicas y emocionales ante el sufrimiento ajeno facilitan la indiferencia y la deshumanización.

Otros muchos filósofos y pensadores han abordado el fenómeno del “desinterés al poco tiempo” frente a crisis humanitarias. Aunque no necesariamente lo traten con ese nombre, lo vinculan con conceptos como la fatiga de la compasión, el efecto de habituación o la inercia social.

Hannah Arendt y la “banalidad del mal”

Arendt reflexionó sobre cómo las personas pueden acostumbrarse a las injusticias y los desastres debido a la repetición y la rutina. Aunque su análisis se centra en el mal sistémico, su idea de que las sociedades modernas tienden a normalizar lo anómalo también aplica aquí. La atención inicial intensa a un problema se diluye porque las personas se vuelven insensibles al sufrimiento cuando se percibe como algo común.

Zygmunt Bauman y la “modernidad líquida”

Bauman destaca cómo en la modernidad líquida las conexiones humanas son transitorias y superficiales. En el caso de las crisis, las respuestas iniciales son intensas pero efímeras, porque los individuos viven en un flujo constante de estímulos que los distraen rápidamente. El compromiso a largo plazo es difícil en un mundo donde todo cambia rápido.

Susan Sontag y la “fatiga del espectador”

En Ante el dolor de los demás, Sontag analiza cómo el exceso de imágenes de sufrimiento en los medios produce insensibilidad. La sobreexposición inicial a las tragedias genera un impacto fuerte, pero, con el tiempo, el público pierde interés o se siente impotente ante su repetición. La respuesta compasiva se agota cuando no hay una solución visible o cuando la narrativa mediática cambia.

Albert Camus y la “indiferencia absurda”

Camus, en sus reflexiones sobre el absurdo, sugiere que las personas tienden a evitar reflexionar demasiado sobre el sufrimiento humano porque enfrentarlo plenamente confronta la fragilidad y la falta de sentido inherente a la vida. Esto explica por qué muchas veces el compromiso inicial se diluye: es más fácil volver a la rutina y evitar la incomodidad de confrontar problemas que parecen insolubles.

Slavoj Žižek y el “consumo de la catástrofe”

Žižek critica cómo las sociedades modernas responden a las crisis con una especie de “solidaridad consumista,” es decir, un impulso inicial de ayudar que rápidamente se convierte en un gesto simbólico, como donar o compartir en redes sociales. Esto permite a las personas sentir que han cumplido, pero sin involucrarse profundamente.


La psicología social también ha estudiado este fenómeno, a menudo llamado “fatiga de la compasión”. Este concepto explica cómo las emociones intensas al inicio de una crisis disminuyen con el tiempo debido a la habituación emocional o la percepción de que el problema es demasiado grande para ser resuelto.

En síntesis, este desinterés al poco tiempo tiene raíces tanto filosóficas como psicológicas. Filósofos como Arendt, Bauman o Sontag señalan factores estructurales y culturales que facilitan esta indiferencia, mientras que Camus y Žižek añaden un enfoque más existencial y crítico sobre cómo las sociedades manejan el sufrimiento ajeno.


La neurociencia del dolor ajeno.

La neurociencia también ha arrojado luz sobre los mecanismos que explican por qué la empatía no siempre se extiende más allá de nuestro círculo cercano. El sistema de las neuronas espejo, descubierto en los años 90, es crucial para entender cómo sentimos el dolor o la alegría de otros. Estas neuronas se activan cuando vemos o escuchamos a alguien sufrir, lo que nos permite identificar y responder emocionalmente a su experiencia. Sin embargo, la activación de este sistema es más fuerte cuando la situación es cercana o se relaciona con nuestra propia vida.

Además, el cerebro humano tiene un sesgo de supervivencia que prioriza la atención a los problemas inmediatos, aquellos que afectan directamente a nuestra propia existencia. Así, los damnificados de Valencia, por más que el dolor de otras tragedias sea igualmente profundo, se sienten abandonados por un sistema incapaz de ofrecerles respuestas rápidas, y se olvidan de aquellas tragedias que no les tocan de cerca. Este fenómeno también se puede explicar por la “empatía egoísta”, que hace que las personas se preocupen más por quienes perciben como cercanos o semejantes a ellos.


¿El dolor enseña o se olvida?

Una de las preguntas más importantes en este contexto es si el sufrimiento propio transforma la empatía a largo plazo. Los estudios sobre resiliencia sugieren que algunas personas que atraviesan experiencias traumáticas desarrollan una mayor comprensión del dolor ajeno, pero este no siempre es el caso. En ocasiones, el sufrimiento vivido puede llevar a una “fatiga por compasión”, que desvanece el impulso de ayudar a los demás.

Los damnificados de Valencia, como sucede en otras tragedias, probablemente estarán marcados por su experiencia.


Pero, ¿cómo será su actitud una vez que la normalidad vuelva a sus vidas?

Si miramos hacia atrás, podemos ver que muchos de los que sufrieron durante el volcán Cumbre Vieja, el terremoto de Lorca o las riadas de Benasque, una vez que superaron el dolor inmediato, se desconectaron de las tragedias ajenas. La empatía, como se ha demostrado, es un recurso limitado y selectivo.

El ser humano tiene una capacidad innata para sentir el dolor ajeno, pero esta empatía suele estar condicionada por la proximidad, la experiencia personal y el entorno inmediato. Aunque la tragedia de los valencianos es profundamente conmovedora, no es la primera ni será la última. La pregunta sigue siendo:


¿cómo podemos cambiar esta dinámica para que la empatía no se limite a lo que nos toca vivir en carne propia?

La historia nos muestra que el sufrimiento ajeno, aunque a veces se vuelve abstracto con el paso del tiempo, sigue siendo una lección vital para la humanidad.

Al final, la verdadera transformación está en la capacidad de mantener la empatía activa, no solo cuando el dolor nos golpea a nosotros, sino también cuando somos testigos de las tragedias que afectan a otros. Sin embargo, ¿seremos capaces de mantener esa sensibilidad cuando la normalidad regrese a nuestras vidas? La respuesta, probablemente, no esté en el sistema, sino en cada uno de nosotros.


Y ahora, hablemos de la UTOPÍA como la excusa de los vagos, ignorantes y cobardes para no cambiar el sistema político.

Ya he mencionado que la devastación causada por la reciente DANA en Valencia dejó al descubierto una grieta social significativa: la falta de movilización frente a una crisis que afecta directamente a 800.000 personas en la región. De ellas, solo 130.000 participaron en las manifestaciones para exigir soluciones. Este número representa apenas el 16,25% de los afectados directos, una cifra que invita a cuestionar por qué la mayoría elige permanecer al margen.


Pero entonces, ¿qué frena el cambio?

1. La indiferencia de quienes no se sienten aludidos.

En muchos casos, las personas descartan las luchas ajenas, ignorando que las sociedades funcionan como redes interdependientes. Este pensamiento olvida que los derechos que hoy disfrutamos fueron conquistados por quienes lucharon en el pasado, incluso para personas que nunca conocerían. Este egoísmo moderno socava la idea de progreso colectivo, dejando en manos de unos pocos la defensa de un futuro sostenible.

Un claro ejemplo de lucha por derechos colectivos que hoy parecen obvios es el movimiento sufragista. A comienzos del siglo XX, mujeres en Europa y América lucharon por el derecho al voto. En el Reino Unido, las sufragistas lideradas por Emmeline Pankhurst enfrentaron arrestos, huelgas de hambre y agresiones físicas.


Entre 1903 y 1918, al menos 1.000 mujeres fueron encarceladas y muchas sufrieron abusos durante su lucha. El derecho al voto femenino fue finalmente conquistado en el Reino Unido en 1918 para mujeres mayores de 30 años y en 1928 para todas las mayores de 21.


Ellas lucharon por las mujeres de su presente y sobre todo del futuro. ¿Acaso tú luchas por algo que no sea tu propio bienestar?, ¿Por qué entonces otros deberían luchar por tus causas?


2. El miedo al fracaso y al cambio.

Frases como “mejor malo conocido que bueno por conocer” son una barrera cultural que perpetúa la resignación. La paralización frente a una posible derrota disuade a muchos de actuar, incluso cuando sus condiciones de vida están en juego. Esto fue evidente en la DANA: muchas familias, conscientes de las fallas en las infraestructuras y la falta de políticas preventivas, optaron por no manifestarse por temor a que su esfuerzo no generará resultados inmediatos.

La resignación ante el sufrimiento ha sido tradicionalmente romantizada. Por ejemplo, durante la Gran Depresión en Estados Unidos (1929-1939), muchas familias aceptaron su situación como un mal inevitable, mientras que otras lideraron movimientos que forzaron al gobierno a implementar políticas de bienestar social, como el New Deal.

En el contexto actual, el miedo al fracaso paraliza a muchos, incluso cuando las soluciones están al alcance. La falta de protestas masivas frente a la DANA puede explicarse en parte por este temor: ¿Qué pasará si se movilizan y no logran nada? Sin embargo, la historia demuestra que los cambios significativos rara vez ocurren sin esfuerzo ni sacrificio colectivo.


3. La falta de inteligencia estratégica colectiva.

Luchar contra sistemas complejos requiere no sólo voluntad, sino también planificación. Sin líderes capaces de diseñar estrategias efectivas, las movilizaciones pierden fuerza. En Valencia, aunque los líderes ecologistas, sociales y sindicales han demostrado tenacidad, la falta de implicación masiva resetea constantemente los avances, atrapándonos en un ciclo infinito de educación y concienciación sin resultados sostenibles.

En las décadas de 1950 y 1960, el movimiento por los derechos civiles en Estados Unidos, liderado por figuras como Martin Luther King Jr., demostró cómo la planificación y la estrategia pueden superar barreras aparentemente insuperables. Las marchas pacíficas, como la de Washington en 1963, que reunió a más de 250.000 personas, fueron claves para presionar al gobierno y lograr avances legislativos como la Ley de Derechos Civiles de 1964.

En Valencia, la falta de una movilización estratégica similar ha dejado a los afectados por la DANA sin una voz unificada. Aunque 130.000 personas es una cifra considerable, representa una minoría que no logra generar presión suficiente para obligar a los responsables políticos a actuar.


Estos derechos, conquistados a costa de sacrificios personales y colectivos, se dan hoy por sentado, ignorando que su existencia es fruto de batallas libradas por personas que pensaron más allá de sí mismas.

La indiferencia actual ante problemas como el cambio climático o la gestión de desastres naturales refleja una desconexión similar a la de quienes en su tiempo no apoyaron estas luchas históricas.


La política y las urnas: un espejo de las contradicciones

En las elecciones autonómicas de 2023, el PP y Vox formaron gobierno en la Comunidad Valenciana, obteniendo juntos 53 escaños y el poder suficiente para dirigir políticas clave. Paradójicamente, muchos municipios afectados por la DANA están gobernados por estos partidos, lo que obliga a reflexionar: ¿cuántos votantes que hoy enfrentan esta crisis confiaron en estas formaciones en las urnas?

El contraste es aún más llamativo al analizar las decisiones de gobierno tras la crisis. Las críticas han señalado la falta de medidas preventivas efectivas y la escasa preparación para eventos climáticos extremos, cuestiones que requerirían políticas más proactivas e inclusivas. La desconexión entre el sufrimiento inmediato de los afectados y la percepción de responsabilidad política es un reflejo de cómo las decisiones electorales a menudo no consideran los impactos a largo plazo.

Muchos de los municipios más afectados están gobernados por estos partidos, lo que plantea preguntas incómodas:

  1. ¿Cuántos de los afectados votaron por estas formaciones?
  2. ¿Están dispuestos a aceptar que las políticas que respaldaron en las urnas han contribuido a la falta de previsión y respuesta frente a este desastre?

A modo de ejemplo, en municipios como Alzira, Torrent y Gandía, gobernados por el PP o Vox, las quejas por la falta de planes de emergencia son recurrentes. Esto invita a una reflexión crítica: la desconexión entre las expectativas electorales y las acciones concretas de los gobernantes se traduce en un vacío de soluciones que afecta directamente a la ciudadanía.


Conclusión: La utopía como motor, no como excusa

El término “utopía” no debe ser una excusa para evitar el cambio, sino un motor que impulse transformaciones colectivas.

La DANA ha dejado una lección clara: la indiferencia, el miedo y la falta de estrategia no solo perpetúan los problemas, sino que los agravan. Los derechos y avances sociales que hoy disfrutamos, desde el sufragio femenino hasta las políticas de igualdad, fueron fruto de luchas constantes y sacrificios colectivos.


<< Valencia no solo necesita mejores infraestructuras, sino también una sociedad más comprometida. El reto no es pequeño, pero como en todas las grandes luchas de la humanidad, la clave está en reconocer que el verdadero progreso no viene de esperar a que otros actúen, sino de tomar responsabilidad, una persona a la vez. >>


<< El futuro no está en manos de quienes se conforman con criticar desde la distancia, sino de aquellos que están dispuestos a movilizarse, planificar y actuar. Si algo nos enseña la historia, es que los cambios significativos comienzan cuando se deja de ignorar la utopía y se la convierte en una meta alcanzable. >>


DATOS POLÍTICOS: Responsabilidad ciudadana en la elección de sus representantes políticos.


Identificación de municipios afectados por la DANA y su contexto político

Municipios afectados

En la provincia de Valencia, la DANA ha impactado en al menos 71 municipios, concentrados en áreas como L’Horta Sud, La Plana de Utiel-Requena, La Hoya de Buñol, La Ribera Alta, L’Horta Nord, La Ribera Baja, y Los Serranos, además de varias pedanías de la ciudad de Valencia. Esto representa aproximadamente el 30% de los municipios de la provincia y afecta al 31,8% de la población, con más de 845.000 habitantes afectados y daños considerables en infraestructuras, viviendas y redes básicas como electricidad y agua


Datos electorales y gobernanza

Para analizar los datos electorales de estos municipios, se puede utilizar el resultado de las elecciones autonómicas de 2023:

  1. La coalición PP-Vox gobierna en muchos de los municipios afectados, especialmente en áreas rurales y pequeñas localidades.
  2. El PSOE y Compromís tienen representación en municipios más grandes o con tradición progresista, como algunos barrios de la ciudad de Valencia.


Representación y gestión percibida

El descontento político en los municipios afectados puede variar dependiendo de la eficacia en la respuesta a la crisis. En municipios gobernados por la coalición PP-Vox, la gestión percibida de los efectos de la DANA podría influir en su apoyo político futuro, mientras que en aquellos gobernados por la oposición, la percepción de responsabilidad puede trasladarse hacia niveles autonómicos o nacionales.

Impacto político

Cruzando los datos de los daños y la gestión percibida, se podría calcular un impacto político aproximado:

  • En áreas tradicionalmente gobernadas por el PP-Vox, una mala gestión podría erosionar su base electoral.
  • Los municipios con gobiernos progresistas pueden enfrentar críticas si la respuesta local no es adecuada, pero el enfoque también puede dirigirse hacia la Generalitat (gobernada por PP-Vox).


La DANA impactó significativamente en 65 municipios de la provincia de Valencia, incluyendo áreas como L’Horta Sud, La Ribera Alta, La Hoya de Buñol, y barrios de la ciudad de Valencia. Las consecuencias incluyen daños en infraestructuras básicas y viviendas, afectando a una población de 845,371 habitantes, que representa el 31.8% de la población provincial


Resultados electorales en los municipios

En las elecciones municipales de mayo de 2023, se observó una tendencia al predominio del PP y Vox en varias áreas rurales y pequeñas localidades de la Comunidad Valenciana. En cambio, partidos como el PSOE y Compromís retuvieron el control en muchos núcleos urbanos importantes. Por ejemplo, en municipios afectados como Alzira (Ribera Alta), la alcaldía está gobernada por Compromís, mientras que en otras áreas de L’Horta Sud predomina el PP


Análisis de la representación política

Los partidos de la coalición PP-Vox tienen responsabilidades directas en varios municipios afectados. Esto podría implicar una presión política para demostrar una gestión eficaz frente a la crisis, considerando su reciente llegada al poder en la comunidad autónoma. Sin embargo, la oposición también juega un papel clave en localidades estratégicas, influyendo en la percepción ciudadana de la respuesta gubernamental.

Correlación entre voto y gestión percibida

Las primeras reacciones ciudadanas sugieren una evaluación dividida, dependiendo del color político del municipio. Donde gobierna el PP o Vox, los votantes podrían juzgar más estrictamente la respuesta a la crisis, ya que estos partidos prometieron mayor eficiencia en la gestión. En contraste, en localidades lideradas por PSOE o Compromís, existe una narrativa que podría culpar al gobierno autonómico de PP-Vox de falta de apoyo a nivel regional.


Y todo esto, nos lleva a LA GRAN REFLEXIÓN:


LA FALTA DE INTELECTO EN EL ELECTORADO ESPAÑOL:

El fenómeno de la persistencia de la corrupción en los partidos políticos en España, especialmente en el caso del Partido Popular (PP), y la aparente paradoja de que a pesar de ser condenado por corrupción siga ganando votos, tiene múltiples dimensiones. Para comprenderlo, es necesario analizar diversos factores históricos, sociales, psicológicos y políticos que contribuyen a este fenómeno.


1. Desconexión entre la corrupción y la realidad cotidiana de los votantes

En primer lugar, una gran parte del electorado no asocia directamente los casos de corrupción con el impacto directo en sus vidas cotidianas. Aunque los casos de corrupción en los partidos políticos, como el Caso Gürtel o el Caso Bárcenas, son emblemáticos, muchos votantes no los perciben como una amenaza a su bienestar inmediato. Si bien la corrupción puede afectar al funcionamiento del Estado, muchos ciudadanos se sienten más afectados por cuestiones inmediatas como el empleo, la economía o la seguridad. En este sentido, para una parte del electorado, la corrupción se ve como un problema abstracto, vinculado a una élite política, pero que no interfiere directamente en su vida diaria.

Esto es ocasionado por la falta de cultura política, histórica y social de la propia historia nacional e internacional. Pocos saben sacar conclusiones entre causalidad y consecuencias. Esto hace que no haya un espíritu crítico racional en los electores. Y tal y como rezaba Platón en su Sofocracia, el voto es fácilmente manipulable por los partidos que juegan con el patriotismo y el miedo al oponente.


2. La normalización de la corrupción en la cultura política

En España, la corrupción ha sido un fenómeno presente durante décadas en la política, no solo en el PP, sino también en otros partidos y administraciones, y en diversos niveles de gobierno. Esto ha llevado a una cierta "normalización" de la corrupción dentro de la política española. Al estar tan arraigada, la corrupción se ha convertido en parte del paisaje político, en lugar de ser vista como un fenómeno anómalo y excepcional. En este contexto, muchos votantes tienden a ver la corrupción como algo inherente a la política y no como un factor determinante para elegir a un partido u otro. A veces se justifica con la idea de que "todos lo hacen", lo que reduce el impacto de las condenas sobre la percepción pública de la honradez de los partidos.


3. La polarización política y el votante: "votante de tribunal"

La polarización política es otra explicación clave. En el sistema político español, donde las identidades de los votantes están muy marcadas por lealtades partidarias, muchos ciudadanos adoptan una postura defensiva frente a las acusaciones de corrupción que afectan a su partido.


Esto se conoce como el "votante de tribunal" o "votante defensivo": un votante que defiende a su partido incluso frente a la corrupción. Estos votantes tienden a interpretar las condenas de corrupción no como un fallo moral, sino como una persecución política o mediática por parte del "enemigo".

En este sentido, las investigaciones y juicios se perciben como una forma de ataque a un proyecto político que representa sus valores e intereses, lo que alimenta una especie de blindaje partidario.


4. La falta de consecuencias efectivas

Aunque el PP ha sido condenado por corrupción, las consecuencias no han sido lo suficientemente drásticas como para generar un rechazo generalizado. Los líderes políticos condenados, como los exministros o ex presidentes regionales, a menudo evitan penas severas y continúan con sus carreras políticas o empresariales. Además, las penas de prisión, cuando se dan, no afectan directamente a las estructuras de poder del partido. Esto crea una sensación de impunidad, donde los votantes perciben que las sanciones no afectan realmente a los responsables de la corrupción ni a la continuidad del partido.


5. La estrategia mediática y la "marca" del PP

El PP ha logrado mantener una marca de partido fuerte, asociada a la estabilidad, la unidad y la defensa de ciertos valores tradicionales. A pesar de los escándalos de corrupción, el partido ha sabido reposicionarse y continuar presentándose como el garante de la unidad de España, la economía de mercado y la estabilidad política. Esta imagen de partido "fuerte" y "decidido", en muchos casos, contrasta con la fragmentación de la oposición. La habilidad del PP para movilizar a su electorado a través de temas identitarios (como la unidad nacional, la lucha contra el separatismo o la defensa de las tradiciones) puede sobreponerse a la imagen de corrupción, especialmente cuando se presenta un contexto de polarización ideológica en el que los votantes perciben que su voto es más urgente que la crítica a la corrupción.


6. El "voto útil" frente a la fragmentación política

El voto útil es otro factor importante. En el sistema electoral español, el voto a un partido con posibilidades reales de gobernar es visto como más estratégico que el apoyo a partidos minoritarios. Aunque la corrupción sea un tema presente en la agenda, muchos votantes del PP pueden sentir que el panorama político actual, caracterizado por la fragmentación de la izquierda y los emergentes partidos de derecha, hace que votar a un partido que no sea el PP o su socio de gobierno no sea una opción viable. En este contexto, aunque los escándalos de corrupción sean conocidos, los votantes eligen al PP no tanto por su integridad, sino como un mal menor frente a otros partidos con los que no se sienten identificados o que no ven capaces de gestionar el país.


7. La "amnistía mediática" de ciertos casos

El tratamiento mediático también juega un papel en este fenómeno. Mientras que algunos casos de corrupción pueden ser cubiertos intensamente por los medios, otros, a veces por falta de seguimiento o interés, quedan en el olvido. Los medios de comunicación tienen una gran influencia en la formación de la opinión pública, y en muchos casos, el PP ha conseguido gestionar su imagen a través de estrategias mediáticas que han minimizado o desviado la atención de los casos de corrupción. La polarización de los medios, donde algunos se alinean con una visión favorable al PP, también contribuye a que los votantes se mantengan leales al partido, independientemente de las acusaciones.


Conclusión: La complejidad de un fenómeno arraigado

La razón por la cual el PP, a pesar de ser condenado por corrupción, sigue aumentando sus votos, no es un fenómeno aislado, sino que refleja una serie de dinámicas profundas en la política y la sociedad españolas. La normalización de la corrupción, la falta de consecuencias claras y la polarización ideológica son factores clave que contribuyen a este fenómeno. A pesar de la evidencia de corrupción, muchos votantes se sienten más atraídos por la estabilidad y la identidad que el partido les ofrece que por la moralidad o la transparencia. En este contexto, las condenas por corrupción parecen no tener el peso necesario para alterar las preferencias electorales, lo que subraya la complejidad de la relación entre la política, la ética y el comportamiento electoral en España.


En el próximo artículo, hablo sobre la RESPONSABILIDAD a la hora de elegir a nuestros representantes desde la INTELIGENCIA y no desde la emotividad.


Marcos Domingo Sánchez



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