Innovación: matemáticamente tenemos chance
Cómo me acaba de “iluminar” mi hijo (6 años) explicándome que cuando al color amarillo le “sumas” el color azul da como resultado el verde, y me lo escribió así A+A=B. Las matemáticas están detrás de todo. Pensemos esto desde la perspectiva de la innovación.
En la última década la conceptualización sobre la innovación dentro de las empresas ha avanzado. Hoy los empresarios saben que para crear valor a través de la innovación, las empresas tienen que aprender a generar más y mejores ideas, realizar un adecuado proceso de selección de dichas ideas para convertirlas en proyectos y hacer que éstos se vuelvan realidad. Este proceso de innovación debe ser al mismo tiempo rápido, eficiente y asegurar su replicabilidad y mejoramiento sistemático.
Una estrategia de innovación alineada con la estrategia de la empresa, una cultura que apoye a la innovación, procesos habilitantes y herramientas que permitan detectar oportunidades, son algunos de los elementos necesarios para la sistematización de la innovación.
Cuando se analizan los esfuerzos que hacen las empresas para innovar, vemos que las principales inversiones están enfocadas a desarrollar nuevos productos (Accenture, 2013). No tanto en procesos, ni en comercialización, ni en modelo de negocios, sino en lanzar un producto innovador. Pero, según estudios académicos (Harvard, 2013), más del 90% de esos productos terminan en la papelera, luego de grandes sumas de dinero gastado/invertido. Entonces, ¿cómo se puede aproximar a calcular, con cierta razonabilidad, la viabilidad de lograr un producto innovador?