Innovar
“Solo hay un problema: podríamos amar la innovación. Pero la mayoría de nuestros empleados lo odian”.
“Para ustedes, la innovación es todo eso. Para nosotros, es un trabajo extra sin resultados o, mucho peor, trabajos perdido”.
Rescato estas frases del artículo para Harvard Business Review de Nada Zhexembayeva de Febrero “Stop Calling It Innovation”, porque muestra una de las maneras más comunes donde se devela la manera rígida de entender la innovación como una técnica, en vez de mirar la posibilidad de profundizar en ella como fenómeno de manera social, creativa, cambiante y principalmente “con” una mente innovadora.
Y es que, en el mismo artículo lo mencionan, hablar de innovación hoy día genera miedos, incertidumbres y aparecer como amenaza, la odian pero el artículo invita a cambiarle el nombre en vez de ahondar en el problema o en este caso la preocupación que causa incertidumbre, y esto no se hace de otra forma sino que preguntándonos: ¿Por qué la innovación podría ser una amenaza?
Esta respuesta la podemos buscar ya sea observando nuestro entorno y las propuestas innovadoras que más se han publicitado o ir directamente al público común o al trabajador y escuchar de ellos cuál o cuáles podrían ser la causa del miedo o temor.
Observemos nuestro alrededor, en enero de 2018 un retail informaba de la apertura de su primera tienda piloto de autoservicio, cero colaborador, en el 2016 un banco empezó a cambiar su atención de público por cafeterías, cero colaborador, grandes tiendas hoy contemplan en sus bodegas sistemas de almacenajes basados en robots, cero colaborador, entre otros. No confundamos mejoras o desarrollos de productos, servicios y/o procesos en innovaciones, no.
La innovación es un cambio de prácticas, y al observar las prácticas que se están cambiando, nos podemos dar cuenta que principalmente la automatización o el reemplazo de personas por sistemas o desarrollos inteligentes nos puede dejar sin trabajo, o sin oportunidades de trabajo a largo plazo, esta amenaza es totalmente real, creíble y seria.
Entonces, ¿qué grupo de personas seria capaz de unirse para crear un sistema de ahorro que podría provocarle la pérdida de empleo a sus compañeros o incluso a sí mismos?, qué clase de ética promovería innovar sin cuidar lo que el WEF ya advertía respecto de la cuarta revolución industrial, que hacemos con las personas?, y las personas implicadas no solo se van a ver/sentir amenazadas sino que efectivamente, van a odiar lo que tenga que ver con innovación, e incluso pueden complotar en contra porque lo que amenaza es serio.
Ahora, esto no va a cambiar con una nueva denominación si el fenómeno sigue siendo el mismo, no vamos a poder evitar que las personas relacionen un “proceso creativo” como amenaza.
Esto es muy importante ya que nos pone juego, por una parte la propia confianza que tengan de nosotros (quienes vamos a promover innovar), que conozcan con claridad nuestras intenciones y especialmente nuestra ética; y por otra parte, que la organización haya realizado un proceso de transformación cultural de apertura a las islas, individualismos y espíritu de competencia interna, a uno de escucha, consciencia y colaborativo, donde son partícipes de los procesos y propuestas creativas, pueden expresar sus miedos y preocupaciones y se sienten cuidados.
El cambio de palabras podrá dar un espacio de respiro, pero tarde o temprano se volverá a transparentar la intención de fondo, llámese innovación, creatividad, modernización, etc., si se piensa sin las personas estas se sentirán amenazadas, descuidadas, sin motivación a colaborar en algo que les hará daño a si mismos, y desde nuestro lugar de promotores somos los llamados a tener al menos la virtud de la honestidad.