Junto a la cama de un enfermo terminal II

Junto a la cama de un enfermo terminal II

“Uno no constata la perduración de la existencia. La asume como perpetua.”

-Eduardo Sacheri-[1]

Los días pasan, se han convertido en semanas, y aquí sigo al pie de tu cama, acompañándote hasta el final, deseo permanecer a tu lado hasta tu último suspiro, soy tan consciente como tú del deterioro de tu cuerpo, ese cuerpo fuerte, invencible, imparable, sano, cada día está mas débil, solo queda el recuerdo de lo que fue. No puedo imaginar lo difícil que debe ser para ti verte en esa condición, si a mi se hace añicos el corazón, seguramente para ti debe ser mucho peor.

En este tiempo junto a ti, me he dado cuenta de lo breve de la vida, todo cambia en un abrir y cerrar de ojos. Ahora sé que tanto la enfermedad como la muerte solo llegan, no respetan edad, sexo, estado de salud, solo se presentan como las invitadas no deseadas, uno decide como convivir con ellas. Admiro tu fe, tu fortaleza, has enfrentado la adversidad con la frente en alto, aceptando la vida tal como es y no como seguramente te gustaría que fuera. Quisiera poder ser como tú, pero sinceramente, no tengo esa madera.

Tengo la esperanza de que en algún momento despiertes, tu dolor este bajo control, y poder conversar otra vez, poder tener de nuevo un tiempo juntos, sé que estoy pasando tiempo contigo, pero me gustaría verte a los ojos otra vez, decirte lo agradecido que estoy con Dios por haber permitido que nuestros caminos se cruzaran, agradecerte el ser parte de tu vida, llorar juntos, despedirme de ti antes de que sea demasiado tarde. Orar pidiendo a Dios que tomara mi vida en lugar de la tuya fue inútil, tal parece que tu tiempo acá esta por agotarse y el mío no, Dios escucho mi oración, pero no la contesto como me hubiera gustado.

No sé por qué tienes que irte, sinceramente no lo entiendo, no lo acepto, es algo que me sobrepasa, pero debo reconocer que tu partida la cual esta próxima me ha confrontado con uno de mis defectos: Posponer. Siempre hago planes, los cuales casi siempre no llego a concretar, ya que pienso que no tengo tiempo, que estoy saturado de trabajo, que ya habrá oportunidad para después, y la verdad es que quizá esa oportunidad que yo pienso que vendrá “después”, puede nunca llegar.

Gracias porque aun en tu agonía estas puliendo este defecto mío, vaya manera de enseñarme una de tus ultimas lecciones de vida para mí: Vivir, sabiendo que puede ser la última vez. Con tu agonía, me has enseñado a concentrarme en lo que de verdad es importante para mí. Aquí estoy, acompañándote, ya que de verdad me importas. De la manera mas cruel estoy aprendiendo a no posponer, ya que he comprendido que estas son las horas finales entre tú y yo. De todo corazón, gracias, amado maestro.

 

Referencias:

Sacheri, E. (2016). La noche de la Usina. México: Penguin Random House Grupo Editorial.

 


[1] Véase el libro: La noche de la Usina, por Eduardo Sacheri, página 78.


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