La Ansiedad, una herramienta
ANSIEDAD
En cualquier proceso terapéutico necesitamos una mirada compasiva. Es decir: amorosa. Es decir: neutral, sin juicio.
Aclarar que terapéutico lo uso acá en un sentido coloquial, no como tratamiento sino como una acción tendiente a comprender qué catzo nos pasa, por qué, para qué, cuál es nuestra responsabilidad en el asunto, cuáles son los beneficios ocultos a los que arriba nuestro ser integral, en la ecuación total, al desplegar lo que fuera. Porque, es así, es mi sentir, yo lo vivencio en mí, mi familia, amigos y consultantes: todo lo que se manifiesta, se proyecta, se materializa, por más incómodo, doloroso, molesto, que fuera, es una solución.
Algo no estamos pudiendo resolver, y una parte nuestra lo hace. A veces, muchas, es la biología, claro. Porque nuestro cerebro biológico, conectado directamente con nuestro espíritu, holograma en la tierra del mismo, es neutral, y siempre está tratando de garantizar nuestra supervivencia; es decir: buscar soluciones, así sean provisorias, al conflicto en el que estemos. El cerebro biológico no esquiva bulto, baila con la que le toca, y hace lo que tiene que hacer: darnos tiempo para ver si, con disponibilidad interna, recogemos el guante, leemos el mensaje y revisamos nuestra lógica vincular, emocional, mental, energética y, claro, biológica.
Bien, dicho esto, vamos a la ansiedad. Te decía, sin una mirada neutral seguramente que se nos escapa la tortuga. Así que, mi sugerencia, es suspender un cacho el juicio, parar la pelota, dejar de pensar - un ratín - que todo lo que se manifiesta en nosotros, ya sea en el cuerpo mental o el emocional o el energético o el físico, que nos jode, juzgamos como "negativo", "exagerado", "un desequilibrio", "un bloqueo", y la catarata de valoraciones que terminan desvalorizando, humillando, y despreciando nuestro proceso, es algo MALO. Así, hay, supuestamente, emociones buenas, más amigables, copadas, piolas y otras que son el demonio. Qué zarpada la alegría, qué bajón el enojo. No es así.
Todo tiene un sentido, y muchas veces, eso que juzgamos como negativo es la única solución provisoria que encuentra nuestro cerebro. Muchísimas veces, lo que juzgamos como malo y hasta le metemos pastilla, tintura madre, meditación, ajo, confesión, rezo, para eliminarlo, ocultarlo, dormirlo, es una herramienta que está en nosotros disponible para adaptarnos a los requerimientos del entorno, a nuestras vivencias ante tales exigencias, para sobrevivir, para integran las experiencias, para buscar salidas. SON SOLUCIONES.
Ahí vamos a la Ansiedad. Primero, de lo que soy consciente no representa un conflicto. Segundo, no somos eso que sentimos. No soy ansioso, transito una estado ansioso (estado, es decir, provisorio, es decir... por el momento). La ansiedad, así, de rompe y raje, y medio a lo bruto, te digo que es una emoción refleja. Nos refleja algo, nos quiere mostrar. Nos habla, nos toca la puerta. Y nosotros, en lugar de agradecer el mensaje, queremos matar al mensajero. Dormirlo de una trompada, con un ansiolítico, con un porro, con un cigarrillo, con comida, con actividad física, con rezo, con un balero, regando las plantas, da lo mismo. La cosa es que Ansiedad viene y la queremos echar a patadas, punto.
No. No es así, en un primer término. Insisto, hay que valorizar la ansiedad, porque ella nos lleva a otra cosa, algo que se esconde detrás de la ansiedad, no da la cara y le hace poner la jeta a aquella emoción (la ansiedad). Ansiedad tiene mala prensa (como Angustia, la prima hermana, demonizadas). La Ansiedad es algo visible, por mí y por el resto. Está ahí la tipa, no esconde nada, nos muestra todo, una honestidad divina. Así que somos consciente de la ansiedad, ella no es problema: ella nos está indicando, nos agarra de la mano y nos conduce al conflicto (es como la enfermera que le agarró la mano al Diego, en el 94; desde esta perspectiva lo que haríamos con la enfermera es taclearla para no llegar al doping; lo mismo hacemos con la ansiedad). Hay, seguramente, una impotencia de fondo. Seguro. Impotencia que va acompañada de frustración, necesidad no realizada. Y no está, esta impotencia, tan oculta, así, encriptada, que necesitemos sí o sí de un arqueólogo emocional para que desentierre ese tesoro. No, si nos ponemos las pilas, nos bancamos la pelusa, nos queremos y damos tiempo, una mirada activa, consciente, seguro daremos en el blanco. Por ejemplo, te tiro una personal. Ahora, mientras escribo esto, estoy ansioso. ¿Por qué? Porque agarré un laburo para escribir un libro, una ficción. ¿Por qué ansioso? Porque tengo miedo de no poder hacerlo, o de hacerlo "mal", de meter la pata como... sí, claro, lo hice en otro momento.
Si hay frustración, impotencia, hay miedo. Tengo miedo de no conseguir algo como no lo conseguí en... tal momento. Como no lo conseguí yo, o, a veces, como no pudo tal cosa alguien de mi árbol genealógico. Porque, si, claro, muchas veces le prestamos el cuerpo emocional, físico, al clan, a la familia, y nos hacemos cargo de conflictos que no nos pertenecen.
La Ansiedad, primero, antes que todo, antes de mandarla al cadalso, hay que saber que es UNA HERRAMIENTA: está en nuestros genes, en nuestra memoria celular, programada en nuestro cerebro biológico, para ser usada con un fin de supervivencia. La ansiedad nos está señalando la presencia de un peligro, sin la misma estamos al horno con papas. Claro que para el cerebro biológico es lo mismo algo real que algo simbólico, un peligro real o un peligro simbólico. Yo puedo estar en peligro porque me viene un lobo a morfar o porque vivencio a mi Jefe como un lobo que me quiere lastrar. No importa la situación, sino la vivencia que de la misma. Y la vivencia, para cada uno, es lo verdadero. Así que hay que valorizarla. Hay que valorizar la ansiedad, porque sin esta herramienta estaríamos dormidos, sin consciencia alguna.
La Ansiedad, nos orienta hacia la consciencia.
Ahora bien, cuando la ansiedad nos complica la diaria, se altera todo nuestro funcionamiento, deja de ser una herramienta para convertirse en un problema, es otra cosa. Deja de ser un estado, para pasar a ser una condición. Acá, no obstante, hay que preguntarse qué beneficios estamos obteniendo (ocultos, no conscientes), para que el cerebro biológico, por ejemplo, tome esa decisión. Está encontrando una solución ganadora (más allá del sin fin de costos, claro). Acá se vuelve patológica. Y hay otras cosas de fondo. Ahora bien, estos casos son los menos; realmente los menos. Porque la mayoría de nosotros, hoy, transitamos estamos ansiosos. Pero eso no altera nuestra realidad cotidiana al punto tal de que nuestro sistema esté en peligro, que nos olvidemos el gas abierto, que estemos distraidos al cruzar la calle, que se nos altere el sueño, que se nos quemen los papeles y la comida, que se nos mezclen los tantos y disociemos verdad de realidad, que estemos a punto de colapsar, en alerta constante, con nuestro sistema para simpático al palo. No estamos así, la mayoría de nosotros que decimos que nuestro problema es la ansiedad.
Tiremos de la ansiedad, ahí está el huevo y no lo pise. Valoricemos que nos hace visible. Tanto nos hace visible, que hasta el Otro nos ve "ansiosos". Nos muestra, nos quiere hacer ver. Nos señala algo mal que no funciona bien. Nos permite adaptarnos, encontrar soluciones y evolucionar.
¿Qué hacer con la Ansiedad? Ah, esta pregunta nos fascina (soy el primero). En primer lugar, comprenderla, escucharla, mimarla, sacarla a pasear, si es posible regalarla, alimentarla, y mirarla como si estuviésemos mirando un espejo. Darle tiempo a que hable. Dejarle entrar. La tipa está acostumbrada a ser rechazada, no va a soltar prenda tan fácilmente; nos tiene que creer.
En segundo lugar, saber que el cerebro recibe información, de muchísimos lados, y concluye que estamos en peligro, gracias a Doña Ansiedad (es tan sabia, y vieja, que seguramente es Doña, porque además es buenaza). Esto es porque, de fondo, creemos que la cosa huele a cómo ocurrió antes: si antes la pifié, ahora la puedo volver a pifiar, y recreo las condiciones. Tengo miedo. Bueno, saber que si el miedo es muy estresante el cerebro lo resuelve realizando eso a lo que le tenemos miedo: es decir confirmando el miedo. La pifio. Dejo de tener miedo, ahora tengo que lidiar con aquella frustración. Jamás son las mismas condiciones, jamás. Nuestra vida cambia instante a instante, porque nosotros lo hacemos. La tierra jamás pasa por el mismo eje. Aprendamos de las experiencias anterior, integremos las vivencias, dejemos de juzgar nuestro proceso, y aceptemos nuestras cualidades. Muchas veces, los obstáculos se presentan porque los necesitamos para no desplegar lo que somos, nos encadenamos a los conflictos para no ser libres. Es más fácil actuar ante el NO, sabemos qué hacer, que ante el SÍ: asumir nuestro potencial. Muchas veces funcionamos como esclavos (emocionales, energéticos, mentales, físicos): nos quejamos de nuestra esclavitud, pero cuando nos abren la puerta, cuando nos liberan, salimos un rato, oteamos el aire, pispeamos el paisaje, nos asustamos de ser condenamente libres, y volvemos al encierro.
Muchas veces, no es el miedo a errar. Es el miedo a acertar. Y, muchísimas veces, es el miedo a que ese error sea lo que en realidad es: un acto creativo.
Pablo Arosio