La avaricia lo pierde todo por quererlo todo: La reina y el cofre
Cierto día, una reina que vivía en un castillo bastante lejano oyó a sus sirvientas murmurar lo siguiente: “¡De verdad que la reina no se entera de nada! Los nobles vienen robándole su dinero y ella no se percata. ¡La pobre no sospecha nada!”, a lo que respondió la otra criada: “Tienes toda la razón. Lo peor de todo es que se trata de gente de su confianza. Vaya disgusto que se daría si se entera”.
La reina, luego de escuchar esto, se quedó muy sorprendida. ¿Qué le estarían robando los nobles?, ¿en qué momento?, ¿quiénes exactamente? No lo pensó más y de inmediato ideó un plan para poder descubrirlos. A la mañana siguiente mandó a llamar a todos los nobles al salón principal del castillo y les dijo: “Les tengo una gran noticia. Acabo de recibir un regalo muy generoso de parte de un rey muy querido. Él me ha enviado un cofre repleto de oro y joyas preciosas, y como sé que ustedes son muy fieles y bondadosos conmigo, he decidido regalárselo a uno de ustedes, pero primero quiero que vean el tesoro. Bajen conmigo al gran salón de los cofres”.
Todos los nobles se quedaron totalmente embelesados, ¿un obsequio tan increíble?, ¿en serio?, a todos los ojos les brillaban. Ya pensaban en todo ese oro, las joyas, diamantes y esmeraldas. ¡Cuánto dinero!
Luego de atravesar estrechas y oscuras galerías, llegaron hasta una gigantesca sala. ¡No podían creer lo que estaban viendo! La habitación estaba repleta hasta el techo de cofres y sacos llenos de dinero y joyas preciosas. La reina tomó entonces el cofre al que se refería y les dijo: “Perdónenme un momento que acabo de recordar que tengo un asunto pendiente. Quédense aquí que en seguida regreso”.
Cuando la reina abandonó el salón, los nobles empezaron a robarle absolutamente todo lo que pudieron, llenando los bolsillos de sus sacos con monedas de oro, cadenas y anillos preciosos. Al cabo de unos minutos, la reina regresó y les pidió a todos que la acompañaran hasta el patio del castillo. Allí, ella había colocado un gran barril tumbado en el suelo.
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“Bien, le regalaré este cofre a aquel que logre pasar por encima de este barril de un solo salto”.
Los nobles, sedientos de codicia, corrieron hacia el barril intentando saltarlo, pero por más que intentaban subirse a él les resultaba imposible. Al caer del barril, las monedas y joyas que habían robado empezaron a rodar por el suelo, llenando en pocos minutos el patio de joyas.
“Con que con esas estamos. Ahora veo que mis criadas tenían razón. Ahora sé toda la verdad”. Acto seguido, la reina mandó a encerrar a todos los nobles a las mazmorras, dejando una importante lección sobre la codicia y la fidelidad.
Está muy claro que la avaricia nos puede cegar hasta el punto en el que perdemos la noción de la realidad. Nos puede hacer cometer grandes errores, e incluso caer en el ridículo. Por eso es importante entender que cuanto más se tiene, más se quiere. El que menos tiene, por otra parte, aprende a conformarse. La sed del avaricioso nunca tendrá límites y puede resultar ser realmente peligrosa.