La batalla de Sevilla
La artillería francesa disparaba balas y metralla contra la caballería española, portuguesa y británica que intentaba tomar la cabeza del puente de barcas del barrio de Triana. Tras dos intentos fracasados, cargaron una vez más al galope, sable en mano, contra las posiciones francesas erizadas de fusiles. Hacía 40 grados y los soldados franceses sabían que perder aquel puente era perder la vida.
27 de agosto de 1812. El general Juan de la Cruz Mourgeon, sevillano, llega a Triana procedente de Castilleja al frente de un ejército Aliado dispuesto a liberar Sevilla de las tropas napoleónicas. En la ciudad ya no está el mariscal Soult, que ha ordenado un repliegue táctico hacia Córdoba. Quedan para sostener la retirada a las órdenes del general gobernador Rignoux, 8.000 soldados divididos en ocho batallones de Infantería y dos regimientos de Caballería.
Se fortifica con parapetos, estacadas y fosos la orilla trianera del Guadalquivir desde la Cartuja hasta el puente de barcas, el único punto de acceso a Sevilla. Cuando los vecinos de Triana ven la lucha, las campanas de las iglesias comienzan a tocar llamando a la rebelión. Rápidamente el repicar se extiende por toda la ciudad. Comienza la caza del francés en las calles y casas de Sevilla.
Cuando los soldados franceses son conscientes de ello abandonan sus posiciones y corren para salvar sus vidas. Es en ese momento cuando, al tercer intento, la caballería Aliada toma las posiciones francesas del puente de barcas. El paso a Sevilla está libre, la victoria es total. Las campanas de la Catedral repicaron por la victoria durante tres horas. Sevilla fue recompensada por su valor recibiendo el título de ‘Muy Heroica’ por parte del Rey Fernando VII.