LA BUENA ILUMINACIÓN DE UN AMBIENTE DE TRABAJO NO ESTÁ SOLO EN LAS NORMAS

Los que nos dedicamos a proyectar la iluminación en ambientes de trabajo de interior sabemos que la Norma UNE12461-1 es la más importante para la regulación de estas instalaciones. Hace unos 3 meses observé con sorpresa, que en la última actualización de la Sección HE3 del CTE había desaparecido la referencia a la norma de iluminación de interiores UNE12464-1 y que esta se había sustituido por el Anejo IV del Real Decreto 486/1997: ¿Escándalo? Sí y no. Sí, porque hacer referencia, de forma inexplicable, a un RD de hace más de 20 años, asemeja al "remake" de Parque Jurásico. No, porqué en la vida real, casi nunca se averiguaba la aplicación de la Norma UNE, vaciando a menudo el esfuerzo de la redacción del proyecto.

No nos engañemos: a pesar de los (¿escasos?) esfuerzo del sector en mejorar los proyectos de iluminación de los lugares de trabajo, en España se merma la calidad de las instalaciones a lo largo de la cadena de valor. Esto se debe, sobretodo, a los vicios de contratación (modificados en curso de obra) y a los controles laxos por parte de los Organismos de Control Autorizados. De modo que, sí, en el CTE hubiera sido mejor seguir haciendo referencia a la Norma UNE12464-1, pero de este retroceso no surgirá un empeoramiento sustancial.

Por otra parte no debemos olvidar un echo crucial: seguir proyectando exclusivamente sobre los criterios cuantitativos establecidos por la normas, es una forma arcaica de concebir la iluminación. Los 300-500 Lux horizontales (ligados a otros valores, como el UGR y con excepción de los más recientes valores verticales) se pensaron en siglo XX para actividades similares a las de lectura sobre papel: ¿quién lee un papel con frecuencia hoy? O ¿quién mira el suelo mientras recorre un pasillo?

Incluso la idea de una Iluminación Centrada en el ser Humano (Human Centric Lighting) vuelve a reproducir el error de separar las necesidades fisiológicas/biológicas de las personas (visión/respuesta circadiana), de las necesidades psicológicas (perceptivas), relegando estas en el ámbito subjetivo. Muchos saben, por ejemplo, que la simple variación la temperatura de color de la luz artificial a lo largo del día (tunnable white), nada tiene que ver con la respuesta circadiana (Russell) y saben también que la reciente base de cálculos de ésta (CIE), no solo es extremadamente difícil de aplicar, sino, mucho más complejo, es medir su efectividad. Así que, para obviar esta dificultad, algunos tienen otro argumento de reserva, afirmando que reproducir el ciclo de la luz natural tiene efectos psicológicos beneficiosos. W.M Lam, ya en los años 70 reconoció la necesidad de comprender la dimensión temporal, a través del acceso a la luz exterior (intensidad y matices, condiciones atmosférica, etc.), así que nada nuevo en el horizonte, salvo que, siempre que sea posible, sería mejor hacerlo abriendo o ampliando una ventana.

Quizás, de forma paradójica, no tener un marco regulatorio rígido podría tener la ventaja de dejar finalmente el paso a un diseño de iluminación más "abierto" hacia soluciones que consideren finalmente a las personas como un conjunto de necesidades fisiológica y psicológicas. Y esto, como decía Poul Henningsen "no es caro, pero requiere cultura". Entonces, quizás, debería existir la voluntad de definir, no tanto la aplicación de una norma que regule todos los detalles de la calidad de la iluminación (casi imposibles de calcular), sino una norma que regule la redacción y la aplicación de un proyecto de iluminación, como, por ejemplo, se ha aprobado en Italia (UNI 11630 : 2016). Esto podría obligar a la puesta en valor de la actividad profesional ligada al diseño de iluminación y, finalmente, al reconocimiento de la formación continua necesaria en este campo.