La cultura de la mediocridad

Desde que me encuentro lejos de lo que me fue mi realidad durante más de treinta años, he tenido el tiempo y la calma para analizar muchas cosas y también de analizarme a mí mismo. La falta de ruido hace que uno inevitablemente vea las cosas un poco más claras.

Al mirar para atrás veo un ser humano que por un lado hizo todo lo que quiso, como crear proyectos independientes, plataformas para la difusión de la música y la cultura, producir y conducir radio y televisión, crear productos, contenido, y así infinidad de cosas que me han hecho crecer como profesional pero sobre todas las cosas, disfrutar de no solo mi creatividad sino también de la de los demás, y aprender de eso. Pero también veo a la misma persona que por un tiempo hizo lo que el guión decía que debía hacer. Estudié, me gradué, y comencé a trabajar desde muy chico pasando por diferentes organizaciones, empresas y proyectos, tal como me enseñaron. Si bien siempre lo hice para mantener mi otra vida, fue por largo tiempo mi sustento y al mismo tiempo mi "yo" más normal, aplicado, obediente desde el punto de vista de la sociedad moderna.

En esos diez años aprendí muchas cosas, pero primero y principal, aprendí sobre la MEDIOCRIDAD, una de nuestras grandes enfermedades. Pero no quiero que esta afirmación sea interpretada como una exclamación de arrogancia de mi parte, todo lo contrario, quiero que se entienda como un ataque directo a los mecanismos de coerción de una sociedad que solo quiere que seamos productivos, y por productivos que se entienda "seguir órdenes", "no cuestionar", etc.

Como ser humano curioso, inquieto, creativo, y amante de la evolución de las personas, la mediocridad es mi peor enemigo, como el de todos ustedes. He compartido espacio con tanta gente mediocre que me angustia. Recuerdo esos momentos sentado en un escritorio, viendo como pasaba el tiempo y me reprocho "¿Por qué aguantaste tanto tiempo?". Es que la mediocridad te absorbe la energía hasta que te hace mediocre a vos también.

Me acuerdo de ese primer día en ese primer trabajo... tan joven, lleno de energía, con mil ideas y con ganas de aprender, con ganas de hacer mi aporte, de que me valoren, de que me escuchen. ¿Qué me pasó? Me pasó que entré en el juego de una sociedad que no quiere que seamos individuos, que no quiere que pensemos, que no quiere que seamos diferentes sino calcos con roles predeterminados con el único objetivo de serle útil a un sistema al que no le importamos porque cuando no le servimos más nos reemplaza, con otra copia, una que no se cuestione, que no critique, que no piense.

El trabajo no dignifica, el trabajo es el sistema de control más poderoso de este modelo (capitalista). Lo hacemos porque nos pagan para poder sobrevivir en esta sociedad. Es una mera estrategia para tenernos a tiro, condenados a la eternidad. Se juega con nuestra desesperación, con nuestro miedo, con nuestra comodidad, esa que nos hacen creer que es "nuestra vida" o a lo que debemos aspirar. Y cuando hablo de trabajo no me refiero a invertir horas y horas en algo que realmente te gusta y apasiona, sino al concepto de seguir órdenes, cumplirlas y obtener algo a cambio.

Nos rompemos el alma y nos desvelamos para subir y subir, creyendo que al final del camino habrá una recompensa. Lo siento mucho por los que creen eso, al final del camino hay una persona sin rostro que te estrecha la mano y te dice "gracias por tus servicios ¡traigan al próximo!". Ahí es donde te das cuenta de que solo fuiste funcional a una compañía ¿a cambio de qué? ¿dinero? ¿status? ¿o qué?

De lo que estoy seguro es de que entregaste los mejores años de tu vida, los más creativos, toda esa energía a cambio de una palmadita en la espalda mientras tus sueños, tus verdaderas pasiones e inquietudes te miraban desde afuera, esperando el día en el que te des cuenta.

La mediocridad se ríe de nosotros mientras nos ponemos grises, perdemos el color y el aura, perdemos las ganas, la ilusión de querer responder a lo que nos pide el cuerpo y la mente. Pero el dinero y el poder casi siempre nos ganan. Nos vuelve arrogantes, individualistas, nos despoja de toda empatía y cuanto más tenemos de eso, más perdemos de lo otro.

Por más simple que suene, es algo muy difícil de combatir porque cuando comenzas a tener pensamientos propios, críticos, realistas, aparecen los mediocres y te arrinconan contra la pared, ejerciendo presión y coerción en tu mente confundida que quiere despertar. "¿Vas a renunciar?", "¿Qué vas a hacer de tu vida?", "¿Estás loco?", "¡No pierdas el tiempo!". "Pero vos sos muy importante para esta organización", etc, etc, etc. Así puedo seguir por horas, las tácticas abundan, los zombies de la mediocridad no piensan, repiten. Pero despertar es el primer paso.

A medida que se deja de ser mediocre nos amenazan muchas preocupaciones que van desapareciendo a medida que recuperamos la confianza, el espíritu, las ganas. Empezamos a preocuparnos no solo por nosotros, sino también por los demás, por lo que pasa a nuestro alrededor ¡ah! ¡la empatía! que necesaria es... nos habíamos olvidado. Que hermoso es tener ideas y llevarlas a cabo, equivocarnos y aprender sin que nadie nos demonice por eso. Se recupera el aire, el color, la vida.

Romper con la mediocridad es romper con lo que nos imponen. No es tarea fácil, nos van a boicotear una y otra vez, pero les digo algo, no hay nada más hermoso que vivir combatiendo a ese monstruo, ese que no quiere que seamos nosotros mismos, ese que no quiere que seamos felices. Tenemos una fecha de vencimiento, cada uno elegirá como quiere vivir la vida.


Agustin Alvarez Igarzabal

Student Coordinator en Aleph

5 años

Excelente Vasco, muy claro el mensaje que queres dar. 

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