La danza de imágenes públicas que hay alrededor de la mascarilla
Para los guatemaltecos, la bandera nacional se ha convertido en un símbolo de la identidad nacional que le da sentido de pertenencia a un determinado colectivo y que nos hace confluir en varias lógicas y aspiraciones, situación que no es ajena a otras naciones. Asimismo, las mascarillas que hemos utilizado ante la pandemia nos han permitido construir una serie de sentidos que nos han reforzado o deteriorado la percepción que proyectamos ante los demás y la forma en que nos vinculamos.
Es decir, el utilizar una mascarilla nos ha brindado la posibilidad de jugar más con cómo nos comportamos ante la realidad y decidir si queremos reaccionar ante ella, porque ya saben quiénes somos, o si no escondernos en una especie de camuflaje que oculta nuestra identidad y nos permite pasar por des-apercibidos (que no nos perciba el otro).
https://espanol.cdc.gov/coronavirus/2019-ncov/prevent-getting-sick/cloth-face-cover-guidance.html
Guía para el uso de la mascarilla
Diferentes posturas han habido en torno a los pros y contras sobre el uso de la mascarilla.
Por el lado de los pros, he escuchado a personas sentirse bien con la mascarilla por:
- La mascarilla impide que tenga que hacer un esfuerzo con mi voz para quedar bien con la otra persona.
- Las personas se han sentido mejor por el hecho de que no se miran sus gestos duros o drásticos, lo cual ha disminuido las malas interpretaciones que se generaban en sus receptores.
- “No me han reconocido y esto me ha hecho sentir mejor ante el desagradable hecho de tener que saludar a determinada persona”.
- Las personas se sienten más seguras con el uso de la mascarilla en general, y además no están contagiando a nadie.
Desde otra perspectiva, diferentes personas han manifestado ideas de malestar por la utilización de dicho insumo, en el sentido de:
- “Siento que la mascarilla me ahoga y por lo tanto me fatigo más durante el día”.
- “Me siento mal porque me he dado cuenta que la gente no capta el mensaje que realmente quiero transmitir”.
- “No me gusta la mascarilla porque considero que nos están imponiendo un estilo de vida”.
- “He visto que la mascarilla ha apagado a las personas y las hace hablar más bajo de lo que realmente lo hacen. Siento que me están silenciando”.
En una línea de pensamiento o en otra, lo que he observado es que alrededor del uso de la mascarilla cada persona ha construido una serie de perspectivas que se han compartido en diferentes colectivos donde los individuos se desarrollan, convirtiéndose en imágenes públicas o ideas colectivas que se han interpretado antojadizamente, lo cual ha provocado que ha a partir de ella se construya una determinada posición y su respectiva conducta para reaccionar ante la pandemia.
Es decir, dependiendo de cómo incorporemos la mascarilla a nuestra identidad y construyamos el grado de aporte que realiza, por impactar directamente a nuestro cuerpo, la misma se ha convertido en un estímulo externo que nos hace tener una posición más o menos responsable de nuestras vidas, familias, comunidades, países y mundo, impactando en cómo nos relacionamos como colectividad.
Por eso vemos diferentes versiones de la mascarilla y esto es debido a que, por necesidad o aspiración, este insumo nos estimula hacia conservar nuestra salud y seguridad y orientar el grado de adaptación al que debemos de llevar nuestras vidas en esta nueva época mundial.
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