La educación por competencias. Una adaptación al contexto educativo del siglo XXI.
1. Las competencias clave: una estrategia europea para la sociedad del conocimiento.
En efecto, es la Unión Europea la que ha liderado la apuesta por la inclusión de las competencias clave en las estrategias pedagógicas de los estados miembros. La intención es que los individuos se formen de una manera integral, y que su paso por la escuela los prepare para vivir en un mundo globalizado, y donde el mundo del trabajo, así como la vida en sociedades multiculturales, requieren cada vez más un modo activo de ser-estar-saber.
El pleno desarrollo social, personal y profesional de los individuos, que se pretende conseguir con estas estrategias, incidirá asimismo en un mayor bienestar, que vendrá dado por un eficiente desarrollo económico, fundamentado en el conocimiento. Desde hace tiempo, la UE se ha definido a si misma como la economía del conocimiento más dinámica del mundo.
2. El concepto de competencia clave: características y posibilidades.
En 2003, DESECO, dio una definición de competencia, ampliamente aceptada desde ese momento: “la capacidad de responder a demandas complejas y llevar a cabo tareas diversas de forma adecuada”. Entrando más en profundidad en la idiosincracia del concepto competencia, podemos afirmar que es un término polisémico, pues engarza múltiples aspectos de la conducta humana, desde los psicomotrices, a los puramente mentales, así como los sociales (la inteligencia emocional y social sobre todo).
Las competencias se fundamentan en una combinación de habilidades prácticas, conocimientos adquiridos y previos, altas dosis de motivación, una fundamentación ética de las acciones, un conjunto de actitudes posibilitadoras, la predisposición emocional al conocimiento y la interacción con los iguales, así como componentes más genéricos (sociales y de comportamiento): una acción eficaz se logra conjugando eficazmente todos los elementos reseñados.
En definitiva, se trata de una conceptualización de la enseñanza eminentemente activa, pues los conocimientos adquiridos deben y pueden ponerse en práctica, sobre todo en contextos sociales, y por tanto, su tratamiento, no debe quedar relegado al currículo, en el centro escolar, así como, y con una mayor importancia, fuera de el. Así, nos encontramos con contextos educativos formales, no formales e informales, completamente interrelacionados y complementarios.
3. Las competencias como “saber-hacer”: desarrollo individual, en la sociedad, y como profesionales.
Este “saber-hacer”, principio y finalidad de la educación en y por competencias, como ya hemos dicho, debe ser aplicado en contextos cambiantes, y diversos: académicos, sociales y profesionales, que tienen características diferentes, modos y normas específicas para la aplicación del citado “saber-hacer”.
La actividad educativa, bidireccional entre docente y discente, debe tender a que la transferencia a los distintos contextos antes reseñados, sea factible y eficaz. Para ello es necesario una comprensión del conocimiento presente en las distintas competencias, y su vinculación con las habilidades prácticas y destrezas que los integran. El aprendizaje-significativo, es pues, la base de una adecuada instrucción en competencias.