LA EMPRESA FAMILIAR EN TIEMPOS DEL COVID-19
Las familias empresarias pueden –y deben- ser “agentes de esperanza” en estos tiempos de gran incertidumbre política, social y económica.
Es evidente que el coronavirus ha cambiado nuestras vidas desde el pasado mes de marzo y, como no podía ser de otra manera, ha tenido un fuerte impacto en las empresas familiares, que han actuado con determinación, adaptándose con flexibilidad a esta nueva situación.
Según la encuesta presentada en el XXIII Congreso de Empresa Familiar, los mayores efectos han estado relacionados con el empleo (más del 80% ha tomado medidas a este respecto), pero la pandemia también ha tenido consecuencias en otros ámbitos; por ejemplo: un 37% de estas empresas ha tenido que reducir sus inversiones y más de un 30% se ha endeudado. En el plano positivo, para 2021, un 63% de las compañías familiares espera poder mantener sus niveles de empleo actuales y un 10 % confía en incorporar a nuevos profesionales.
Las estadísticas son frías, pero los empresarios de nuestro entorno tienen historias reales, han vivido los efectos en primera persona, entre otros: la caída de las ventas, impagos, medidas de regulación del empleo, cierres temporales, volatilidad de los ahorros, distintas visiones internas sobre la situación y cómo abordarla, etc. Y junto con esto, otros aspectos que no reflejan las estadísticas: preocupación por los enfermos, duelo por los fallecidos, situaciones de estrés y de ansiedad o miedo a lo desconocido o a perder lo que se tiene, ya sean la salud o los bienes materiales.
Pero no todo ha sido negativo. En estos meses, hemos visto ejemplos de trabajo en equipo, de solidaridad, de entrega a los demás, de empresas comprometidas verdaderamente con su entorno y con visión a largo plazo; en definitiva, de responsabilidad social corporativa con mayúsculas. En una sociedad marcada por el “hiperindividualismo”, en “tiempos líquidos”, “han vuelto” valores sólidos que no pasan de moda y que nos ayudan a vivir una vida más humana.
Las familias empresarias han sido y serán “agentes de esperanza” para nuestro país y su economía por sus especiales características.
Transcurridos unos meses desde el inicio de la pandemia y al final de este año aciago, en los próximos días, sugeriré algunos puntos sobre los que reflexionar y espero que sean de utilidad. Toda crisis es también una oportunidad. No nos dejemos llevar por los “tristes” y los “agoreros” y trabajemos lo mejor posible en lo que depende de cada uno de nosotros mismos.
Feliz Navidad.