La era de la inmediatez
Los tiempos cambian. Todos lo tenemos claro.
Como dicen en los talleres de meditación,
la única cosa que no cambia es que todo cambia ( ley de la impermanencia o Anitya).
La tecnología está cada vez más presente en nuestras vidas y, poco a poco, se va convirtiendo en un elemento imprescindible. Nos adaptamos a un ritmo frenético donde cada vez surgen más rápido cosas nuevas a las que debemos adaptarnos e integrarlas en nuestra vida cotidiana.
Yo, sin ir más lejos, recuerdo un día que salí de viaje y me dejé el móvil en casa. La sensación de nerviosismo se apoderó de mí. "¿y qué hago yo ahora sin el móvil? ¿Cómo voy a pasar el día?" La sensación de caos e incluso pánico se apoderó de mí.
El ‘enganche’ con la tecnología, tener acceso a información en tiempo real cada vez más detallada, saber a cada instante todo lo que sucede a nuestro alrededor, ha creado una costumbre, un hábito, asociado a la inmediatez, e incluso una dependencia.
Supongo que a nadie le resultará raro escuchar a algún compañero de en su trabajo hablar de la presión que siente con sus clientes, con sus jefes, o con otros departamentos, alegando que “lo quieren todo para ayer”. Sufrimos de estrés, estamos nerviosos e irritables. Incluso tenemos comportamientos un tanto hostiles.
Tenemos acceso a todo de manera inmediata. Podemos obtener respuestas rápidas cada vez que nos surgen preguntas. Esto nos va introduciendo en una espiral de dependencia de la inmediatez que nos va consumiendo y estresando cada vez más. Y como es lo que hacemos cada día, lo percibimos como normal, e incluso exigimos que sea así. Las empresas cada vez van a mayor ritmo y no nos damos cuenta que, poco a poco, formamos parte de una maquinaria que cada vez funciona a mayor velocidad y no tiene freno.
Se habla de conciliar la vida profesional y la familiar. Y seguro que a todos os ha pasado eso de "tengo que mandar una cosa urgente a un cliente", rompiendo el tiempo dedicado a estar con los seres queridos o tiempo que queríamos dedicar para nosotros porque "corre prisa".
Cada vez más gente participa en talleres de Mindfullness, hace meditación, yoga, sale a correr, etcétera, por tener un ratito de expansión personal, de paz interior, sin percibir en algunas ocasiones que en el fondo es para escapar de esa vorágine de la inmediatez. Ese break, esa pausa, nos permite volver a conectar con el mundo, con la naturaleza, e incluso con nosotros mismos.
Si bien este ritmo frenético es algo que, a día de hoy, se considera ‘normal’, o al menos nos estamos acostumbrando a él, lo que trato de destacar en estas líneas es la necesidad de “darse cuenta”; Ser consciente de este ritmo nos ayuda a no convertirnos en víctimas de nuestro propio ritmo, a no dejar de ser personas y comenzar a ser autómatas.
Un gran amigo y fuente de inspiración a nivel personal, Fran, decía que observar un pensamiento nos permite evitar convertirnos en ese pensamiento. Entender que está ahí, que forma parte de la vida, pero no ser en sí ese pensamiento.
Si vas en el metro, en el autobús, o simplemente te quedas mirando a alguien sentado comiendo, puedes observar cómo se han convertido en sus propios pensamientos. Están tan absorbidos por el ritmo de vida, por el día a día, por el móvil, y por las decenas de aplicaciones con las que interactuar a través de dicho dispositivo, que han dejado de estar presentes ellos mismos para ser un ente que pasa por la vida realizando acciones automáticas, y pensando en cosas que no forman parte de ese instante por lo que, en el fondo, no están ahí en ese momento.
Eso me lleva a recordar la película de Matrix, donde los humanos se habían convertido en meras ‘pilas’ de un mundo robotizado, viviendo realidades imaginarias, pero no siendo conscientes de la vida real.
Si hay algo que nos permite dejar de ser robots es nuestra condición humana. Los sentimientos, las emociones. Labrarse un futuro, trabajar, intentar crecer profesionalmente, a veces nos hace olvidar que seguimos siendo humanos en un mundo maravilloso, lleno de vida, experiencias y sentimientos.
Te das cuenta de que todo está en tu cabeza. Eres tú quien genera dependencias, apegos, y connotaciones positivas o negativas sobre las cosas. Que un día sea mejor o peor solo depende de la manera en que tú lo ves, o decides verlo. Todo depende de ti. Pero para ello tienes que ser consciente.
Nuestra ambición, e incluso nuestro ego, nos hace querer más, correr más, dejando a un lado el tiempo para nosotros mismos. Es en ese momento en que iniciamos la caída en la espiral del automatismo. Y ese automatismo se nutre de la inmediatez, que no nos permite darle tiempo necesario al desarrollo del espacio para nosotros mismos y hacia la naturaleza que crece a nuestro alrededor.
Por todo esto, durante un pequeño rato de pausa que por voluntad propia he decidido tomar, en un día ajetreado, de inmediatez y de estrés, he querido compartir con vosotros unas líneas de reflexión, usando este mismo texto como mi propio punto de anclaje al mundo, para volver a poner los pies en la tierra, para sentir que estoy aquí. Mi único objetivo es crear una reflexión al respecto de esto y ayudaros de igual modo que a mí me han ayudado otras personas compartiendo conmigo enseñanzas y experiencias sobre todo esto, y que me ayudan a no convertirme en ese robot que no quiero ser.
A veces, queremos tener un pequeño instante de paz. A veces, queremos estar con la gente que amamos y sentimos que no tenemos tiempo. A veces queremos culpar a algo y no sabemos a qué.
Quizá es cuestión de proponerse dejar espacios para que quepan las cosas. El ayer ya pasó y el mañana es incierto. Solo tenemos el hoy.
Somos parte de un universo en constante expansión. Un universo maravilloso por el que debemos estar agradecidos.
A veces, simplemente, es darse cuenta.
You can't manage what you can't measure
5 añosBellas y sabias palabras, Javier. He disfrutado la lectura. 👌