La esencia de un líder

La esencia de un líder

Tiempo atrás tuve la desgracia y el privilegio de trabajar en el sector público, experiencia que me ha dejado invaluables lecciones sobre la dinámica humana en ambientes institucionalizados. Más allá de todas la observaciones que pueda hacer sobre aquel particular ambiente, hoy quiero destacar algunas observaciones sobre el liderazgo y los distintos tipos de lideres que he conocido.

Particularmente quiero traer a acotación la experiencia con un líder de un sector en el que trabajaba, cuyas características sobresalían entre mediocridad que caracterizaba al ambiente. Su nombre era Ariel y había trabajado en dicho sector por más de viente años. Era lo que se conoce como un empleado de carrera, es decir alguien que trabaja en el sector público en forma constante y que ha hecho una carrera dentro del mismo sin pertenecer a los gobiernos que habían pasado a lo largo de ese tiempo. Una de las desgracias de ser un empleado de carrera en la Argentina es que, no importa lo que te esfuerces ni cuanto empeño le pongas a tu trabajo, siempre tendrás que tolerar el autoritarismo y/o la arrogancia de las autoridades de turno, es decir del gobierno que este gobernando en cada momento. A veces se puede tener algo de suerte y estar en la presencia de una autoridad benigna y más o menos competente, pero en general ésta es más la excepción que la regla.

Ariel, a diferencia de la mayoría de los empleados públicos que caen en un estado de desidia a los tres meses de entrar a trabajar en dicho ámbito, era una persona de lo más jovial y un gran motivador. Desde que asumió el rol de Director del sector en cuestión, siempre buscaba armar proyectos y equipos de trabajo que se centraran en los más apasionantes temas ¿Con que propósito hacia esto? Para que así sus subalternos tuvieran la motivación suficiente para encaminar el trabajo hacia un resultado sobresaliente. De alguna manera, él comprendía la importancia de asignarle a la tarea efectuada un propósito para lograr la máxima motivación. Es claro que, para todos los seres humanos, encontrar un propósito a nuestras vidas nos da la energía para realizar las tareas del día a día por más arduas que puedan llegar a ser. Por eso mismo, Ariel siempre buscaba explicar la importancia de la tareas y de los proyectos que se organizaban y, en caso de que no hubiera algún proyecto concreto por falta de creatividad o competencia de sus superiores (normalmente los subsecretarios de turno), se encargaba de diseñar y esbozar proyectos de investigación enfocados en metas especificas para mantener ocupada y bien motivada a su tropa.

Uno de los secretos para poder siempre mantener esta actitud frente a la desidia generalizada del sector público era, precisamente, remarcar lo importante de las funciones que sus subalternos cumplían y, más que nada, escuchar sus necesidades. Esta última era una de las características más sobresaliente de Ariel: siempre escuchaba con atención los pedidos y quejas de sus subordinados para así llegar a soluciones eficientes y mantener a todos en un saludable estado de ánimo. A penas surgía algún problema que afectaba a uno o varios de sus empleados, él se encargaba de resolverlo lo antes posible. Incluso, cuando existía algún conflicto entre dos personas, él se encargaba de cumplir un rol de mediador con una actitud solemne y relajada. Siempre dispuesto a encontrar una solución que beneficiara a todos.

Otra de sus características más sobresalientes como líder era, precisamente, su capacidad de comunicarse y de transmitir los valores en los que el creía. Sus subalternos se sentían seguros trabajando para él ya que podían percibir que su meta era cuidarlos y garantizar las mejores condiciones de trabajo. Un ejemplo de como él transmitía su valores mediante acciones concretas era el empeño que ponía a la hora de ayudar a sus empleados a realizar trasmites internos concernientes a aumentos salariales, pases de una categoría a otra y, lo más importante, nombramientos en cargos permanentes. Esto último era realmente importante a nivel simbólico ya que en la Argentina la mayoría de las personas que trabajan en la función pública lo hacen a través de contratos de duración limitada que van desde los tres meses al año. Estos contratos son conocidos normalmente bajo el nombre de “contratos basura” y, lamentablemente, han sido y aún lo son más la regla que la excepción. Solo al final del gobierno Kirchnerista se habilitaron concursos para pasar a planta permanente desde dichos contratos.

¿Porque esperar hasta el último momento para realizar dicho actos habiendo pasado doce años de gestión? Para dejarle una abultada herencia presupuestaria al gobierno siguiente. De todas formas, los concursos distaban de cubrir a la mayoría de los trabajadores en situación de precariedad por lo que los limitados cupos se guardaban para aquellos trabajadores inscriptos en agrupaciones Kirchneristas. “Los militontos” como los llamaban peyorativamente dentro del sector público los empleados de carrera y los trabajadores precarizados. Lo cierto es que, luego de asignar los concursos a los acomodados, se destinó lo que quedaba al resto de los empleados. Por supuesto, la cantidad de vacantes estaba lejos de cubrir a la cantidad total de trabajadores por lo que la competencia fue feroz.

Aunque cueste creerlo, Ariel, a pesar de haber trabajado por casi viente años en la función pública, aún trabajaba bajo un contrato precario y, en este sentido, debido a sus buenos antecedentes profesionales y su larga carrera en el sector, él tenía una enorme ventaja con respecto al resto para ganar algún concurso y obtener finalmente un cargo en la tan ansiada planta permanente. Aún así, siendo congruente con sus valores, decidió no presentarse a concurso para ceder su lugar a algunos de sus subalternos. Creo que este acto constituye la máxima expresión de lo que un buen líder debe tener: congruencia. Sin una persona ha actuado toda su vida a partir de ciertos valores y luego decide actuar en contradicción con ellos, esto marcará una debilidad en su carácter, algo que no sucedió aquí.

Fiel a sus convicciones, decidió ceder la oportunidad de contar con mayor seguridad laboral para que otro pudiera tenerla. Es necesario remarcar que, pese a ser Director de Área (un puesto relativamente importante), la precariedad de su situación laboral, lo dejaba expuesto a los caprichos del gobierno de turno. Precisamente, una de las ventajas de estar en planta permanente, es contar con una situación laboral estable al ser complicado el procesos de despido de las personas en dicha situación. Por el contrario, estar contratado mediante un contrato de duración limitada hace que sea fácil el “despido” ya que simplemente lo que sea hace es no renovar el contrato en cuestión. Ésta es una de las tantas lecciones que he registrado a lo largo de mi estadía en dicho sector y debo decir que he aprendiendo valiosas lecciones de liderazgo gracias a Ariel. Una pena que, tres meses después de asumir el nuevo gobierno, haya sido despedido por un mediocre subsecretario del gobierno Macrista que, creyendo que así iba a consolidar su imagen de “fuerte” frente a los empleados del sector, decidió removerlo de su cargo. El ejemplo opuesto a un líder virtuoso sin lugar a dudas. Pero esa es otra historia…


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