La ficción de la educación: Avanzar por avanzar sin aprender
Si le preguntáramos al Sistema Nacional de Evaluación de la Calidad Educativa del Perú, llamada Unidad de Medición de la Calidad (UMC), si los estudiantes de segundo de secundaria están aprendiendo lo que deberían, la respuesta sería negativa. Como se muestra en la figura 1 el año 2022, solo el 12.7% de los estudiantes alcanzó los logros esperados. Esta cifra ha cambiado muy poco desde el 2015, cuando solo el 9.5% de los estudiantes alcanzaba los estándares. Estamos hablando de ocho años de estancamiento. A partir de estos datos, podemos concluir que los estudiantes de segundo de secundaria no están aprendiendo lo que se espera de ellos.
Figura 1: Logros de aprendizaje del 2015 al 2022. Fuente: Evaluación Muestral de Logros de Aprendizaje 2022, Minedu.
Sin embargo, si consultamos el Sistema de Información de Apoyo a la Gestión de la Institución Educativa (SIAGIE), que es el sistema donde se reportan los logros de aprendizaje de las escuelas públicas y privadas, observamos que prácticamente el 100% de los estudiantes de segundo de secundaria del mismo 2022 habían alcanzado todas las competencias de Matemáticas. A manera de muestra se puede ver en la figura 2 los resultados ingresados a dicho sistema de una escuela pública del Perú. Todos tiene A, es decir que todos los estudiantes lograron las 4 competencias de matemáticas. ¿Cómo puede ser esto?
Figura 2: Registro de calificaciones del SIAGIE del 2022.
Tenemos, entonces, dos evidencias totalmente opuestas. Una indica que solo 1 de cada 10 estudiantes aprendió lo que debía, mientras que la otra sugiere que el 100% alcanzó las competencias esperadas. ¿Quién dice la verdad?
Para agravar la situación, hemos encontrado estudiantes de segundo de secundaria que no saben leer, y en muchos casos ni siquiera reconocen las letras. En la figura 3 se muestra una indagación realizada en solo 5 escuelas. En estas se encontraron 19 estudiantes de 14 y 15 años que no saben leer y 22 que no saben escribir. Esto es alarmante, ya que implica que han pasado ocho años en el sistema educativo sin que nadie se haya detenido a ayudarles a que aprendan a leer.
Figura 3. Estudiantes que no leen ni escriben en segundo de secundaria en cinco escuelas en una provincia de Cusco.
Un llamado a la acción
Es hora de que enfrentemos esta ficción en la que vivimos. Una de las principales causas de esta situación es la presión por cumplir con un cronograma de clases sin considerar los resultados de aprendizaje de cada estudiante. En teoría, el sistema tiene una lógica y supuestos claros: los profesores tienen la planificación curricular anual, luego deben dividirla en unidades didácticas y, posteriormente, realizar la desagregación en sesiones de aprendizaje para cada día de la semana (Figura 4). En el caso de materias como matemáticas deben impartirlas durante seis horas a la semana. Además, en secundaria se cuenta con una hora semanal de refuerzo para los estudiantes que no logran los objetivos incluidas en las anteriores. En primaria se tienen dos horas de refuerzo (Ver la norma 045–2022-MINEDU). Según la racionalidad de la planificación del sistema se da por supuesto que con esas 6 horas incluida la hora de refuerzo todos los estudiantes aprenden. Pero es una ficción. Todos los docentes en teoría planificaron, presentaron su unidad y su sesión, por lo tanto enseñaron a todos los estudiantes, pero , según el EMLA solo uno aprendió.
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Figura 4. Secuencia de planificación de una escuela.
Existe una anécdota en la caricatura de Charlie Brown en la que él hace una apuesta con sus compañeros. La apuesta consistía en que Charlie prometió enseñar a su perro Snoopy a hablar en una semana. Al cumplirse el plazo, sus compañeros regresaron para reclamar la apuesta, ya que Snoopy no había aprendido a hablar. Charlie Brown respondió: “Yo prometí que iba a enseñarle a hablar, y lo hice, pero nunca prometí que él iba a aprender a hablar”. Ese es el drama de la educación actual. Se actúa y se cumple la enseñanza sin pensar en el aprendizaje del estudiante.
Este ciclo de cumplimiento sin resultados debe detenerse. Y la solución no es generar más normativas que simplemente indiquen que el docente debe seguir reforzando o planificando más enseñanza, porque eso no está funcionando. Si queremos resultados diferentes, debemos hacer cambios radicales.
Fin al avanzar por avanzar sin sentido
Primero, debemos cuestionar la presión por cumplir secuencias preestablecidas. Muchos docentes sienten que su única responsabilidad es completar las sesiones planificadas, ya que existe una presión real por parte de los directores para que lo hagan. Sin embargo, este cumplimiento es solo una ilusión en el papel. En esta escenificación el docente es el protagonista, y le han hecho creer que así debe ser. Entra en su aula y el debe ser el centro. En la verdadera enseñanza, el profesor y el director deberían ser los orquestadores, diseñadores de escena y tramoyistas que preparan el escenario, para que el estudiante sea el protagonista de su propio aprendizaje.
Si no hacemos algo, esta ficción continuará, afectando gravemente la vida de estudiantes que egresan de la educación básica sin las habilidades necesarias para desenvolverse en una sociedad del conocimiento. Habilidades tan esenciales como la lectura, y ya ni hablemos de la creatividad y la capacidad de aprender a aprender, que son vitales en un mundo donde el conocimiento cambia constantemente.
Propongo ofrecer más autonomía al docente para que pueda elaborar propuestas alternativas y rendir cuentas claras de los aprendizajes reales de cada estudiante. Por ejemplo, en un salón donde se apliquen modelos de educación personalizada como el Aprendizaje entre Pares, el docente podría presentar evidencias mensuales o bimestrales de los logros alcanzados por estudiante, como la capacidad de enseñar lo aprendido a otro compañero, la pasión con la que el estudiante comparte su conocimiento y la profundidad de sus aprendizajes en portafolios individuales y distintos. En el caso del Aprendizaje entre Pares los estudiantes elaboran además de su exposición cada vez que terminan un tema su Registro del Proceso de Aprendizaje (RPA). En este documento van sistematizando todos sus procesos mentales, sus logros, errores y estrategias mentales de manera detallada. Esa es otra evidencia que se puede utilizar para sustentar lo que se aprendió y cómo lo hizo.
Un cambio de enfoque
No tengo una respuesta definitiva sobre cómo debería verse el nuevo sistema educativo, pero tenemos claro que el modelo actual ya no funciona. Por ello, hago un llamado a que actuemos en conjunto. Ya existen modelos alternativos que permiten a los estudiantes aprender en profundidad. Aunque el sistema antiguo pudo haber funcionado en algún momento y con algunos de nosotros hoy la realidad es otra. En los últimos 30 años, la sociedad ha cambiado drásticamente, y los desafíos de los últimos cinco años, como la pandemia, la sobrecarga laboral de los padres y el impacto e los smartphones en la salud mental de los estudiantes, hacen que la reestructuración del modelo educativo sea una necesidad urgente. En conclusión, el cambio cultural y estructural del sistema educativo debe comenzar ahora.