La gran mentira de mi vida
Con mi madre y al fondo, la laguna del lagarto Juancho

La gran mentira de mi vida

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En el año 1994, tenía apenas unos 5 años cuando mi mamá tuvo que mudarse a Costa Rica para estudiar su Maestría en Computación y al ser el menor de la familia me llevó consigo. Probablemente sean los recuerdos más antiguos de mi vida. Me acuerdo perfectamente del Kinder del Tecnológico de Costa Rica, el olor a grama recién cortada y la neblina que abrazaba Cartago. El kinder estaba a unos 300 metros de donde estudiaba mi mamá, era la guardería para los hijos de los maestrantes. Tenía muchos compañeros, pero amigo solo uno. Si ese amigo faltaba a clases, fruncia el ceño y me preguntaba cómo le iba a hacer. Ese día me tocaba comer solo, jugar solo y esperar solo a que llegara mi mama. Todos comíamos en una misma mesa azul, hacíamos una oración y cantábamos la siguiente estrofa que decía: "En la mesa no se habla, ni se ponen los coditos, ni se hacen regueritos". Habían muchos comensales, pero la mayoría no hablaban mucho conmigo. Se tomaban bien a pecho lo que decía la canción de no hablar mientras se estaba en la mesa comiendo.


Volvimos a Nicaragua y debido a un problema de asma no corría mucho ni me involucraba en deportes. Escuchamos de TaeKwon Do como una alternativa de deporte decente a alguien con problemas pulmonares y ahí sí ingresé junto con mi hermano Fernando y mi primo Sami. Perseveramos y llegamos a cinta roja. La motivación mayor era un profesor llamado José María Bermúdez, ayudaba a cruzar la calle a ancianos, cedía su asiento en buses y siempre daba el pase a los demás. Fue tan bueno que su vida fue corta al fallecer en un accidente de carretera luego de ceder su asiento a una persona que pedía ray y que su camioneta se diera vuelta, siendo él el único fallecido y la única persona que iba en la parte de atrás. De ahí el asma fue desapareciendo gracias a un remedio de la abuela y ciertas actividades de respiración del TaeKwon Do. No llegué a probar a esa edad la cola de mono, ni la marihuana, ni la cola de zorrillo, según escuchaba de los adultos eran excelentes remedios contra el asma. De ahí me incorporé a deportes como fútbol y baloncesto, luego handball, esgrima y sigue la lista.

Nunca pensé que iba a ser cantante, pero me invitaron a unirme al coro de la Iglesia donde iba mi mama. Me dijeron que no había problema si mi timbre no era el de Bocelli y me di cuenta que en un coro los timbres se confunden en el mar de voces, eso sí hay que cantar afinado para no desentonarla. Así que ahí calzaba perfectamente. No me confié al 100% y pedí entrar a clases de canto, ya que la escuela no era tan grande, se convirtieron en clases personalizadas porque yo era el único alumno. Y así fui entrenando mi afinación, mi timbre de voz era el mismo co el que nací y me desarrollé, pero al menos cantaba más afinado. Estando en mi casa un domingo a las 10am con unos 14 años encima, llegó un señor llamado Rosendo y me dijo: Vengo en nombre del Padre Gustavo ya que a él le gustaría que usted fuera a dar catecismo a la comunidad el Jobo Dulce que queda carretera al mar de Carazo, Nicaragua. Me adentré con mis botas Caterpillar a recorrer unos 4 kms y a veces con un cayado para estabilizar mi eje y ayudarle a mis rodillas con la amortiguación. Luego mi mamá entró a la Escuela de Evangelización y ahí me llevó consigo también. Ella me apuntaba en los cursos o retiros para dar charla y ya que ella siempre me daba carreta (impulsaba), yo terminaba yendo.

Así empecé con 6 niños y fue avanzando hasta grupos de 100 y 200 jóvenes hablando de temas religiosos que tenían una esencia de decirles a los demás jovenes: No tengan miedo y pongan sus vidas al servicio de los demás ya que en el servicio irán desarrollando muchos talentos y habilidades que les servirá para su vida.

Ajá Giancarlo, ¿y en qué momento vas a hablar de la gran mentira de tu vida?

Ya iba a saltar a esa parte. Un día del año 2004, teniendo 15 años, mientras escurcaba el ropero de mi mamá para buscar las cosas interesantes que había dejado mi papa del tiempo de los 80s en Nicaragua, encontré mi boletín de notas de cuando estuve en el Kinder en Costa Rica. Las notas escolares eran decentes, pero al final en la parte de observaciones, la profesora le enviaba una nota a mi mama:

Por favor llevan al niño Giancarlo Fernández donde un especialista debido a problemas en el habla, necesita ser atendido.

En aquel momento desperté del sueño y empecé a entender el porqué tartamudeaba tanto, el porqué se burlaban ciertas veces cuando hablaba, el porqué se me quebraba la voz y un sin fín de cosas. ¿Cuál fue la gran mentira de mi vida?

Mi madre siempre me dijo que YO PODÍA, aunque en ese entonces no pudiera, igual lo hacía y me impulsó a seguir adelante. Me dijo que era el mejor y todas esas inseguridades fueron disminuyendo. Cada actividad en la que me involucré me ayudó a salir de ese problema.

  1. En el coro y en las clases de canto me ayudaron a controlar la respiración, tartamudeaba porque en lugar de sacar aire cuando hablaba, tragaba.
  2. El TaeKwon Do me ayudó a respirar más y a forzar a mis pulmones a retener más cantidad de aire, así se fueron ensanchando y se me dificultaba menos respirar así que cortaba menos las palabras
  3. Dar charlas frente a otros jóvenes con el gran ímpetu que me infundió mi mama me dio el sumbón para que el pánico escénico se fuera desvaneciendo, las primeras veces se me quebraba la voz y al final de cada oración parecía que iba a llorar, sin embargo, ahí estuvimos.

Y puedo seguir enlistando las otras razones y actividades que me ayudaron a superarlo, pero no quiero hacer el artículo más largo, probablemente en un libro ponga la historia completa y con lujo de detalles. Sé que hay muchísimas más madres que le mintieron a sus hijos, en mi caso, cuando descubrí la verdad fue ya muy tarde. Ya logré superar esos miedos y barreras gracias a mi madre mentirosa. Y espero seguir ese ejemplo con mi hija, pasar la mentira de mi vida de generación en generación, así como con las generaciones de mis hijos y de los que pudieron llegar hasta el final de esta historia.

Ella es mi madre y la de al lado mi hija, de quién recibo el legado y a quien se lo transfiero. También es cómplice mi esposa quien nos ayudó a traerla a la vida.

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Miroslava Romero

Talent & Culture Advisor | Executive Coach | Luxury Hospitality Specialist |Professor & Researcher | PhD(c) Universidad Americana UAM- Nicaragua.

4 años

Que linda historia, llena de enseñanzas... esta es la primera vez que la palabra "mentirosa" me gusta, como y el porqué se aplica en esta historia me encanta...

Martha Yadira Zeledón

Abogada Ambiental, consultora, investigadora. Gobernanza, políticas, recursos hídricos, proyectos, inversiones y negocios sostenibles, verificación de normas, comunidades locales e indígenas, Cambio climático, NDC.

5 años

Impresionante y aleccionador! Felicitaciones!

Tahnee Z.

Corredor de Seguros, Desarrollador de Productos y Alianzas Estratégicas

5 años

Tu madre tiene la grandes virtudes de la paciencia y la perseverancia, y sobretodo de ser obediente como la Virgen Maria diciendo HÁGASE. La admiro y quiero muchísimo. Gracias por compartir tu historia.

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