LA HOJA EN BLANCO

LA HOJA EN BLANCO

Si eres una de estas personas que suele utilizar el papel para expresarse: para escribir, pintar, dibujar, etcétera, quizás conozcas la sensación que surge cuando te sitúas frente al desafiante poder de la hoja en blanco. Ella te ofrece una ventana abierta a un mundo de infinitas posibilidades que piden ser rescatadas de la invisibilidad. Pero, al mismo tiempo, esa ausencia de límites puede llegar a resultar sobrecogedora o incluso paralizante.

Contemplo la hoja en blanco, ese elemento intermediario que permite que la inspiración devenga en creación. Me doy cuenta de que no hay separación alguna entre ella, la inspiración y la mano que la transcribe. Son tres aspectos en uno que mantienen entre sí una permanente e indisoluble relación de interdependencia.

Me emociona la generosidad de la hoja en blanco. Se entrega a mi incondicionalmente para que recorra en ella mis propios caminos mientras voy en busca de mi verdadero origen. Algunas veces me cuenta historias sorprendentes o inesperadas y me pide que las tatúe en su cuerpo para darles visibilidad, música y movimiento. Otras veces escribo en ella, con tinta invisible, renglones llenos de una gran complicidad e intimidad y, de vez en cuando, su imperturbable presencia, aparentemente vacía de contenido, me reta hasta la exasperación.

La hoja en blanco es un espejo que refleja aspectos que conozco y otros que desconozco de mí misma. Me ofrece distancia para observarlos desde el silencio, sin prisa, sin juicio. Cuando la escribo, me abre un espacio sin tiempo que me permite sentir cada palabra y descubrir nuevos significados. Y si lo que me impulsa es el deseo de conocer y expresar mi propia voz, me enseña la necesidad de vaciarme de contenidos aprendidos y de voces ajenas, provocándome para que vuelque en ella, sin trucos ni engaños, aquello que soy en realidad.

Siento que hay una hoja en blanco para cada ser humano a cada momento. La visualizo como una conciencia ilimitada que, respetando nuestro libre albedrío, nos ofrece incondicionalmente su vacuidad para que tracemos en ella nuevas formas y nuevos caminos de reencuentro con nosotros mismos, con el otro y con la naturaleza. 

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