¿LUCHAR O EQUILIBRAR?
Ester Torrella

¿LUCHAR O EQUILIBRAR? Ester Torrella

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La imagen de la balanza de cruz, la clásica de los dos platillos, me ha proporcionado, a menudo, múltiples significados más allá del literal.

Me imagino a mí misma siendo ella. Siento la perfecta horizontal que traza la varilla descansando sobre la verticalidad de su punto medio y percibo el peso de los dos platillos que penden graciosamente de sus extremos. Perfecta horizontal, perfecto equilibrio; su estado original de reposo previo a cualquier medición. Así es como siento que nacemos a la vida.

Con la imaginación, coloco “algo indeterminado” en uno de los dos platillos. La varilla se decanta al instante sin ofrecer ninguna resistencia. Entonces, voy añadiendo “otro algo” en el otro platillo y, a medida que ambos pesos se equilibran, la varilla vuelve a recuperar su perfecta horizontalidad, es decir, su equilibrio, su justa medida.

Decido profundizar en ese “algo indeterminado” y ponerle “cara”, a ver qué sucede.

Luchamos para liberarnos de miedos, culpas, rabia, rencor, dudas, impulsos automáticos que nos mantienen atados al deseo del otro o bien aquellos que nos condicionan para imponer, aunque sea a la fuerza, nuestra voluntad sobre los demás. Ignoramos que toda esta lucha la libramos mientras mantenemos fijo el foco de atención en este oponente invisible, cargando todo el peso en uno solo de los dos platillos, al que llamaré el platillo del NO (no me gusta, no lo quiero o no quiero dejar de aferrarme a mi sufrimiento). Cualquier pensamiento, sentimiento o emoción al que le prestemos toda nuestra atención, va a experimentar una curva exponencial en su crecimiento, adquiriendo más y más identidad, sumando más y más peso en el platillo. Resulta tremendamente difícil, sino imposible, alcanzar de esta manera el objetivo de la liberación.

Pero, si tomamos distancia y ampliamos foco, veremos de nuevo la imagen completa de la báscula, con sus dos platillos. Tendremos entonces la oportunidad de experimentar qué ocurre cuando los aparentes opuestos (los dos platillos enfrentados) devienen en complementarios entre sí. ¿Y si empezamos a poner “masa” en el otro platillo, ese al que voy a llamar el platillo del SÍ, para recuperar el equilibrio original de nuestra balanza interior?

Se trata es de cambiar el foco de atención. Una manera de hacerlo, es centrándome en el instante presente. Conecto con la vida que soy a través del latido incansable de mi corazón y del rítmico movimiento de la respiración. Escuchando ese “silencio pleno” de mi paisaje interior, los sentidos ocultos se van abriendo y expandiendo cada vez más. Llegan más lejos en la comprensión de que no existe solución de continuidad entre el dentro y el fuera, que lo que ocurre en la parte afecta inevitablemente al todo. La apertura del corazón crece exponencialmente. Dejo entrar y sumo: comunión, amistad, alegría, aceptación, confianza, generosidad, diferentes aspectos del amor, en definitiva.

El velo de la ignorancia se va rasgando a medida que la fuerza y la intensidad de la Luz que lo atraviesa lo va calcinando. Abandono cualquier forma de esfuerzo o lucha. Un sentimiento de complicidad y de profunda gratitud me impiden dejar de sonreír. Descubro la maravilla de la simplicidad de ser, esa que permite que la belleza, la fuerza y la inteligencia de la vida brillen con todo su esplendor en cada forma creada, incluida la mía. Regreso al punto de partida, a la perfecta horizontal, al perfecto equilibrio; mi estado original de reposo previo a cualquier medición.

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