LA INFLACIÓN DESTRUYE IMPERIOS
LA INFLACIÓN DESTRUYE IMPERIOS – Ia. Parte
En el colegio nos enseñaron erróneamente que el Imperio Romano cayó por las invasiones de los bárbaros. El Imperio Romano cayó por la conjunción mortífera de tres factores: la esclavitud, el cristianismo y la inflación. Especialmente por la inflación. Los bárbaros simplemente sometieron a su poder lo que ya estaba cayéndose a pedazos en un lento proceso durante los primeros tres siglos de nuestra Era. Sin contar que además los bárbaros eran dirigidos generalmente por otros bárbaros pero romanizados. Cuando en el año 9 D. de C. el germano Arminio (Hermann) aniquiló tres legiones enteras del ejército de Roma (unos 18 mil hombres) comandadas por Varo (que luego de la derrota se suicidó) en los bosques y pantanos de Teoteburgo (Germania), no hizo más que aplicar sus conocimientos bélicos adquiridos anteriormente como oficial del ejército romano.
La esclavitud ha aniquilado imperios. Cuando los antiguos romanos de los tiempos de la República labraban la tierra por sí mismos sin esclavos a su disposición, fue cuando Roma alcanzó la cúspide de su esplendor. Cincinato dejó el arado para ser dictador por un tiempo, cargo que aceptó a regañadientes por pedido expreso de sus conciudadanos y luego volvió al arado. La dictadura era un régimen excepcional cuando la nación estaba en peligro.
El cristianismo no solamente contribuyó de manera fundamental a derrotar al Imperio al que fue corroyendo lentamente desde adentro, como un cáncer, sino que además ocupó su lugar, teniendo hasta el día de hoy su propio e infalible emperador (un llamado sumo pontífice, como Augusto y los demás emperadores), su sede en Roma (ciudad que nada tiene que ver en el desarrollo del cristianismo original aunque se sostenga, muy dudosamente y sin pruebas históricas serias, que Pedro y Pablo murieron en esa ciudad) y habiendo además adoptado oficialmente durante siglos su lengua (el latín), sus símbolos paganos (como la mitra o el color púrpura, como los lugares sagrados y las fiestas populares) y sus procesiones e imágenes de vírgenes y santos (que sustituyeron a los dioses menores del paganismo) entre otras particularidades heredadas del Imperio
Pero, es a la inflación y al control de precios a los que me quiero referir. Ya desde la época de Nerón (54-68 DC) se comenzaron a efectuar pequeñas devaluaciones con la disminución del valor metálico de las monedas. Un siglo después, Marco Aurelio (161-180) volvió a reducir el peso específico de las monedas. Su hijo, Cómodo (180-192) repitió la historia y acudió nuevamente a los controles de precios decretando al mismo tiempo una lista amplia de precios máximos (hoy también llamados “cuidados”). Las cosas así fueron yendo de mal en peor y en tiempos de Caracalla (211-217) el aumento de los precios se fue precipitando a gran velocidad. La enorme cantidad de dinero en circulación hizo que, por ejemplo, en una provincia rica del Imperio como Egipto, el valor del solidus de oro pasara de 4.000 a 180.000.000 de dracmas egipcias. El trigo pasó de 6 dracmas a 200 dracmas en poco más de un siglo, a 9.000 dracmas en el año 314 y finalmente a 78.000 en el año 334. Poco después alcanzó los 2 millones de dracmas.
Fue con el emperador Diocleciano (284-305) cuando las cosas se desmadraron. Diocleciano fue el creador de uno de los más famosos y destructivos intentos de abatir la inflación por medio de los controles de precios y la intervención del Estado en la economía. Si el emperador hubiera tenido en cuenta los antecedentes de la economía griega y los de su propia nación que aconsejaban no tomar las medidas que adoptó, no hubiera ocurrido el desastre. Existe una amplia documentación al respecto que resumiré otro día para no aburrir al lector.
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