¡La Madre Patria!
Son muy diversas las razones por las que millones de personas en el mundo atraviesan las fronteras de sus países de origen para buscar mejores condiciones de vida en otras naciones. Catástrofes o fenómenos naturales, escenarios bélicos, desestabilidad política, la pandemia del Covid 19, crisis económicas, altas tasas de desempleo, falta de seguridad jurídica, personal, sanitaria o alimentaria, entre otras, generan situaciones que conllevan a los ciudadanos de muchos países a dejar atrás su vida cotidiana, para buscar en otros horizontes la deseada “calidad de vida”, que les brinde mejores oportunidades para estudiar, trabajar, asentarse en otro país, constituir hogar, o simplemente, generar ingresos suficientes para ayudar a su familiares que permanecen en el país de origen, bajo el ya común mecanismo de “remesas”.
Lamentablemente, estas situaciones de vulnerabilidad que empujan a adoptar la difícil decisión de emigrar, cada día son más comunes y crecientes en los países latinoamericanos y del Caribe, afectados por desestabilidad política, autoritarismos, inimaginables niveles de inflación, desempleo, insuficiencia o inexistencia de seguridad social y de salud, desprotección de la niñez y personas mayores o con discapacidad; en fin, crisis económicas o de diversos ámbitos, que en casos extremos, como Venezuela y Haití, han llegado -tristemente- a caracterizarse como “crisis humanitarias”, y han producido movimientos migratorios de millones de personas.
La comunidad internacional a través de organismos de las Naciones Unidas, de la Unión Europea, iniciativas nacionales y de la sociedad civil (ONG’s), han implementado mecanismos de ayuda y cooperación para intentar palear las problemáticas y necesidades internas de los países en crisis, pero mientras eso ocurre, continúa el proceso de desplazamiento humano que, la más de las veces, puede ser considerado como “forzado”.
Quienes salen de sus países de origen tienden a recurrir a los países vecinos, de manera permanente o como vías de paso para llegar a otros más distantes, en los que se espera hallar mejores condiciones de vida. Pero este tránsito en Latinoamérica ha llevado a nuevas situaciones de crisis y de vulnerabilidad, como las que representan los corredores migratorios de la selva del Darién (Panamá) y el Río Grande (México). En el caso de Venezuela, la mayor cantidad de personas desplazadas se han refugiado en Colombia, dada la proximidad geográfica y los lazos históricos y socioculturales entre ambas naciones, habiéndose producido en 2020 por parte de su Gobierno un ejemplarizante sistema de apoyo a los migrantes, a través del Estatuto Temporal de Protección, que permite la regularización de la situación de cientos de miles de venezolanos, con acceso a documentos de identidad, a la posibilidad de estudio y trabajo, y a la seguridad social. Sin embargo, no se debe olvidar que Colombia también es un país considerado en crisis y que durante años ha registrado un elevado número de emigrantes.
Otros migrantes latinoamericanos y del Caribe apuntan hacia los países del “primer mundo”, principalmente a Estados Unidos y España. Pero resulta claro que las restricciones migratorias norteamericanas constituyen un obstáculo insalvable para la mayoría.
Diferenciadamente, España, haciendo honor al nombre con el cual ha sido históricamente designada por muchos latinoamericanos, la “Madre Patria”, se muestra abierta a recibir a “sus hijos” hispanohablantes, a quienes ha heredado desde hace más de cuatro siglos, su lengua, cultura, gastronomía y religión, forjando lazos filiales indestructibles. Considérese también que, luego de la segunda Guerra Mundial y especialmente, por consecuencia de la Guerra Civil española miles de españoles migraron a América Latina, mayormente a Venezuela, México y Argentina, donde aún residen sus descendientes, ahora forzados en muchos casos al retorno: los “españoles retornados”.
España ofrece incuestionables ventajas y oportunidades para los latinoamericanos, que abarcan diversos aspectos, como la lengua común, la similitud cultural, la solidez de su economía, un robusto sistema de seguridad social, y quizá, lo más relevante para la perspectiva de una migración regular (en contraposición de la mal llamada migración “ilegal”), múltiples herramientas legales e institucionales que permiten ingresar al país, obtener residencia o protección internacional (asilo), e incluso, la nacionalidad. Todo lo cual, tiene específicas ventajas o prerrogativas para los migrantes de origen latinoamericano, quienes además de poder solicitar distintos tipos de residencia, una vez que la obtienen, pueden optar en el corto plazo de dos (2) años a la nacionalidad española, mientras que, para los migrantes de otros países el plazo regular es diez (10) años. También destacan los beneficios para ciudadanos de Chile y Perú, quienes, en razón de los convenios celebrados entre estos países y España[1], pueden ser contratados por empresas españolas y optar a la residencia directamente, sin realizar ciertos trámites que son obligatorios y resultan engorrosos para ciudadanos de otras nacionalidades; así mismo, las autoridades migratorias españolas, desde el año 2019 han otorgado miles de residencias a los migrantes venezolanos por razones humanitarias, en consideración de la crisis social, política, económica y, en fin, humanitaria, que embarga a Venezuela.
La legislación de migración y extranjería ibérica, constantemente en evolución y con recientes reformas que favorecen la obtención de la residencia y la nacionalidad, abre sus puertas para vivir, estudiar y trabajar en España, para “buscar la vida” y la reunificación familiar. También permite la obtención de la nacionalidad luego de breves períodos de residencia regular o arraigo, y de manera casi inmediata a los descendientes de españoles (a través de la popularmente conocida como “Ley de Nietos”).
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En resumen, es más fácil y ventajoso para los latinoamericanos migrar a España, quienes de acuerdo a la particularidades de cada caso, pueden optar a la residencia de trabajo por cuenta propia o ajena, o por circunstancias excepcionales de arraigo, que puede ser familiar, laboral, social o para la formación; solicitando una estancia por estudios, que actualmente también permite trabajar; mediante solicitud de protección internacional (asilo), que como hemos señalado, en el caso de los venezolanos, ha conllevado al otorgamiento de una residencia por razones humanitarias; a residencia no lucrativa; y, también, en el caso de los retornados, residencias que se solicitan en régimen comunitario, que se otorgan a los ciudadanos que cuentan con nacionalidad europea y sus familiares.
Así, los latinoamericanos, con la debida asesoría y preparación, pueden acceder al continente Europeo, de manera regular y ordenada, para emprender sus planes de desarrollo personal, profesional y familiar, con seguridad personal, social, económica, política y jurídica, y la posibilidad de conocer una de los países más bellos y visitados del mundo: España, puerta de toda Europa.
AMS Abogados
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Emigrar es cosa seria.