La naturaleza del beneficio: luces que se apagan.
En un bosque sumido en la penumbra, donde la nitidez era un tesoro escaso, las luciérnagas flotaban entre ráfagas buscando algo para destacar entre lo ecléctico. No había un patrón fijo ni un lugar seguro para relucir; el entorno era un caos de misterios, mutando con cada susurro adusto del viento. Sin embargo, entre todas ellas, había una luciérnaga más perspicaz, llamada Lira.
Lira tenía un don especial: percibía en la oscuridad los pequeños destellos de alimento, otras luciérnagas lo pasaban por alto. Lo sabía. El néctar de ciertas flores era más abundante cerca de los arbustos caídos, donde las ramas ocultaban la claridad del sol. Allí encontraba la abundancia.
Una noche, al posarse sobre uno de esos arbustos, Lira comenzó a brillar con una intensidad nunca antes experimentada. Su luz era una flecha en la oscuridad, una señal cautivadora para la atención de las demás. A medida que irradiaba su posicionamiento, otras luciérnagas se acercaban, atraídas por su esplendor, siguiendo su resplandeciente vuelo.
Lira se sentía feliz al ver cómo su descubrimiento beneficiaba a sus compañeras. El néctar se agotaba más rápido, pero al menos disfrutaban de él mientras durara. Sin embargo, no pasó mucho tiempo antes de que las demás luciérnagas comenzaran a iluminarse también, siguiendo la estela de Lira. Cada una encontraba su lugar y, poco a poco, el arbusto comenzaba a perder su alquimia. El néctar, infinito al principio, comenzó a menguar. Lira observó, con una mezcla de satisfacción y desazón, cómo el lugar descubierto se vaciaba ante la competencia.
Al principio, ella había creído de su suficiencia para guiar a las demás. Al iluminarse, haía compartido la abundancia. Sin embargo, con cada noche desecha en el recuerdo, el néctar se volvía más escaso. Las otras luciérnagas ya no seguían solo a Lira; habían encontrado sus propios rincones donde brillar, y la competencia por los recursos era feroz.
Lira comprendió algo fundamental: el beneficio obtenido de su descubrimiento era solo temporal, un resplandor fugaz en la inmensidad del crepúsculo. El mercado de néctar, como el mercado libatorio en general, no era estático. Siempre había algo nuevo por descubrir, un rincón oculto por explorar, pero esa luz de abundancia se desvanecía con la rapidez con que otros comenzaban a percatarse de ella. Así era el dinamismo del bosque: lleno de desajustes, de oportunidades apagadas solo para que nuevas abrieran su camino.
A pesar de la competencia, Lira no se sintió derrotada. En el fondo, entendía su función. Entendía la búsqueda de su propio beneficio, de su propia forma de generar beneficio. Al haber guiado a otras luciérnagas hacia ese rincón de luminosidad, había contribuido a la armonía del bosque. Había marcado el rumbo, sin saber que al hacerlo, al alumbrar el camino, estaba empujando a otras hacia nuevas búsquedas, hacia nuevas oportunidades surgiendo en la expandida nocturnidad.
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Con una última mirada al arbusto vacío, Lira voló hacia las sombras, lista para encontrar el próximo rincón donde pudiera brillar, sabiendo que en su luz no solo residía su beneficio, sino el de todas las demás.
Félix Sánchez
Un ciudadano más.
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🛒Gerente de comercio electrónico y gerente de productos con experiencia híbrida en los mercados industriales y digitales | Creador de Contenido 🚀
5 díasHola Félix, saber que vas a disfrutar de una lectura, antes de haber leído siquiera la primera línea, no es algo común. Me sumo al deseo de Javier con poder contar con todas estas narraciones en una compilación. Le puedo poner la voz a algunas si no tenés una mejor opción 🫠
Economista y Profesor de Ciclos Formativos
5 díasEstás historias, Félix, habrá un momento donde debas recopilarlas y hacer un libro con ellas ..