LA NOCION DE CRISIS Y LA CRISIS MULTIPLE DEL SISTEMA-MUNDO MODERNO

Por: Rosario Aquím Chávez

LA NOCION DE CRISIS Y LA CRISIS MULTIPLE DEL SISTEMA-MUNDO MODERNO Por: Rosario Aquím Chávez

Actualmente, hablar de crisis, se ha vuelto moneda corriente. ¿Pero a qué nos estamos refiriendo cuándo hablamos de crisis? ¿Qué es la crisis? La noción de crisis, es de reciente procedencia. Se remonta a la obra “Introducción a los trabajos científicos del siglo XIX” (1807) de Saint-Simon. En esta obra, se afirma que el progreso de la historia está dominado por una ley general que determina la sucesión de épocas orgánicas y de épocas críticas. Las épocas orgánicas se desarrollan y progresan dentro de los límites establecidos por el sistema de creencias. Cuando el impulso del progreso, hace cambiar la idea central sobre la que se basaba el sistema de creencias y sobre el que giraba la época, entonces empieza la época crítica.

Para positivistas como Saint-Simon, una época está en crisis, cuando no ha logrado aún su organización definitiva en torno a un principio único que debería ser dado por la ciencia moderna, pero se encamina inevitablemente a la realización de tal organización. Desde este punto de vista, la época moderna, es una época en crisis porque le falta organicidad, o sea, uniformidad en los valores y en los modos de vida. Para Ortega y Gasset, la creencia en que tal uniformidad haya existido y de que deba retornar inevitablemente, es el supuesto del éxito de la noción de crisis.

 El ideal de la época orgánica es la inexistencia de incertidumbre y la ausencia de luchas. Esto sin duda es un mito. Ninguna época orgánica ha estado exenta de conflictos políticos y sociales incurables, de luchas ideológicas, de antagonismos filosóficos y religiosos que dan cuenta, de la fundamental incertidumbre o ambigüedad de los valores de la época misma.

¿Pero, qué entendemos por época? La época es un punto del tiempo, con respecto al cual se definen posiciones, es un acontecimiento importante que permite reconocer un periodo histórico caracterizado, por el carácter central y determinante del propio acontecimiento. Según Dilthey, la época es una estructura “centrada en sí misma (…) Las personas de la época tienen el patrón de su acción en algo común. La ordenación de los nexos efectivos de la sociedad de la época ofrece rasgos parejos. El modo de sentir, la vida anímica, los impulsos que así nacen, son parecidos”[1]. Siguiendo esta reflexión, parece ser que no sólo nos encontramos actualmente en crisis, sino que, además, estamos siendo parte de un cambio de época.

 ¿Pero, qué tipo de crisis es ésta? ¿Qué época es la que se supone que estamos dejando atrás?

 Respecto a la primera pregunta, parece que nos encontramos ante un tipo de crisis múltiple, cuyo primer escenario está marcado por un desesperado y errático intento de reconfiguración del orden global, merced al debilitamiento y decadencia de la potencia hegemónica estadounidense. Esta pérdida de hegemonía de EE.UU. la podemos apreciar en la pérdida de su poder a nivel mundial. Un poder, otrora sustentado en la supremacía económica de sus intereses nacionales sobre otras economías de países y estados, claramente venido a menos con la caída del sistema financiero centrado en Wall Street. Este hecho, ha puesto en entredicho no sólo la ideología neoliberal y su fundamento el paradigma “civilizatorio” del mercado, sino que también ha afectado seriamente la viabilidad de la economía-mundo capitalista en su conjunto. Por otro lado, los intereses nacionales de EE.UU. han perdido la capacidad de control absoluto, sobre la división internacional del trabajo, el comercio mundial de mercancías y el movimiento de capitales; un control absoluto, que había estado respaldado hasta hace poco, por su poder tecnológico y militar indiscutibles.

Un segundo escenario de la crisis, nos coloca, como dice Gabriel Cohn en un “umbral civilizatorio”. Esto es, en el límite del tránsito de un patrón civilizatorio a otro. Según Cohn estaríamos asistiendo a la fase de barbarie del capitalismo. Esta fase ocurre cuando la fuerza del modelo civilizatorio capitalista se ha agotado. Su agotamiento se expresa a través de lo que él llama, la indiferencia estructural, que no es otra cosa que la actitud irresponsable de los agentes centrales de la producción capitalista (empresas), respecto de los efectos sociales de su accionar. Esta irresponsabilidad está avalada por las conquistas jurídicas que han logrado a nivel de derechos, pero sin la contrapartida de las obligaciones, que en muchos casos han excedido las conquistas de los propios ciudadanos.

 Amadeo y Morresi, enfatizan en que otro de los aspectos fundamentales de la crisis civilizatoria del capitalismo, tiene que ver con la privatización de la práctica política y su transformación en un gran negocio, cuya búsqueda inescrupulosa de ganancias a nivel global está articulada a negociados, corrupción, narco mafias, etc. Lo que ofrece este negocio, en el marco del slogan de la democracia global, es un conjunto de mercancías políticas (candidaturas) cada vez menos diferenciadas, pero muy publicitadas por los monopolios de la información y la comunicación, que reducen la condición de ciudadano a un mero consumidor despolitizado.

Otro elemento central donde se expresa la crisis civilizatoria del capitalismo, visto como amenaza desde la civilización occidental, es en la aparición de fundamentalismos religiosos, nacionales o étnicos, que no son otra cosa, como afirma Gruner que un “perverso producto de la dialéctica de expansión mundial, que victimiza regiones que no pueden ser incorporadas al subproletariado mundial de forma ´ordenada´. Los llamados fundamentalismos no son ninguna regresión a formas culturales arcaicas y superadas por la modernidad; por el contrario, son la ´consecuencia necesaria´ de la fase de acumulación del capitalismo y de las formas de sociabilidad propuestas por éste”.[2]

Un tercer escenario de la crisis, es que no sólo estamos ante una crisis monetaria financiera cuyo epicentro es EE.UU. o ante los umbrales de un tránsito civilizatorio debido a la decadencia geo-cultural liberal moderna; sino que es la propia condición de posibilidad del sistema-mundo moderno occidental: la economía-mundo capitalista, la que parece haber llegado a su fase terminal.


[1] DILTHEY, El mundo histórico, Obras. VII México, 1994, F.C.E., p. 179. Citado en el Diccionario de Filosofía de Nicola Abbagnano, p. 418

[2] Citado en Amadeo y Morresi p. 97 Gruner, Eduardo. El fin de las pequeñas historias. De los estudios culturales al retorno (imposible) de lo trágico. Paidós. Buenos Aires, 2002


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