LA NOVELA DE MARIANO MORENO
( ... ) Fragmento del capítulo 1
–Bien decían que el mejor gobierno es el que deja a la gente vivir en paz, cuando se puede. No pienso cortarle el pescuezo a nadie, mamá. Y le ruego silencio, no comente con la negra Mafalda nuestras andadas de sediciosos ocultándonos en las bodegas y sótanos, mire que esas negras son infidentes, de mangas gastadas y cuellos embadurnados quebrantaba más la pobreza en la que vivíamos, con los falsos oropeles de ese empleo financiero de las cuentas reales, minuciosas hasta la exactitud, para que en los libros no faltara un Haber más que un Deber cuando el Rey nos debe hasta sus deberes: ni justicia, ni educación, ni salubridad, la ciudad está llena de charcos. ‘Crucemos la vereda’, me dice mamá. El cenagal, querrá decir, barro y piedras donde los perros se revuelcan.
–No blasfemes, Nito, mejor dame la mano, que se hace oscuro.
–Así nos quiere el rey caminando de la mano como párvulos en la penumbra, cuanto menos vemos nosotros, él nos ve mejor. Para ver la verdad hay que cerrar los ojos, me decía el canónigo don Matías Terraza.
–¿Quién te mete esas ideas en la cabeza, hijo?
–Los libros que me enseñó a leer, ma.
–No tenemos esos libros en casa; ni la viruela pudo contigo, no sé de dónde sacaste ese temperamento rebelde hijito, si es peligroso conseguir que la voluntad empuje a la inteligencia, más peligroso será que la inteligencia arrastre a la voluntad como las gorronas del bajo. Ya me decía Juan José Paso: ¿Querés cambiar el virreinato y ni siquiera tenés ordenada tu casa? Aquí hay que empezar la revolución, madre, ¡ponga a esas negras a trabajar o fírmeles la cédula emancipatoria, como manumitidas!
–Nito, en esta casa manda tu padre.
–Mi padre registra dudas y deudas de la Real Hacienda, ma, encorvado como los mineros de Potosí; tal parece que la colonia nos quiere agachados mirando nuestros pies para evitar ver los cielos donde se respira libertad.
—Mande a las negras a fregar baldosas, madre, esa Mafalda está muy testaruda y sobona, ni qué decir de la Teodora y la Sacramento, bisbisean cuando están en misa, ni sueñe que atienden la homilía. El pobre fray Cayetano podría desgañitarse enseñándoles las bondades del Cielo cuando ellas atienden solamente las tentaciones del Infierno. ¿Cuánto pagó por las tres? Yo no daría un maravedí de los tiempos de Isabel de Castilla por esas tres negras. Ayer le pedí a Sacramento que me cebara mate y sirvió el agua caliente a través de la bombilla de plata, me cociné hasta la campanilla de la garganta mientras la negra, haciéndose la distraída, se reía en sus adentros. Cuando le exijo que el mate tenga espuma, le escupen, madre. Estas negras son sediciosas, ¿no las puede devolver a don Martín de cuchichean todo cuanto ven, huelen o escuchan, hasta los cuescos que se tira don Pantaleón. Cuentan la pedorrea vespertina del pobre viejo que, como está sordo, cree que son mudos, pero las negras zafadas que tenemos anotan con palotes en la pared cada uno de los gases que se larga don Pantaleón cuando acarrea la leña para la cocina por las tardes. El pobre viejo se detiene en medio del patio, afirma las dos piernas, puja un poco y revuelca los humos del vientre, vea usted esas marcas en la cal de la pared, cada muesca es un cuesco: ¿le parece que pueda ser de utilidad esa contabilidad gaseosa? Ni a las tripas de don Pantaleón le servirían, madre. Imagínese que esas mismas negras caderonas anden repartiendo de casa en casa nuestro secreto, ya llegará hasta alguna oreja cercana al virrey y entonces no habrá forma de borrar los palotes en la pared, ¡al paredón de fusilamiento iremos a parar!, sin amnistía ni atenuantes por traidores a la corona, etcétera, etcétera. Olvídese de esta conversación, hable de las hortalizas con sus comadres, de las tareas domésticas con las ayudantas, asígneles más trabajo a esas tres mulatas que de tanto estar ociosas se ponen a contar pedos. La veo a usted continuamente yendo y viniendo como lezna, madre, y las negras, tan campantes allá sentadas bajo el laurel tomando mates. Se diría que usted es la esclava y ellas las amas. ¡Cosa de mandinga! Ya me decía don (...)
"MARIANO MORENO, EL FUEGO DEL MAR" (EN PRENSA PARA 2020)
Escritor en obras en autonomo
4 añosMariano Moreno es un personaje casi olvidado de nuestra Historia argentina, la versión mitrista liberal de fines del siglo XIX lo marginó por ser un prócer "molesto" al status quo oficial liberal. Esa versión mitrista fue la que llegó a las escuelas primero impulsada por Sarmiento y después por los sucesivos gobiernos liberales de principios del siglo XX. Pero Moreno sigue siendo a todas luces el hombre más inteligente e interesante de esos patriotas de la Revolución de Mayo.