LA ORIGINALIDAD EN BUÑUEL
Es un lugar común que el cine de Buñuel representa un caso tal vez único en el que confluyen sin alharacas el naturalismo y el surrealismo, el sueño y la realidad, lo cotidiano y lo extraordinario. La irrupción de lo insólito, la provocación sin saña, los guiños contra el orden lógico, la huida de lo racional, son una constante en su cine. El crítico Carlos Losillaha encontrado en Buñuel “esa capacidad única de su cine para conseguir que las cosas aparentemente más reales adquieran un aire enrarecido y, en cambio, las más extrañas se ofrezcan al espectador como lo más natural del mundo”.
En “Nazarín”, por ejemplo, todo aquel que entra a visitar al cura en su casa lo hace por la ventana, no por la puerta. “Todos entran por aquí, pasen”, indica Paco Rabal a dos trajeados visitantes; en “El discreto encanto de la burguesía”, un obispo se ofrece como jardinero “al precio que marca el sindicato” a la pareja protagonista y en otra escena un soldado se acerca a la mesa donde intentan tomar un té, sin conseguirlo, tres damas de la burguesía, para preguntarles una a una “¿han tenido ustedes una infancia dichosa?”; en “El fantasma de la libertad” la trama es una concatenación de historias que se truncan siempre por el capricho de la cámara en saltar de un personaje a otro según hacen su aparición;
Tengo para mí, sin embargo, que el sello que define la originalidad en Buñuel no es otro que la absoluta falta de énfasis, la ausencia de todo maniqueísmo. Él mismo decía que “si en una película hay un detalle que pueda parecer una cita cultural lo suprimo” o que “nunca me ha gustado hacer visible la técnica”. Hay dos secuencias, de mi personal predilección, que enfatizan esta idea.
En su obra maestra “Viridiana” Jorge, el primo de la protagonista, ve pasar por la carretera un carro que lleva atado debajo un perrillo con la lengua fuera. El carro se para y Paco Rabal se dirige al conductor: “Oiga, este animal no puede con su alma, por qué no lo mete dentro”. Ante la respuesta –“Adentro es solo pa las personas”- Jorge se apiada del perro y decide comprarlo. Cuando se aleja con él, la cámara se cruza con otra carreta en dirección contraria a la que sigue un instante: otro perro atado corre debajo de ella.
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En la película “El” los celos paranoicos de Francisco le llevan, después de la agresión a un cura en plena misa porque cree que se está burlando de sus imaginarios cuernos, a recluirse en un convento. En la escena final, Francisco confiesa al prior “Aquí encontré la verdadera paz del alma”. A continuación, se levanta del banco y la cámara le sigue mientras enfila un camino recto entre pinos … ¡andando en zigzag de un extremo a otro!
Hubo un tiempo en que alguna de las películas de Buñuel sólo podía ser vista por los españoles cruzando a Perpignan. Jean-Claude Carriére recuerda con gracia cierto slogan publicitario que se utilizaba entonces como reclamo: “Después de verla necesitarás el auxilio de la confesión”. 40 años después de la muerte de Buñuel, yo creo que el reclamo es hoy otro muy distinto: “Si no ves las películas de Luis Buñuel, deberías pensar en confesarte”.
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📄 Este artículo forma parte de una serie de 5. Extractos del artículo de Antonio Castán publicado en el blog de Centro de Investigación en Propiedad Intelectual - UAM , "LUIS BUÑUEL Y EL DERECHO DE AUTOR. 40 AÑOS DESPUÉS".