LA POLÍTICA COMO CIENCIA ARQUITECTÓNICA

LA POLÍTICA COMO CIENCIA ARQUITECTÓNICA

Carlos Soriano Cienfuegos

Al comentar la obra de Aristóteles, una figura clave del pensamiento medieval, Tomás de Aquino, destaca la posición de la política como ciencia arquitectónica, posición fundada sobre la distinción clásica entre el hacer (facere) y el obrar (agere): en efecto, el primero se refiere a las acciones humanas transitivas, exteriores, que dejan rastro en un objeto tangible en el tiempo y en el espacio, sujetas a reglas técnicas (recta ratio factibilium) para lograr la mejor ejecución, como el oficio de carpintero o la actividad artística de los escultores; por su parte, el obrar guarda relación con las acciones humanas inmanentes, es decir, aquellas cuyo resultado queda en el agente, sujetas a normas de razón práctica (recta ratio agibilium) en tanto que producto de una voluntad libre y, por tanto, situadas en el campo de la ética, como es el caso de toda actividad que implique una toma de decisión entre alternativas más o menos plausibles o razonables.

Para Aristóteles (y su ilustre comentarista), la política, en tanto que ordenadora de la convivencia social, se ubica no entre las disciplinas técnicas, mecánicas, pragmáticas, sino entre las éticas, prudenciales, prácticas.

Pero ¿cuál es la posición de la política en la taxonomía de la ética? En opinión del filósofo clásico ocupa el lugar principal, por corresponder a la culminación de la ética y presentándose como ciencia arquitectónica de la vida humana, como se advierte al leer su Ética y su Política, en las que justifica la primacía de la política como disciplina que organiza y dirige todas las demás actividades hacia la consecución del bien supremo, teniendo como premisa que el ser humano es -por naturaleza- un animal ciudadano (mejor que social, si seguimos el consejo de Unamuno al traducir la famosa expresión).

Según Aristóteles, "… la política, más que cualquier otra ciencia, ordena cuáles son las ciencias que deben aprenderse en las ciudades y cuáles deben aprenderse en cada grupo de personas". La política, por ende, es la ciencia que jerarquiza y define la prelación del resto de las disciplinas en función de la medida en que contribuyen al bienestar colectivo.

Para el Estagirita, la política debe fomentar la vida virtuosa y justa, cuando dice que "… el fin de la polis es el bien, y para alcanzar este fin, se requiere de una virtud adecuada". La política, es decir, el poder público debe crear un marco institucional que favorezca la vida virtuosa de los ciudadanos, promoviendo leyes justas y fomentando la educación moral.

Las decisiones políticas, las que corresponden a quienes gobiernan la comunidad políticamente organizada, no son esencialmente técnicas, sino prudenciales, éticas, pues no traducen la aplicación de reglas del hacer, sino de normas del obrar: cada decisión política es moralmente (no sólo técnicamente) loable o reprochable, pues quienes detentan el poder deben discernir el curso de acción más adecuado, más razonable, más plausible, en cada circunstancia, siempre orientado hacia el bien común.

La política no es por tanto una teoría (conocimiento especulativo) ni una técnica (disciplina exclusivamente sujeta a reglas técnicas, indefectibles), sino un saber prudencial (conocimiento del criterio rector y ponderación de las consecuencias que conlleva su aplicación), convirtiéndose de esta forma en la manifestación más acabada de la ética, es decir, en la ciencia arquitectónica de la convivencia humana, una visión humanista y profundamente realista, tan olvidada como añorada en nuestros días.

Sinuhé Reyes Sánchez

SOCIO DIRECTOR en REYES Y ASOCIADOS FISCALISTAS SC

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