La política despolitizada

La política despolitizada

La escena se puede ver en el documental “La Batalla de Chile”. Cientos de jóvenes derechistas, mayoritariamente alumnos de la PUC, marchan por la Alameda santiaguina en contra del gobierno de la Unidad Popular. Ondean lienzos y banderas con una enorme letra G. La G de Gremialismo.

El movimiento fundado por Jaime Guzmán, entre otras cosas, predicaba la separación total entre la actividad de los “organismos intermedios de la sociedad” y la política. Según esa visión, los gremios, la sociedad civil, debía mantenerse lejos de la contingencia partidista y la disputa del poder.

Entonces ¿qué hacían estos jovencitos supuestamente apolíticos, tomando posición activa en la disputa por el poder a mediados de 1973? Más allá de las vueltas retóricas que estos niñatos se pudieran dar, la realidad era (y es) mucho más simple. En la mirada gremialista, y por extensión, la de toda la derecha chilena, el asunto es que política es lo que hacen los otros, los adversarios. Su propia actividad, sus discursos, sus propuestas, no se perciben como política. Son “sentido común”, son “las verdaderas necesidades de la gente”, son “los problemas reales”.

Y claro, la fugaz imagen del documental de Patricio Guzmán trae a la memoria esos momentos en que el gremialismo ya cerraba filas en torno a la restauración conservadora que condujo al Golpe de Estado de 1973. Después del mismo, Jaime Guzmán y sus pupilos profundizaron este “doble pensar”, con mayor entusiasmo. Así, mientras los otros, los que ejercían la demonizada política” eran perseguidos y exterminados, ellos, los elegidos, se dedicaban tranquilamente a lo que más les gustaba y convenía: hacer política. ¡Pero cómo! ¿No se supone que durante la dictadura estaba prohibida la actividad política? Respuesta binaria: sí y no. Recuerden: política es lo que hacen los otros, los proscritos. El gremialismo, desde sus espacios privilegiados de la Secretaría Nacional de la Juventud, Cema Chile, Frente Juvenil de Unidad Nacional y aparatos de ese estilo, politiqueaba con alegría y descaro. Jaime Guzmán incluso, se dio el gusto de redactar una Constitución a su pinta. Todo muy apolítico...

El discurso se mantiene, con pocos matices, hasta nuestros días. Los jóvenes de las banderas con la enorme G, devenidos en coroneles del mundillo político actual, siguen sosteniendo el mismo discurso esquizoide. Tiene mucha actualidad este relato de política despolitizada. El proceso constituyente (de momento detenido “por amor”), ha sido un nuevo y desastroso ejemplo de cómo los sectores “no políticos”, se las arreglan para hacer política, marcando las agendas del poder. Sostienen, cómo no, en alto las banderas del “sentido común”, que curiosamente suelen coincidir con las agendas del capital financiero, los oligopolios del retail o los grandes actores del extractivismo y el monocultivo. Pero no hay de qué preocuparse. Aunque tenemos decenas de políticos financiados por las AFP, las mineras o la banca, ellos son, por supuesto, abanderados de esta política despolitizada. Así, nuestro país sigue pegado en un loop donde todo se rechaza, nada se propone y las cosas se mantienen en punto muerto. Los que ganan siempre siguen ganando; los perdedores firmes en su postergación, y nada de esto es política…

Ricardo Penna Leon

Arquitecto, Diseño y Desarrollo de Proyectos

2 años

🤢

Ese fue el discurso para avalar la desarticulación que ahora nos invade, puro veneno de parte de Jaime Guzmán, que sujeto más nefasto, se valió de las FF.AA., para dar a los de su estatus, todo lo que soñaron a destajo en temas económicos y sociales, una Constitución malvada, articulador y cómplice pasivo del Gremialismo, después la UDI y de Golpe Militar y Dictadura.

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