La resistencia al cambio no existe
El advenimiento de la globalización, las transformaciones culturales y cotidianas impulsadas por los avances tecnológicos y la ruptura de antiguos paradigmas, hacen que en los últimos años, la frase “resistencia al cambio” tome una relevancia fundamental.
Desde el management empresarial se suele describir con esta frase a las personas y/u organizaciones que son menos flexibles a impulsar cambios innovadores, continuando con la antigua forma de realizar una actividad o tarea sin intención de pasar a otra que implique nuevas herramientas y tecnologías.
La resistencia al cambio no existe porque las personas siempre están dispuesta a cambiar y mejorar su realidad, no existe nadie que no quiera dejar algo “malo” para pasar a algo “bueno”. La resistencia no está en el cambio propiamente dicho, la resistencia hace foco en las pérdidas, en perder logros obtenidos a lo largo del tiempo con una manera de hacer las cosas, llámese logro a comodidad, seguridad, estabilidad, entre otras cosas.
En lo personal, me gusta decir que el cambio se comporta como una inversión. Las inversiones se componen por un capital que posee la persona (u organización) expresado en los logros y lo invierte en algo de lo cual espera una retribución (intereses). ¿Y qué pasa con el riesgo? A mayores intereses se espera de retribución, mayor es el riesgo de la inversión, lo que implica mayores peligros de perder el capital que se asignó a la misma.
Entonces, capitalizando la comparación, el cambio es una inversión, en donde los intereses son proporcionales al riesgo que este implica, a mayor y más radical es el cambio, más riesgo de perder los beneficios que la persona o empresa obtenía previo a este.
¿Cuál es la conclusión de este análisis? La gestión del cambio debe realizarse con un exhaustivo análisis de información, focalizando en los beneficios que produce y, cuantificando previo al mismo, cuáles son los riesgos o qué cosas se pierden. Así, las personas y organizaciones podrán asimilar la idea del cambio de una manera más concreta y consciente.
Podemos decir entonces que la resistencia al cambio no existe, sino, la resistencia a perder viejas conquistas, impulsadas por un resultado futuro incierto.