La reunión es un síntoma
Cada tanto recibo la petición de hacer "un taller de reuniones efectivas" porque se reconoce -en primera instancia- que ocupan mucho tiempo generando muy pocos resultados.
Otras, más observadoras o conversadores, han podido visualizar que las reuniones son espacios incómodos donde se callan más cosas de las que se dicen o donde se dice lo que se cree que se espera que se diga pero, rara vez, se dice aquello que se siente o piensa genuinamente.
Son, para usar la metáfora del síntoma, un gran dolor de cabeza. Se puede comenzar a mirar el dolor de cabeza y acallar el síntoma. Sin embargo, lo recomendable es ir al origen del síntoma.
¿Cómo nos relacionamos en el trabajo de tal modo que hay reuniones poco productivas? ¿Están claros los procesos para todos? ¿Hay espacio para decir -en este tipo de reuniones- cómo nos sentimos? ¿Hay la confianza como para decir "no sé de qué me hablan", "me perdí", "no estoy de acuerdo", "no entiendo"?
¿Puedo -en estas reuniones- compartir mi más reciente error? ¿O si hablo de mi más reciente error seré sancionado explícita o sofisticadamente?
La reunión es un síntoma, uno de los más comunes, de que no hay salubridad en las comunicaciones de una organización. Y, cuando digo comunicación me refiero al modo cómo las personas que forman parte de la organización se vinculan, lo que está directamente relacionado con los resultados del negocio.
¿Se puede hacer una taller para lograr reuniones más efectivas? Respuesta corta: sí. ¿El taller garantiza que las reuniones sean efectivas en el tiempo? Respuesta corta: no. No, por lo menos, si no se observa, comprende y modifica el origen del síntoma.
No pase esto por alto. Si tiene muchas reuniones o reuniones poco productivas, hágalo ver.