La setencia del procés.
Ya tenemos sentencia del “procés”.
Para muchos, el desenlace normal de un juicio que estaba visto para sentencia.
Es claro que cada día se aprenden cosas nuevas.
Hoy he aprendido que una prueba no es tal: es un acontecimiento sujeto a la interpretación de uno o varios jueces.
Leída en diagonal la sentencia, no se observa en su redacción ninguna relación directa causa efecto entre los supuestos actos criminales que se imputan con alguna prueba irrefutable de quién, cuándo y cómo cometió los delitos que traen causa de su sentencia. Más bien, la sentencia justifica las penas en base a procesos interpretativos de acontecimientos que ni se detallan, ni se explicitan, ni se concretan y que, eso sí, los firmantes, unánimemente, firman la referida sentencia.
Dicho lo anterior, y atendiendo al hecho de que la sentencia crea jurisprudencia al no ser recurrible, resulta de ella, automáticamente, una nueva realidad social, con la que habremos de convivir todos los españoles de pasaporte (independentistas o no), en la que la discrepancia respecto de la interpretación que se dé a la Constitución podrá traer causa de un delito de sedición o, si se modifica el código penal (como anuncia Casado si gobierna), hasta de rebelión. Y ello será así porque el principio fundamental de la presunción de inocencia y, como consecuencia de ello, la necesidad de probar el delito, se dejan, por mor de esta sentencia, al menos, al libre albedrío de unos jueces.
En España, una vez más, se sacraliza el símbolo y se denosta al ciudadano. Me explico.
Hace dos días, mientras un paracaidista, desafortunadamente, quedaba colgado de una farola, los militares que se encontraban en las proximidades corrieron a recoger la bandera caída, dejando sin atención, desde buen principio al infortunado paracaidista.
Leo alusiones a la ciudad de Zaragoza quienes, en fechas tan señaladas y probablemente exaltados por el 12 de octubre, se refieren a ella como la Inmortal Zaragoza.
Dejo de lado declaraciones referidas a la exhumación del dictador o los vivas a Tejero.
O la intervención del prior del Valle de los Caídos, fiel representante de una entidad (la iglesia católica) que considera el papel de la mujer como complementario, secundario, si no pescindible. Y así desde hace dos mil años…
Un general de la Guardia Civil, responsable de la benemérita en Catalunya, clama, sin rubor que “volveremos a hacerlo”. No sé exactamente, en este caos conceptual que ya inspira de por sí la sentencia citada al principio, si el susodicho general indica que volverían a pegar a los ciudadanos que votaban o querían votar en Catalunya en un acto supuestamente ilegal o si se refería a que fracasarían en la localización de cinco mil urnas que en aquellas fechas de hace dos años fueron incapaces de encontrar con la apreciable ayuda del Cuerpo Nacional de Policía.
Las conclusiones a las que he llegado y he aprendido en las últimas horas es que nos toca vivir en un país en el que el Estado, cuya misión debiera ser velar por el bienestar de la mayoría de ciudadanos, antepone a los valores supremos de un verdadero estado de derecho el derecho de aplicar “razones de estado” para justificar sus ilegalidades (que nunca lo serán pues el estado español es juez y parte). Y mantiene así, a cualquier precio, en el más puro significado del “Todo por la Patria” (como reza en los cuarteles), la sacrosanta unidad de España a cualquier precio…cuando hay más ciudadanos fuera que dentro de los cuarteles y a quienes no se les pregunta sobre su futuro ni decidir que es para ellos el “Todo por la Patria”.
Y todo ello:
- Sin que se declarara unilateralmente ninguna república catalana, y
- Organizando un referéndum despenalizado en 2005
¿Sabes dónde estás, ciudadano español?