La tecnología como liberador de estres
Hoy New York Times se hace eco de una noticia muy triste sobre uno de los iconos planetarios del mundo gastronómico: David Chang.
Detrás del aspecto simpático, afable, canalla, inquieto e inteligente de este ser que ha sabido adelantarse a su tiempo y conquistar los estómagos y la admiración de millones de personas a nivel planetario se esconde un autoreconocido maltratador laboral.
Como lo llama NY Times un "mal gestor del enfado", quizás entre otras cosas, por eso los empleados tenían que firmar acuerdos de confidencialidad.
La verdad se me cae un mito porque para que alguien sea merecedor de admiración, no basta con dar bien o muy bien de comer, con tener éxito comercial, con tener cientos de miles de groupies o con ser bendecido por los dioses y por la prensa. No vale conseguir eso a cualquier precio, igual que no valdría que los pañuelos Hermes estuvieran hechos sobre condiciones laborales extremas. Simplemente no vale. La exigencia es legítima pero tiene límites claros: el respeto a los demás y la salvaguarda de su autoestima son los más importantes.
El NY Times dice " El trabajo en los restaurantes atrae a las personas que tienen problemas para encajar en otros lugares y luego los pone bajo una feroz presión que, en muchos casos, multiplica sus problemas.". Eso es verdad, a veces, pero más allá de que lo sea creemos que no se ha puesto el esfuerzo y el interés suficiente en cuidar a nuestros equipos de cocina. En saber ayudarles, en querer arroparles en un trabajo que implica a menudo un estrés extremadamente alto. Venimos de mercados con fama de estresantes pero son una broma comparados con la tensión de un servicio intenso.
En Reimagine Kitchen trabajamos para evitar estas situaciones. Hemos creado una solución de la que hablaremos otro día que reduce considerablemente las múltiples emboscadas que hay en una cocina y que son las que generan puntas de estrés, frustración y desesperación que conduce en casos extremos a los malos profesionales y gestores en violencias verbales o físicas inaceptables que como dice NY Times provocan "la lenta putrefacción de la autoestima".
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