LA TRAMPA DE LOS SUBSIDIOS A LA ENERGIA

LA TRAMPA DE LOS SUBSIDIOS A LA ENERGIA

Los argentinos vivimos atrapados por distintas trampas invisibles de las que no podemos salir. Una de ellas es la de los altísimos subsidios a la energía con tarifas congeladas muy por debajo del costo de oportunidad de la generación, el transporte y la distribución de la misma.

Según el Presupuesto 2021 los subsidios eléctricos totalizan $ 450.000 millones. El peso de los subsidios a la energía (electricidad y gas) y al transporte rondan el 2,2% del PBI, con proyecciones a que lleguen al 3% hacia fines de año. Como podemos ver, los subsidios a la energía son un gran componente del defícit fiscal de nuestro país, que se estima para este año que llegue al 4% (6,4% sumando intereses de la deuda).

Los subsidios están creciendo al 85% anual muy por encima de la inflación. Para tener una idea, en el año 2003 los subsidios eran del orden de los 200 millones de dólares,llegando a la sideral cifra de 17.600 millones de dólares en el 2014.

Voy a utilizar el arquetipo sistémico de los límites al crecimiento de Peter Senge para visualizar el problema y demostrar lo insostenible de la situación.

Este arquetipo nos dice que no hay crecimiento infinito y que simpre existe una condición limitativa.

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Según Peter Senge, en el arquetipo Límite de Crecimiento, un proceso se alimenta de sí mismo para producir un perí­odo de crecimiento o expansión acelerada. Luego, dicho crecimiento se vuelve más lento, a menudo en forma inexplicable para quienes participan en el sistema, y puede detenerse, o inclusive, revertirse y producir un colapso acelerado. La desaceleración surge por un proceso compensador paralelo que se activa cuando se llega a un determinado límite. El mismo puede ser una restricción en los recursos, o una reacción externa o interna ante el crecimiento acelerado que es insostenible. 

Apliquemos estos conceptos a nuestro caso:

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Para mejorar el poder adquisitivo del salario, el Gobierno, sobretodo en años electorales, congela tarifas de los servicios. Mediante subsidios se paga la diferencia entre los precios que percibe la oferta y lo que realmente paga la demanda. Estas importantes erogaciones de dinero generan déficit fiscal e implican gran emisión. Se generan altos niveles de inflación por la pérdida de valor de la moneda, lo que afecta en forma negativa a la mejora del salario real. La condición limitativa pasa por nuestra baja capacidad de emisión producto de los desequilibrios macro económicos y de nuestro bajísimo crecimiento del PBI a lo largo de los años.

Clarito, ¿no?

La situación conlleva a desequilibrios externos y fiscales. Los impuestos distorsivos compensatorios, incluyendo al impuesto inflacionario, nos tornan menos competitivos y caen las exportaciones por lo que ingresan menos divisas afectando al tipo de cambio.

Se generan, así, expectativas devaluatorias que se trasladan a precios,muchas veces en forma irracional,agravando aún más el problema. Es necesario destacar que el efecto negativo es no lineal y que los costos asociados a este desbarajuste sistémico terminan siendo más que proporcionales a los ahorros buscados en las familias. Hablando en criollo antiguo: EL COSTO INFLACIONARIO ES MUCHO MAYOR, POR LA NO LINEALIDAD SISTEMICA, QUE LOS AHORROS DE TARIFAS.

Además, existe un desequilibrio muy grande entre las diferentes regiones. En el AMBA, los usuarios están pagando apenas un 30% del verdadero costo de la energía. Así, para un consumo de 500 kWh por bimestre, un porteño que vive en la zona norte de la Ciudad o un bonaerense con domicilio en Vicente López o San Isidro pagó en noviembre de 2015 una tarifa siete veces menor a la que abonó un santafesino, un rionegrino o un cordobés. Así, en la mayoría de las provincias con recursos más limitados, como Formosa, Chaco y Jujuy, por ejemplo, se pagan tarifas mucho más altas que en Capital,

Como vemos, el sideral monto de los subsidios a la energía está mayormente destinado a los hogares con ingresos medios y altos de la Ciudad de Buenos Aires y del Gran Buenos Aires. El 30% de los hogares más pobres participa tan solo en el 20% de dichos subsidios.

El atraso tarifario tiene otros impactos en el sistema. Al no ser rentable, la inversión cae y se resiente la calidad de los servicios y disminuye la cobertura por la menor expansión de la infaestructura. Y aquí la inequidad aumenta para los que tienen que pagar el gas envasado, por ejemplo. O para aquellas millones de personas que no pueden acceder al servicio de agua potable y cloacas, o a internet.

En el caso del gas, que es un producto transable, los bajos precios hicieron que la producción no fuera sostenible en distintos momentos y hubo que importarlo de Bolivia a un costo muy elevado. Además de que los bajos precios de la demanda estimulan el derroche lo que agrava las cantidades a importar.

¿Qué debemos hacer los argentinos?

Si bien un ajuste tarifario tiene un efecto negativo sobre los precios a corto plazo, posee también un efecto estabilizador sobre la inflación en el largo plazo por el menor déficit fiscal y la consiguiente menor emisión.

Se podrían aplicar criterios de segmentación con un mismo cuadro tarifario pero con distintos niveles de subsidios según los ingresos de las familias como sostiene el Ministro Guzmán, para horror de La Cámpora y CFK. El relato oficial es que ello podría generar descontento en la masa de votantes, sobre todo en el conurbano bonaerense donde reina el populismo. Pero, la inflación con su impacto más que proporcional en los precios, ¿no genera más descontento?

Para que se den una idea, yo pertenezco al segmento socio económico medio alto o ABC1, es decir al 10% más rico de la población. Vivo en Las Cañitas, de la Ciudad de Buenos Aires, en una Torre con Servicios y pago $ 995,25 por bimestre de Electricidad y $ 404,30 por el gas a abril del 2021. Lo que sale una pizza grande por la energía eléctrica y un par de gaseosas por el gas. Ridículo. Prefiero pagar más por los servicios y mucho menos de impuesto inflacionario que ya sabemos que es mucho más que proporcional y nos pega de lleno en el poder adquisitivo de nuestro salario.

Visto de otra manera, pagar un valor diferencial por los servicios es una inversión que incrementa nuestro salario real por la menor inflación. Además, precios de la energía más cercanos a su costo de oportunidad funcionan como incentivos para las inversiones para beneficio de todos.

Por último, es importante recordar que sin visión estratégica no habrá sector energético competitivo, y sin energía no hay país que pueda desarrollarse.

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