LA TRAMPA DEL CIERRE DE EXPORTACIONES DE LA CARNE

LA TRAMPA DEL CIERRE DE EXPORTACIONES DE LA CARNE

Para que razonemos juntos el impacto negativo que tiene esta medida populista en los precios y en la calidad de la carne, voy a recurrir al arquetipo sistémico de Peter Senge del Desplazamiento de la Carga.

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Lo explico nuevamente para aquellos que aún no leyeron mis artículos anteriores. Dado un síntoma cualquiera, podemos aplacarlo mediante una solución rápida, sintomática, de corto plazo o mediante una fundamental de largo plazo. Casi siempre optamos por la primera de las soluciones porque la segunda implica un esfuerzo y un tiempo de respuesta. El problema es que la solución rápida suele tener efectos colaterales que obstaculizan la solución fundamental y/o agravan el problema de fondo. Así, si tenemos fiebre es más fácil tomarse un antitérmico o un antibiótico antes que ir al médico, hacernos análisis y seguir el tratamiento adecuado.

Apliquémoslo al tema en cuestión del control del precio de la carne. Ante una suba del precio, el populista, que nunca tiene la culpa de nada, argumenta que ello se debe a una suba de los precios internacionales. Minimiza y evade sus culpas respecto de la presión inflacionaria y de la devaluación sobre el precio de los insumos y los costos. Así, decreta que se deben suspender las exportaciones. Veamos el impacto negativo que esto acarrea en el sistema:

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Por otra parte, esta medida poco inteligente, no tiene en cuenta que el 90% de nuestras exportaciones de carne son las relativas a la llamada vaca conserva que no se consume en el mercado local. Se trata de vacas viejas y flacas, de más de 10 años, que transitan el final de su vida reproductiva, cuya carne es oscura y de grasa muy amarilla. Gracias a que China estaba importando casi el 76% del total del volumen exportado a un precio muy bueno, los productores, al ver incrementada su rentabilidad, estaban procediendo a reemplazar estas vacas por vientres más productivos para beneficio del sistema como un todo.

El impacto negativo en el sistema se puede resumir en:

  1. Caída del orden del 20% en el precio de la carne de la vaca conserva. Esto sumado al incremento del costo de los insumos impacta en forma negativa en los márgenes del productor.
  2. Caída en la inversión productiva en reposición de stocks, lo que producirá una menor oferta de cabezas de ganado en el mediano y largo plazo por la caída en la rentabilidad de los productores primarios y por desaliento y ralentización de los procesos de engorde, incluyendo productores que dejaran la actividad.
  3. En el mediano plazo se registrarán menos exportaciones, por la menor oferta, con un menor ingreso de divisas al país.
  4. Caída en los niveles de empleos directos e indirectos a lo largo de todos los eslabones de la cadena.

Como vemos, se trata de carne que no se consume en argentina. Esta se basa en novillitos y vaquillonas, bovinos estos de 18 a 24 meses. Así, caerá la producción de terneros por el freno al reemplazo de las vacas viejas por vientres productivos. Los precios pueden llegar a bajar en el corto plazo a costa de incrementarse en forma más que proporcional en el largo plazo por la menor oferta producto de la menor inversión. El productor prefiere destinar tierras aptas para las pasturas a la siembra de soja, por ejemplo.

Los argentinos no tenemos memoria. Esto ya ha pasado antes con efectos muy negativos para el sistema como conjunto. Entre 2006 y 2015 ya hubo un control parcial de las exportaciones. En dicho periodo se produjo una reducción del stock vacuno de 58 millones de cabezas a 48 millones. Estas medidas populistas, tomadas de un día para el otro sin pensar en el efecto sistémico, representan una marcada marcha atrás para el desarrollo y crecimiento de la ganadería y del país.

¿Qué pasó esa vez? Lo esperado: Al caer la oferta, no solo se incrementaron los precios, sino que también cayó el consumo interno por habitante de 62 kg en 205 a 55 en 2011. Además, cayeron las exportaciones de 800.000 ton en 2005 a 200.000 ton en 2012, regalando mercados a competidores, con el consiguiente impacto negativo en el ingreso de preciadas divisas que Argentina tanto necesita para poder importar bienes intermedios. Amén, de la destrucción de la marca país como proveedor confiable. Como es fácil de ver, todo esto afecta al crecimiento sostenible del país.

¿Cuál es la solución fundamental?

EL PRECIO DE LA CARNE SUBE PORQUE LA MONEDA VALE CADA VEZ MENOS. En los primeros cuatro meses del año los precios se incrementaron un 18% (46% interanual), se incrementaron los precios de los combustibles, los salarios, la paridad cambiaria, etc.

Veamos como se compone el precio de la carne a lo largo de la cadena de valor. Según la Federación Agraria para el Desarrollo Argentino (FADA), del precio final que se paga por el kilo de carne, la cría participa con el 29,1%, los impuestos participan con el 29,2%, los feedlot un 22,6%, las carnicerías y frigoríficos concentran en conjunto el 19,2% del precio final. Del total de los impuestos de la cadena, el 76% son nacionales (impuesto a las ganancias, IVA, e impuesto a los créditos y débitos), 19% provinciales (inmobiliario rural, ingresos brutos) y el 5% municipales (impuesto a la industria y comercio y tasa vial). Por otro lado, la cría es el que más impuestos paga, seguido por el consumidor.

Un trabajo de la Cámara Argentina de Matarifes y Abastecedores (CAMyA) echa luz sobre el asunto. En su informe sectorial de febrero de 2021, la entidad empresaria marcó el recorrido y la multiplicación del precio a medida que pasa de eslabón y se complejiza su procesamiento. En primer lugar, el precio promedio del kilo vivo de un novillito de hasta 390 kilos se ubicó en $177 en los últimos días de febrero en el Mercado de Liniers, un aumento de 7,3% respecto a los precios que se registraron en enero. A partir de allí, esos $177 por kilo en el animal vivo se convierten en $310,53 por kilo en una media res, ya que de la cantidad de kilos totales del animal vivo deben descontarse, entre otras cosas, las partes que no se utilizan o se quitan, como grasa, cuero y demás. Tomando un preso promedio del animal de 360 kilos, solo se obtienen de carne un 57%, es decir, unos 205 kilos. A ese valor que surge de la media res hay que sumarle $9,4 por kilo de costos de distribución y $7,20 por kilo de impuestos, en los que no está incluido el IVA. Así, sumando otros gastos y costos, queda una media res que vale, en promedio, $350,02 por kilo que con un IVA del 10,5%, se eleva a $386,78, siempre por kilo.

Cabe aclarar que este es un precio de referencia que calcula la entidad; puede variar según la calidad del producto. Asimismo, la Cámara de Matarifes y Abastecedores explica que el precio final de la carne no es una suma de costos, sino que, como en cualquier mercado competitivo, se determina por interacción entre la oferta (el carnicero) y la demanda (los consumidores). Esto quiere decir que el precio final de la carne, independiente de cómo se conforme la cadena productiva, se termina de definir en la carnicería. Dicho esto, y teniendo en cuenta el promedio de precios en las carnicerías publicado por CAMyA, el precio promedio del kilo en la media res se transformaba, en ese mes, en $594,06 por kilo de asado, $612,06 de cuadrada, $770,64 de lomo, $738,91 de peceto, $655,32 de matambre, o $669,98 de vacío. De esos precios finales, el carnicero debe pagar el producto, los impuestos, los costos y obtener rentabilidad. Hoy el precio del asado y el vacío se ubican entre $ 800 y $ 900 segùn el barrio.

Veamos el dilema con la técnica de la evaporación de la nube del conflicto de Goldratt:

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El dilema es claro: cerrar las exportaciones para bajar el precio interno dela carne o incentivarlas para lograr un mayor ingreso de divisas. Ambas son condiciones para el desarrollo sostenible del país. ¿Podemos lograr ambas necesidades a la vez? Sí, podemos. La solución fundamental pasa por focalizarnos en el largo plazo, construir consensos, hacer un plan creíble que baje la incertidumbre y genere confianza para incrementar la inversión privada y generar puestos de trabajo genuinos, que permita bajar el gasto social y el déficit fiscal.

Ahora bien, ¿el populista no sabe todo esto?, ¿son tarados, ineptos o lo hacen a propósito? Yo creo que es esto último porque les conviene un pueblo pobre e ignorante para, mediante "ayuda social" cooptar un importante caudal de votos.

Lamentablemente, en el futuro tendremos menos carne y más polenta.

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