La verdad incómoda sobre el mercado laboral frente a los recién egresados.

La verdad incómoda sobre el mercado laboral frente a los recién egresados.

El proceso de búsqueda de trabajo no es una tarea fácil: hay que elaborar un CV que impacte a los reclutadores y modificarlo o ajustarlo de acuerdo a las experiencias profesionales que obtengamos en nuestra carrera profesional, es importante practicar nuestras respuestas de posibles preguntas que nos pueden hacer en las entrevistas de trabajo, hay que investigar bien las empresas a las que nos postulamos y las que nos interesan, debemos cuidar nuestra reputación profesional, es necesario ampliar y mantener nuestra red de contactos para alguna oportunidad laboral futura, entre otras cosas.

Como comenté en una publicación reciente, hasta hace algunos años se pensaba que si una persona contaba con una carrera profesional, prácticamente en automático el mercado laboral le abría las puertas a oportunidades laborales interesantes, con sueldos competitivos y prestaciones y compensaciones atractivas, y lo más importante: que ya se tenía la estabilidad y desarrollo laboral que se estaba buscando sin mencionar la seguridad en un empleo; todo esto se conseguía con solo tener una carrera.

Hoy en día, la realidad golpea fuerte a aquellas personas que depositan sus esperanzas, expectativas, sueños y anhelos profesionales en una carrera universitaria (ya sea en la iniciativa privada o pública) porque nada de eso es cierto, es decir: tener una carrera profesional no es garantía de un empleo bien remunerado, además de que ya no es suficiente como para dominar un tema (la educación superior es muchas veces un escalón más en el desarrollo profesional, después vienen maestrías, especializaciones, diplomados, doctorados, etc.), no todos los puestos de trabajo tienen sueldos competitivos ni prestaciones atractivas, no todas las empresas desean que su personal se quede mucho tiempo en su nómina, y no todas las empresas jubilan a su personal.

El fin de este artículo no es decepcionar ni deprimir a todo aquel que lo esté leyendo, sino más bien ilustrar una verdad incómoda sobre el mercado laboral para que aprendamos a movernos en él para que sepamos detectar, aprovechar y valorar las oportunidades laborales que se nos presenten, entender que la búsqueda de empleo ya no es la misma de antes, y lo que antes se consideraba como relevante hoy en día probablemente ya no lo es tanto.

Uno de los problemas a destacar en este tema no son los cambios del mercado laboral (los cambios son la única constante en el mundo de la búsqueda de empleo), sino pensar y asegurar que el mundo sigue funcionando como hace 40 o 50 años donde tener pocas cosas te aseguraba un buen trabajo y por mucho tiempo. Desafortunadamente, tanto los estudiantes de los últimos semestres de cualquier carrera y universidad como los recién egresados están sufriendo los estragos de este retraso de pensamiento en cuanto al mundo del empleo: siguen pensando que al concluir la carrera ya obtendrán el trabajo que tanto quieren.

Actualmente, el valor profesional de una persona se centra mucho en la posibilidad de combinar dos tipos de conocimientos: los que brinda la universidad, y los que brinda la experiencia profesional. Esto quiere decir que el mercado laboral ya no privilegia la educación formal con todo lo que conlleva (calificaciones, prestigio de la escuela, modelo educativo, etc.) como se hacía antes. Ahora, lo que marca la diferencia entre un recién egresado y otro es la capacidad de poner en práctica todo aquello que adquirió en las aulas hacia la práctica laboral, ya que lo visto en clases permite visualizar el campo profesional de lo que se está estudiando, y la experiencia práctica profesional permite forjar el conocimiento universitario haciendo que el recién egresado se vuelva un profesionista en toda la extensión de la palabra.

Dicho de otro modo: un buen profesionista es aquel que sabe mucho (o por lo menos lo suficiente) acerca de su ramo o profesión porque lo estudió en clases, y porque sabe aplicar lo aprendido en el campo real de su profesión. Esta situación es una de tantas que permite distinguir un recién egresado de otro. Es por eso que los estudiantes de los últimos semestres deberían comenzar a visualizar opciones profesionales básicas para poder contar con experiencias aunque sean mínimas de aplicación de sus conocimientos en el ámbito laboral real, y no cometer el error de muchos estudiantes: esperarse hasta el último semestre para empezar a buscar empleo, sabiendo que sin experiencia laboral aunque sea mínima, es complicado que los contraten en alguna empresa.

Por último, solo me queda mencionar lo siguiente: la perspectiva errónea en cuanto a la búsqueda de trabajo y el desarrollo profesional no es culpa de los estudiantes o de los recién egresados, porque ellos estudiaron (o siguen estudiando) bajo un modelo que dejó de existir hace 20 o 30 años pero que sigue vigente. Más bien, hay que evaluar los motivos por los cuáles se está valorando de más la educación superior, y se sigue pensando que las calificaciones valen más que las prácticas profesionales y el servicio, y que un título universitario y el prestigio de una escuela tiene mucho peso a la hora de buscar empleo.

En el próximo artículo, hablaré de las opciones profesionales útiles para conseguir empleo, aún sin tener experiencia laboral.

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