La vida en circuito cerrado

La vida en circuito cerrado

Es difícil tener un orden biorrítmico sin razones para ese orden. Sin un horario para ir a trabajar, o para llevar a los chicos al colegio o para ir a misa, o para asistir a alguna clase o para encontrarse de extranjis con el amante de turno o para abrir la tienda. 

Hablo desde el caso particular de los que no tienen hijos en edad escolar … bueno. De los que no tienen hijos del todo.

Esta situación de la que somos testigos y parte, creo yo, es una tragedia en tres actos. El tercero será la reapertura del circuito cerrado, saliendo a la calle de nuevo, levantando las persianas de los negocios, viéndonos las caras y echando de menos a los que hace 3 meses estaban y dejaron el hueco vacío, que a día de hoy son más de 11.000. 

El primer acto, al principio de todo, cuando aún era una amenaza sin víctimas cercanas, fue emocionante y hasta prometedor. 

Estar todo el tiempo en casa sin salir, pero con la enorme ventaja de que los demás tampoco salieran suponía una especie de paraíso para un depresivo quien se ha pasado la vida esforzándose en disfrutar de lo que el mundo entendía que era menester disfrutar. La vida social, las fiestas en la adolescencia, la alegría mixta de anuncio de Coca Cola. Los depresivos(1) han vivido ese mandato social con gran exigencia. Había que ser feliz, demostrarlo, e interpretarlo.

Había habido fiestas con piscina en veranos lejanos en los que el-o-la depresivo habían hecho la danza de la lluvia para que se suspendiera. “¿Y no era más fácil simplemente no ir?”. No. No era más fácil, porque junto a la depresión llega el mandato de negarlo. De que uno parezca igual de normal que los demás; y desistir ir a la fiesta-guay sin motivo, requería de una seguridad en uno mismo que el depresivo adolescente -por definición- no tiene. Era más fácil pedir a los dioses una lluvia torrencial y en lo posible, con inundación aledaña.

Principios de marzo de 2020: ¿Que hay que estar en casa sin salir durante unos días y sin ver a nadie y sin que haya actividades lúdico-festivas y felices a las que no hay que esforzarse en ir ni en ser invitado y requerido?… ¡Bienvenidos a mi mundo!. 

Estar en casa, tranquilamente, retozando y recorriendo las miles de hectáreas interiores y desconocidas que uno tiene y que va conociendo a partir de escribir, de ver pelis o- de dormir en sueños sabía a gloria. Era una película distópica, pero está ocurriendo y soy parte del elenco”.

Y así fue pasando el primer acto, preguntándome si las otras mujeres del confinamiento se maquillaban aún para estar dentro del hogar. Si se moldeaban el cabello después de lavárselo. Si usaban sujetador para estar en casa. Si se vestían o simplemente se ponían ropa.

Hubiera querido hacer una encuesta para saber COMO SON LAS MUJERES “NORMALES” VIVIENDO UNA VIDA DE ENCLAUSTRAMIENTO. 

¿Estarían haciendo cambios internos o solamente esperando a que llegue el tercer acto?. ¿les cambiaba algo de su vida y de sus certezas este encierro? ¿las hacía muy desgraciadas? ¿Se tomaban un descanso del resto de la sociedad o simplemente la echaban de menos?. ¿QUIENES SE SENTÍAN QUE ERAN ELLAS SIN LOS OTROS?.

¿Se aburrirían?. ¿Envidiaban a las médicas, enfermeras, cajeras de los supermercados que no sólo mantenían su labor sino que lo hacían a destajo y con riesgo?. ¿Se habían propuesto metas?.

Y las que sufrían ¿Por qué sufrían? ¿por el miedo a contagiarse y morir o porque el sufrimiento era el sentimiento “que toca” en estos casos?.

Mientras termina este primer acto -que será cuando toquemos techo, y ello coincidirá con la muerte de alguien muy conocido/ querido/ representativo ó con un acontecimiento anexo sobrecogedor y por tanto un punto de inflexión- sigo intentando asimilar esta extraña vida que por momentos pareciera que es eterna y por otros que es una cámara oculta de Sorpresa Sorpresa (muy bien producida, dicho sea de paso). 

Es tan difícil contestar la pregunta “¿Para qué vives?” y que la respuesta sirva en este momento de confinamiento mundial, que mejor me zambullo en la re-lectura de El Aleph de Borges, cuyos espejos y mundos laberínticos lograrán que me sienta a salvo en esta realidad acotada pero conocida. Y ya veremos.


  1. Depresión: Enfermedad o trastorno mental que se puede caracterizar (o no) por una profunda tristeza, decaimiento anímico, baja autoestima, pérdida de interés por todo y disminución de las funciones psíquicas.

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