LAS 5 LIBERTADES
QUE TODO SER HUMANO MERECE EXPERIMENTAR
Según Virginia Satir
Esto fue escrito hace unas semanas ya. Una circunstancia me hizo recordar este valioso legado de Virginia Satir y escribí acerca de ello. Pero, por alguna razón, siempre encontraba una excusa para no publicarlo. Hoy, después de una experiencia extraordinaria de nueva conciencia, pude ver que el motivo por el que no había sido publicado radica en la imposibilidad de la que padecía para llevarlo en práctica en mi propia vida. Hoy, no obstante, me siento distinto, me siento en la integridad de compartir esta información porque, me experimento viviendo estas enseñanzas y permitiéndolas en todas mis relaciones y ha redituado paz y alegría para mi vida. Confío en que funcionará también para ti.
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En los últimos días, casi por casualidad, he estado expuesto a una gran cantidad de conocimientos de diversas fuentes sobre el tema de las relaciones. Y, ha sido información muy valiosa que ha refrescado y/o expandido mi conciencia sobre la operatividad de ese sentimiento de conexión que sugiere para nosotros reconocernos como seres interdependientes con los demás. Reconocer este juego de la vida en el que la calidad de nuestras relaciones define en gran medida la calidad de nuestra existencia.
Toda esta experiencia me ha llevado a reflexionar sobre una variable que es muchas veces descuidada, pero que en mi opinión marca toda la diferencia en este tema “la libertad”.
Hace unos minutos, cuando empecé a escribir aquí, esperaba dar mi libre versión sobre esto, sin embargo, ahora me doy cuenta de que mi interpretación es tan hermosamente parecida a lo que plantea nuestra Virginia Satír, que prefiero tomar la organización práctica que ella le ha dado a este tema en su libro “Contacto Íntimo” donde enuncia lo que llamó “Las cinco libertadas”.
Por tanto, basado en la funcionalidad de su esquema, expreso lo que significan para mí y de qué manera influyen en nuestra experiencia de la vida y nuestras relaciones.
1. La libertad de SER lo que somos ahora.
Es común ver cómo desaprovechamos la oportunidad de celebrar lo que estamos viviendo en el presente, porque nuestro juicio se encarga de cuestionarnos o cuestionar a otros, esperando que seamos aquello que una vez fuimos o que nos comportemos como aquello que, según nuestro modelo del mundo[1], deberíamos ser.
Me parece una actitud incorrecta. Todos los seres humanos necesitamos experimentar la libertad para ser lo que somos ahora, en vez de lo que hemos sido, seremos o deberíamos ser. Todos estamos en un proceso de evolución constante que avanza en velocidades distintas dependiendo de variables muy personales. Exigir a alguien que sea una cosa diferente de lo que ahora es, menoscaba su probabilidad de crecimiento y maltrata la dinámica de la relación, porque nuestras expectativas nunca son satisfechas.
Invitación: Generemos para nosotros mismos y los demás la oportunidad de ser lo que estamos siendo en este momento. No se trata de conformarnos con lo que somos e ignorar las oportunidades de evolución, sino de amar lo que estamos siendo en este momento, aceptando todo lo que hemos logrado y lo que aún no, honrando los supuestos errores y aciertos que hemos cometido, experimentando juntos un proceso de crecimiento tan apropiado que no violenta el proceso natural, tan indulgente que nos regala el permiso de fracasar y tan inspirador que no habrá manera de que paremos de crecer.
2. Libertad de SENTIR lo que sentimos.
Desarmemos nuestra excesiva inteligencia cognitiva para permitirnos prestar menos atención a los razonamientos lógicos y nos enfoquemos en desarrollar la empatía, la intuición, o lo que el budismo llama “el amor compasivo”. A nuestra mente le entusiasma el juego de juzgar a cada instante cómo nos deberíamos sentir en cada ocasión, como si las emociones fueran un par de zapatos, y nos sentimos culpables cuando, en algún momento experimentamos una aparente incongruencia entre lo que estamos sintiendo y lo que se supone deberíamos.
Uno de mis instructores me dijo cierta vez que una de las maestrías de vida es “experimentar la experiencia”, lo que interpreto como nuestra posibilidad de sentir lo que estamos sintiendo, independientemente de que parezca inadecuado para los esquemas sociales, imposiciones del decoro o los tabúes folclóricos que hemos inventado para limitar la emocionalidad. Todos necesitamos contar con la libertad de sentir lo que estamos sintiendo, aunque en ese momento carezca de todo sentido. Luego podremos encontrar los motivos que mueven esas emociones, luego atravesaremos ese momento y encontraremos valor al mirar atrás, pero, y esto es una advertencia importante, la sensación que nos produce ese sentimiento en el momento presente se prolongará por mucho más tiempo si pretendemos negar su existencia.
Invitación: Regalémonos a nosotros mismos y a los demás la seguridad de sentirnos como nos sentimos sin temer a los juicios acusadores, ese cambio de paradigma en nuestra manera de ser traerá mucha libertad y crecimiento a nuestro alrededor.
3. Libertad para DECIR lo que sentimos y pensamos.
A pesar de que este punto puede parecerse al anterior, miremos a profundidad y percibamos que existe una gran distancia entre sentir y expresar. Una de las cárceles que nos imponemos es la limitación de expresar abiertamente nuestros sentimientos y pensamientos, y así mismo procurar que no lo hagan los demás. Nos hemos acostumbrado a la comedia de sentir y decir que se supone deberíamos, según reglas externas que no tienen nada que ver con nuestra experiencia de la vida.
Esta, considero, es la base para una comunicación genuina entre las personas, que cada uno cuente con recibir de los demás la presencia incondicional, la escucha activa y la apertura de pensamiento para que podamos expresarnos con cada vez menos limitaciones.
Según las enseñanzas sobre salud emocional de autores como Louis Hay, muchas de nuestras enfermedades se manifiestan como una consecuencia de las emociones no expresadas, por cuanto la toxicidad de callar lo que sentimos adquiere mayor envergadura y sería valioso que prestemos atención.
Invitación: Abramos totalmente nuestros oídos y flexibilicemos nuestro sistema de creencias para que sea posible un espacio de apertura total donde nosotros y los demás nos sintamos en libertad de decir todo cuanto pensamos y sentimos bajo un contexto de respeto mutuo y con el propósito siempre claro de contribuir.
4. Libertad para CORRER RIESGOS
Muchos de nosotros podemos caer en cuenta de que hemos sido (si no seguimos siendo) tutores de las personas que amamos y no sus compañeros de vida. Esto me parece un error. Los seres humanos necesitamos contar con la libertad de correr riesgos por nuestra propia cuenta, cometer nuestros errores, en lugar de elegir siempre lo que consideramos más “seguro” y menos lo que otros consideran más adecuado para nuestro bien. Neale Donald Walsch enfatiza que “cada espíritu tiene la necesidad innata de experimentarse a sí mismo y redescubrir lo que siempre ha sido”; me hace sentido esto, y considero que la mejor forma de satisfacer esta necesidad es tomando riesgos que nos permitan ir expandiendo nuestra conciencia de nosotros mismos en un constante proceso de prueba y error.
Invitación: Permitamos para nosotros y los demás la libertad de correr nuestros propios riesgos. Que cada quien pueda recorrer su camino, caer y levantarse. Podemos estar presentes y en servicio los unos con los otros, podemos estar dispuestos a apoyarnos e incluso sugerir opciones si fuere pertinente. Pero nunca nos veamos en la capacidad de administrar la vida de alguien más y pretender tomar decisiones en su nombre. Es una falta de respeto al potencial humano que a la larga destruirá la dinámica de la relación.
5. Libertad para PEDIR lo que queremos.
Existe un mito en el que se nos ha enseñado que es mejor dar que recibir. Me parece que esta creencia ha disminuido nuestra voluntad de exigir y la permisibilidad de permitir que los demás puedan pedir lo que quieren, aunque a nosotros no nos haga sentido tal solicitud.
Todos nos merecemos la libertad de pedir lo que queremos, en lugar de ponernos a esperar que alguien nos dé permiso para hacerlo. No significa que todas las solicitudes han de ser complacidas, pero soy de opinión que la más simple dignidad humana exige que seamos escuchados.
Invitación: permitamos para nosotros y los demás la libertad de pedir lo que se quiere y, en la medida en que esa solicitud no transgreda los límites de nuestra propia integridad, seamos complacientes. Muchos casos se han presentado en que se pierde toda una vida de relación por conservar un momento de tener la razón.
Considero que el grado de libertad que manejamos es un indicador valioso de nuestro nivel de evolución humana, como persona, como grupo, como sociedad. Las 5 libertades nos ofrecen una guía clara de cómo empezar a practicar liberación para nosotros y a nuestro alrededor. Da igual cual fuera el tipo de relación en la que estemos participando, imprimamos libertad en ella. Entreguemos libertad a nuestra sociedad, a nuestro equipo de trabajo, a nuestros hijos, a nuestra pareja, y, sobre todo, regalemos libertad para nosotros mismos. Libertad de ser, sentir, decir, arriesgarnos y pedir en congruencia con lo que somos en este momento. Sólo así nos desprendemos de la carga que no nos ha permitido aún ser todo lo que podemos llegar a ser. Sólo así, regalando y recibiendo libertad, nos hacemos capaces de estar presentes para crear lo que he llamado una relación efectiva con el tiempo, esto es: aprender del pasado, sin permitir que sus experiencias nos definan, disfrutar el presente sin aferrarnos a su ilusión de la realidad y confiar en el futuro siendo flexibles ante nuestras expectativas.
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