Las dietas palatables, ¿La clave del éxito?
Todos en algún momento hemos tomado la decisión cambiar nuestro patrón de consumo y optar por alternativas menos procesadas, menos calóricas o con un perfil nutricional más completo que el que tienen los procesados ampliamente distribuidos en la actualidad. Sin embargo, unas semanas más tarde toda la motivación de la que inicialmente hicimos gala parece haber desaparecido por arte de magia y, añorando con una intensidad que asusta los ricos platos de siempre, volvemos a ellos no sin un deje de culpabilidad.
Pero, ¿Por qué pasa esto?
Gran parte de este patrón de comportamiento se debe a un pequeño error: los alimentos que tendemos a consumir cuando optamos por seguir una dieta más saludable no nos resultan palatables. La palatabilidad es la recompensa hedónica (placentera) que nos proporcionan algunos alimentos cuando éstos son agradables para el paladar. Se ha comprobado que varía con el estado del individuo, a diferencia del sabor del alimento, siendo menor una vez hemos consumido el alimento y aumentando cuando nos privamos de él. Pero esto no es todo: diversos estudios han comprobado que esta característica puede generar un ‘hambre’ independiente de las necesidades homeostáticas de nuestro organismo.
¿Qué solución podemos buscar para evitar el rechazo de una dieta con un perfil más saludable?
Debemos incluir alimentos que estemos habituados a comer. Una dieta prudente no debe ser tan solo sana y nutritiva, también debe ser palatable, especialmente si implica una modificación severa de los hábitos alimentarios. En este caso, nuestro objetivo principal es mantenernos estimulados durante todo el proceso de adaptación a estas nuevas pautas y evitar el fracaso.
Una dieta, por muy adaptada que esté a nuestras necesidades desde el punto de vista nutricional, si no incluye una pequeña porción de los alimentos que estamos habituados a comer y que nos producen placer, está condenada al fracaso.