Las empresas y las habilidades: ¿Vale la pena ir a la universidad cinco años?
En el sector educativo, los problemas de costo y titulación unen a estudiantes de diferentes estratos económicos. En un momento en el que la educación está diversificada por medio de cursos en línea y la tecnología de la información ofrece acceso a resultados en menos tiempo, el hecho de que las carreras profesionales duren cinco años se ha convertido en un problema crónico y endémico en nuestro sistema educativo. A simple vista, no parece haber una solución clara en cuanto a políticas públicas, y mucho menos en iniciativas de universidades privadas. ¿Realmente vale la pena invertir cinco años en una carrera universitaria?
El tema de la titulación expone un argumento en el que se infiere que los títulos universitarios acercan más rápido a ocupaciones profesionales que tendrán en poco tiempo una retribución económica y personal, sin embargo, esa intuición a que estudiar es más rentable que no hacerlo es un tema importante dado que la educación colombiana no ha tenido una reforma sustancial desde la Ley 30 de 1992. El anterior ministro y la ministra actual preparaban lo que al parecer sería una reforma que solo aplicaba a conceptos de cobertura y calidad, pero que no proponía reevaluar el papel de las universidades en tiempos y costos. El debate es vigente y es natural que ese tipo de discusiones sean inconvenientes para sectores que han creado una industria educativa que intercambia lotes de estudiantes como si fueran contenedores de mercancías a bajo coste y de producción deficiente.
En los documentos de Fedesarrollo se señala la constante asimetría que hay entre habilidades y la formación para el trabajo, señalando entre habilidades repetitivas y no repetitivas que necesitan pensarse en el contexto de los currículos universitarios. Es un buen momento para preguntarse por qué la educación terciaria que ofrecen las universidades no está operando en comunicación con lo que ofrece el sector laboral promovido en muchos caso por la educación técnica que ofrece una entidad como el SENA.
La tendencia a darle una estratificación entre quienes acceden a una educación universitaria y quienes acceden a una educación técnica es nociva y dañina para cualquier modelo de desarrollo, mucho más cuando en los llamados empleos del futuro se analiza profundamente si se necesitará una educación universitaria de cinco años. Estamos en la llamada cuarta revolución industrial y muchas de las profesiones que actúan desde el manejo tecnológico dejarán de ser profesionales para volverse técnicas, es el caso por ejemplo de la programación y el desarrollo de software, que por tener una serie de habilidades de alta demanda cada vez se distribuyen más en diferentes plataformas que en menos de un año capacitan lo que una universidad propone hacer en cinco. Ahora podemos imaginar lo que pasará con un estudiante que invierte cinco años de su vida universitaria en un mundo que avanza tan rápido y no pretende esperar a nadie que quiera facultarse para estar al alcance de las nuevas demandas de trabajo. Es muy probable que un estudiante universitario colombiano entre a la universidad hoy en plena cuarta revolución industrial y salga cuando ya el mundo está implementando la quinta. Esa situación es clara evidencia a que sus conocimientos y competencias serán casi obsoletos sumado a la creciente automatización de los empleos en diferentes campos. Si esa tendencia se mantiene y las universidades y el gobierno no hace nada para mejorar, la idea de la educación como motor para el desarrollo será otra utopía más del nuevo siglo, pues faltarán millones de trabajadores que logren tener las habilidades necesarias para la cuarta y quinta revolución industrial de las próximas décadas.
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No se trata solo de producción de profesionales y técnicos, sino de un debate más amplio sobre el cómo aprendemos y cómo lo quieren seguir haciendo las instituciones que presumen ser las que educan. Hay ingenieros y profesionales que no están preparados para el trabajo porque los planes de estudio están desactualizados. La educación aplicada con un enfoque en ética y valores se abre camino en un mundo que demanda cada vez más habilidades de autocuidado en salud mental y una amplia capacidad de resolver problemas en diferentes sectores económicos. Y eso, debería ser una preocupación de las universidades de primer nivel.
No obstante, las universidades privadas, lejos del debate sobre los cambios en las habilidades de los estudiantes y la próxima fuerza de trabajo, están más interesadas en seguir empaquetando programas con asignaturas sin un alcance medible y comparable, y obsesionadas por vender sus campus universitarios llenos de ofertas extracurriculares e instalaciones lujosas que hacen de los costos de matrícula algo sencillamente insostenible. La deuda por créditos educativos asciende a 9 billones, según el ICETEX para el 2022. Un estudiante promedio colombiano se gradúa con una deuda de setenta millones de pesos. Eso es casi lo que cuesta la cuota inicial de un apartamento o la inversión de un emprendimiento, son datos que tienen en cuenta muchos estudiantes de secundaria que no ven con buenos ojos y expectativa entrar a una universidad tan costosa que no garantiza ningún efecto real en el largo plazo. Las universidades entienden esa problemática, pero no les importa mucho, pues continúan subiendo sus matrículas para hacer sostenible un sistema que exige una transformación.
Por su parte, ha sido el mercado quien está corrigiendo esa asimetría entre habilidades y formación para el trabajo. Las industrias de la tecnología y del sector servicios están presentando vacantes que no requieren un título de varios años de estudio, y lo mismo pasa con las empresas de otros sectores que están viendo más rentable capacitar a sus empleados en oficios concretos que esperar a que las universidades otorguen el conocimiento necesario para promover un valor de mercado y una alta productividad. Las nuevas formas de trabajo a distancia, teletrabajo y freelance cambian la dinámica para usar el tiempo de estudio y capacitación en habilidades específicas. El gobierno, en ese sentido, debe eliminar el requisito de título universitario para acceder a los diferentes puesto de trabajo para que así las empresas logren capacitar más rápido y la fuerza laboral se incorpore a una línea de producción con valor en menos tiempo.
Finalmente, podemos decir que es lamentable que un área pensada para promover el desarrollo de cualquier país, hoy este en una incertidumbre para el gobierno, las empresas y las familias. El desajuste entre lo que se enseña y lo que se necesita es un tema importante que debe ser trabajado en cada uno de los diferentes actores del sector educativo, pero que a cuenta de tantas problemáticas, ese timing sectorial está cada vez más fuera de contexto entre quienes aspiran a entrar a la universidad y quienes ofrecen la educación para mejorar su calidad de vida.
Textos consultados:
consultor: ética, responsabilidad social, educación.
1 año