Las historias y los matices de la vida
"Creo que las historias tienen un papel importante que cumplir en la formación de los seres humanos. Pueden estimular, asombrar e inspirar a quienes las escuchan." Hayao Miyazaki
Desde niño me enamoré de la animación japonesa. Las historias, el arte, y la imaginación desbordada, hicieron un hogar en mí y nunca se fueron.
Allí en una montaña, Miyazaki sonríe haciendo malabares con un cigarrillo en sus labios, mientras conjura una nueva aventura, "apresado en las profundas olas del prodigio", como diría Victor Hugo.
Hablar con alguien que ama lo que uno ama debería tener nombre. En esa coincidencia, la niebla se disipa y nace la sonrisa cómplice.
—¡La mejor de todas!---
Algo que me llamó la atención desde chico y que hasta hace poco compartí, es la redención de los villanos en sus películas.
La vida es difícil. Las cosas son más intrincadas de lo que suponemos. Vivimos sobre disfraces de certezas para evitar lidiar con la complejidad.
"Dime quiénes son los buenos y quiénes los malos. Dime, por favor, cuál es mi lugar".
Alguna vez me contó mi padre que no podía odiar a los policías. —“¡Pero si es de lo más fácil!”, pude haberle dicho.
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Cuando niño, él vivió con su mamá y sus hermanos en un ranchito en la falda del cerro de Monserrate.
En los días de escasez, bajaba con sus hermanos a una estación de policía cercana, donde varios uniformados los recibían y compartían sus viandas con ellos.
El saber que hay matices y es peligroso ver a través de etiquetas, no lo aprendió de un libro. La vida se lo enseñó y lo compartió conmigo.
Miyazaki tiene la rara cualidad de poseer un corazón curtido de abrazar dilemas, y no ver necesario dejar de soñar, o caer en la sosa sensiblería.
Sus villanos usualmente tienen razones comprensibles y cualidades trágicas que los hacen más complejos y cercanos.
Miyazaki les da salidas honrosas y espacios de redención. Pueden volver a mirarse en un espejo con compasión.
Philip Zimbardo diseñó un experimento en 1971 en el que demostró lo fácil que es que una persona "buena", tire su brújula moral por la borda y se convierta en monstruo.
Con Miyazaki aprendí a mirarme y ver el monstruo en mí, no sólo en ti.