Lecciones profesionales que te da la vida.

Andrea y vais mal.

Una excursión perfectamente planificada. Cedeira- San Andrés de Teixido. Dos horas y 42 minutos. Ruta trazada con Google Maps. Zapatillas cómodas, mochila con agua, chubasquero. Tomamos la Avenida Zumalacárregui y al salir del pueblo, una voz. “¡Vais mal!”

¿Cómo sabe si vamos mal si no sabe dónde vamos?

Lugareña asomada a la ventana de la última casa de la calle. Acento gallego cerrado y musical. “A San Andrés por la carretera, es peligroso. No hay arcén. Es todo subida”. Hay un camino alternativo- nos informa- mucho más bonito, pegado al río Condomiñas, entre árboles, lejos de los coches, con una subida lenta hasta San Andrés.

Insiste en acompañarlos hasta encauzarnos, no sin antes peinarse, que nunca se sabe con quién te puedes cruzar.

Y allí nos deja la gallega Andrea, que sabía perfectamente dónde íbamos y que íbamos mal.

Ahora, ¿seguimos con nuestro plan inicial, seguro, marcado, planificado?; ¿aceptamos el reto de un camino desconocido, con indicaciones abstractas a la gallega- puede que sí, y puede que no- pero con la perspectiva de un entorno mágico y excitante por descubrir?

En nuestro caso, arriesgamos. El camino era, efectivamente, increíble; discurría acompañando el cauce del río en un paisaje de cuento. Eso sí, nos perdimos- las instrucciones gallegas no son como las de Google Maps-, tardamos el doble de lo planificado, discutimos entre nosotros frente a bastantes bifurcaciones, pactamos, nos enfadamos, dimos alguna que otra vuelta innecesaria, descubrimos sitios a los que jamás hubiéramos llegado y, finalmente, alcanzamos nuestro destino.

¿Cuántas Andreas encuentras en la vida profesional que te hacen cuestionar tu camino planificado? ¿Cuánto estamos dispuestos a arriesgar?