La vida como panthat
Es curioso cómo un concepto tan antiguo como el término sánscrito panthah puede tener conexión, profunda, con una vida tan moderna y aparentemente singular como la mía.
Me llamo Álvaro Neil, también conocido como el Biciclown, y he pasado gran parte de mi existencia pedaleando por el mundo, recorriendo caminos que no solo han sido físicos, sino también espirituales, emocionales y, por supuesto, profundamente transformadores.
Hoy quiero compartir mi historia y reflexionar cómo el panthah, que no es simplemente un trayecto lineal, sino una experiencia construida y enriquecida por el recorrido, encapsula perfectamente lo que ha sido mi vida.
El comienzo del trayecto
Cuando decidí dejar mi trabajo estable como oficial en una Notaría de Madrid para embarcarme en una vuelta al mundo en bicicleta, muchos me preguntaron: «¿Por qué?». Yo también me lo pregunté. En ese momento, mi decisión parecía impulsiva, casi insensata. Pero ahora entiendo que no buscaba un destino concreto. Lo que realmente ansiaba era el camino: mi panthah, ese trayecto que se construiría con cada pedalada, cada encuentro, cada obstáculo superado.
El panthah no es una línea recta; es un proceso lleno de curvas, desviarás, subidas y bajadas. No se trata solo de moverse de un punto A a un punto B. Más bien, se trata de cómo el movimiento mismo moldea y redefine al viajero. Y eso es exactamente lo que descubrí durante los más de 13 años y 117 países que recorrí con mi bicicleta.
El camino como aprendizaje
Recuerdo que al principio de mi viaje pensaba mucho en las metas. Tenía un mapa mental de lugares que quería visitar y cosas que quería lograr. Pero muy pronto, la realidad del camino me enseñó que no siempre puedes controlar el rumbo. A veces, una tormenta, un camino cerrado o una frontera inesperada te obligan a cambiar de dirección. Al principio, estas desviaciones me frustraban. Con el tiempo, entendí que esos cambios no eran interrupciones del viaje; eran el viaje mismo.
Esto me recuerda algo esencial del panthah: el significado del camino no está predeterminado. Se construye mientras lo recorres. Cada desviado, cada obstáculo, cada encuentro inesperado con personas generosas o desafiantes enriquece la experiencia y da forma al sentido del trayecto. En un pequeño pueblo de Irán, por ejemplo, me encontré con una familia que insistía en compartir su cena conmigo a pesar de no tener mucho. Eso rompía mi plan de pedalear ese día, pero era el regalo del viaje. Fue una lección sobre generosidad y conexión humana que redefinió lo que buscaba en mi viaje.
El panthah como un proceso relacional
Otro aspecto fundamental del panthah es que no es un camino que recorres en solitario. Aunque viajaba solo, mi camino estuvo lleno de personas que lo transformaron: niños que corrían a mi lado en un mercado en Etiopía, ancianos que me ofrecieron refugio durante tormentas en Mongolia, o comunidades enteras que se reunían para ver mis espectáculos de clown en lugares remotos. Estas interacciones no eran simples puntos en una línea recta; eran los nodos que tejían el significado de mi recorrido.
El panthah no es solo físico; también es una red de relaciones, emociones y aprendizajes compartidos. En mis espectáculos, buscaba conectar con las personas a través del humor. Pero, más allá de las risas, esas conexiones me devolvían algo a mí: una comprensión más profunda de las necesidades, las alegrías y las luchas humanas.
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El reto eres tú: El camino interior
Durante mis años en la carretera, también descubrí que el panthah no solo se trata de un trayecto exterior. Es también un viaje interior, una confrontación constante contigo mismo. El título de mi conferencia, El reto eres tú, refleja precisamente esta idea. En muchos momentos del viaje, especialmente en los más duros, enfrentarte a tus propios miedos, dudas y limitaciones se convierte en el mayor de los retos.
En una ocasión, en medio del desierto australiano, me quedé sin agua mucho antes de llegar al siguiente punto de abastecimiento. Durante horas, pedaleé bajo un sol abrasador, luchando contra el agotamiento y la desesperación. En esos momentos, me di cuenta de que el camino no era mi enemigo; era mi espejo. Lo que realmente enfrentaba no era el desierto, sino mi propia capacidad de seguir adelante.
Esta lucha interna es parte esencial del panthah. Cada paso que das, cada pedalada, te enfrenta a preguntas fundamentales: «¿Por qué estoy aquí? ¿Qué me motiva a seguir? ¿Cómo puedo superar este obstáculo?».
Y, con cada respuesta, te reconstruyes, te transformas.
Un camino sin destino fijo
Una de las lecciones más profundas que me enseñó mi viaje es que el panthah no tiene un destino fijo. O, al menos, el destino no es lo importante. Cuando finalmente regresé a España después de más de una década pedaleando, muchas personas esperaban que yo tuviera una respuesta definitiva sobre el sentido de mi aventura. Pero lo que descubrí es que no hay una única respuesta. El significado del camino se encuentra en el acto de recorrerlo, no en llegar al final.
El panthah, como mi vida, es un proceso continuo. Aunque mi vuelta al mundo en bicicleta haya terminado, el camino sigue. Cada conferencia que doy, cada historia que comparto, cada interacción que tengo con una nueva persona es una extensión de ese trayecto.
Ahora estudio Filosofía en la Universidad, ¿por qué? para conocerme y dialogar con otros pensadores.
Conclusión: Vivir el panthah
El panthah, ese camino que se construye mientras lo recorres, no es solo una idea antigua del sánscrito. Es una filosofía que resuena profundamente con mi experiencia vital. No se trata de seguir una línea recta ni de alcanzar un destino prefijado. Se trata de abrazar cada giro, cada desviado, cada encuentro y cada reto como parte integral del viaje.
Como el Biciclown, mi vida ha sido un panthah lleno de risas, sudor, miedos y aprendizajes. Pero también creo que, en cierto sentido, todos estamos recorriendo nuestro propio panthah. Y la verdadera belleza del camino no está en llegar al final, sino en la riqueza de todo lo que encontramos y construimos mientras avanzamos. Al final del día, el reto no está en el camino; el reto eres tú.
Paz y Bien, Álvaro Neil, el biciclown.
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