Liam Echavarría Molloy
Toda poesía debería ser una Anuciación.Anuncia que la palabra será tu dolor y tu gracia, preñado de mundo, impregnado del día naranja y la noche azul y un verde sereno entre uno y el otro. Anunciar que no tienes otra cosa, que no hay sino palabras, y que ni siquiera haya palabras; el verbo atascado en tu pesadez, pérfidos anillos y más pérfidos espejos. Entonces serás preñado por el eco de un verbo incierto, amar el verbo inclinarse, inclinarse a la naturaleza con un sol de dos caras, no es el mismo de la mañana, no es el mismo de la tarde. Anunciar en palabras que no hay mayor grandeza que la tierra encajada en tu uña. Anunciarás en tu tambor si la mañana te pare y la noche te tala o si por el contrario, te tala la mañana y la noche te resucita con su pálido beso. Anunciarás que la vida es tormenta,viento descarriado que cansa y que besa incluso a la muerte enamorada. La poesía debería ser una Anunciación porque es verbo, porque te pare a los grandes dolores donde encontrarás la calma, cuando anuncie a otra poesía concebida en el Jardín del Señor, el rudo Señor que no entendemos porque elegimos el bien o el mal y algunos ni uno ni otro y guardan silencio. La poesía debería anunciar y ser al mismo tiempo la propia Anunciación que no has querido que tu vida haya sido vana. El soplo vital eligirá tus venosos senderos para llegar allí, a la cúspide del viento, donde todo termina y es final de la gramática. Entonces tu poesía debería anunciar que has llegado a alguna parte, la parte final que da a otro ser preñado de la palabra atada batiendo alas, a las nuevas, o al menos, como si fueran nuevas y propias. La poesía debería anunciar al ser Anunciación que nos podemos redimir del mundo y vivir la insignificancia en un recodo del camino, poseso poseído de hambre humana y con algo de grandeza que anunció algún Profeta, sed humana y el jardín florecido, la Dama sentada con las manos afirmadas que te recogieron el pelo en tu infancia ya sin verbos, la prolija fuente de agua de Damasco derramando sus bálsamos para tu jornada, el día volviéndose un círculo naranja y el círculo volviéndose tu león y el león siendo tu libro esmeralda y por fin, la noche, una manta azul estrellada que enseña tu pedagogía y la de todos tus maestros congregados en tus oidos. Has anunciado que vas hablar hasta el fin de los tiempos. Una palabra anunciada, una palabra lanzada es Eterna, incluso van y vuelven, " con majestad foránea" como predicó Emerson.